“No es que él haya pecado, ni sus padres…”
Cierta
vez los discípulos, presentaron a Jesús un ciego de nacimiento, y le
formularon
la siguiente pregunta: “Maestro, ¿quien pecó, este hombre o sus
padres,
para que él naciese ciego?”
Antes de
examinar, a la Luz del Espiritismo, la respuesta del Señor,
resaltemos
el hecho de que los discípulos creían en la Reencarnación, pues
solamente
la creencia en las múltiples existencias podría justificar semejante
pregunta.
Todo
indica que Jesús conversaba sobre el asunto, en su intimidad con los
discípulos,
luego de largas caminatas, aunque en público, junto a la multitud
incapaz
de entender la tesis trascendental, guardase silencio.
El Maestro
sabía que el hombre de aquella época no disponía de “ojos
para
distinguir.”
No tenía
oídos para entender.
Escuchaba,
mas no comprendía.
Con
respecto a la creencia judía sobre la Reencarnación, escuchemos lo
que
escribe León Denis, en el magnífico libro “Cristianismo y Espiritismo”:
En
sus obras, el historiador Josefo, hace profesión de fe en la
Reencarnación;
refiere él que esa era la creencia de los fariseos.
El
padre Didon lo confirma en estos términos, en su obra “Vida
de
Jesús”; “entre el
pueblo judío, lo mismo que en las escuelas, se
creía en
la vuelta del alma de los muertos, en la persona de los
vivos.” Es
lo que explica, en muchos casos, las preguntas hechas
a
Jesús por sus discípulos.
La
respuesta del Cristo fue clara: el hombre que allí estaba no había
pecado.
Ni
tampoco sus padres, pues en la Justicia Divina, los hijos no pagan por
los
padres, ni los padres por los hijos.
El
espíritu que animaba aquel cuerpo, el Espíritu que en él había
reencarnado,
este sí, había pecado antes del nacimiento.
“No hay
efecto sin causa, (dice Allán Kardec, el insigne codificador del
Espiritismo),
y todo efecto inteligente, tiene forzosamente, una causa
inteligente.
Y León
Denis argumenta:
Con
la doctrina de la preexistencia y de las
reencarnaciones
todo se liga, se esclarece y comprende: la
Justicia
Divina se patentiza, la armonía se establece en el
Universo
y en el destino.
Es
lógico también que, “las obras de Dios” no se puedan manifestar de
forma
inhumana: ¡Punición a un ciego de nacimiento!
La única
manera es admitiendo la preexistencia del alma.
Negándola
no hay escapatoria; será una punición injusta, de la cual un
individuo
normal se avergonzaría.
“Las
obras de Dios” se mantienen en el cumplimiento de la Ley.
Ley de
Justicia, Ley de Amor.
Ley que
corrige al pecador, ahora o más tarde, concediéndole sucesivas
moratorias,
tantas cuantas se les hagan necesarias.
Habiendo
Jesús enseñado que a cada uno sería dado de acuerdo con las
propias
obras, (Ley de Causas y Efectos), no iría él a insinuar la absurda, la
inconsecuente
idea de que la Ley aplicaba sanciones y correctivos a personas
sin
culpas.
Como al
ciego de nacimiento…
“Las
obras de Dios” se traducen en amor, que es también Justicia
Inmanente.
Y en la
Justicia, que también es Amor.
Aquel
hombre no había pecado, pero en su alma, su Espíritu, sí, en
existencias
pasadas. «El que con hierro hiere, con hierro será herido», enseña la
sabiduría
popular.
Aquel
Espíritu, ahí reencarnado, había herido antes de nacer; allí estaba,
por lo
tanto, inocente en apariencia para rescatar su débito, para saldar su
deuda.
Allí
estaba, “herido en los ojos.”
Naciera
ciego…
El
débito era antiguo, mas no por eso dejara de existir.
La Ley
registraba el remoto delito.
La Ley
cobraba, a su tiempo, lo que le era debido.
∗
Nacer
ciego o paralítico, demente o sordomudo, o con propensión a la
molestia
grave o incurable, que se manifestará más tarde, son bendiciones que
no
siempre el individuo sabe agradecer.
Es
bendición, porque se estará rescatando una deuda.
Y con
Amor, porque la Ley es acreedora compasiva, que permite
amortizaciones
fraccionadas.
Es
bendición, porque estará siendo rehabilitado.
Y con
amor, porque el propio recuerdo de la deuda no le es conservado.
Es
bendición, porque se estará liberando.
Y con
amor, porque la liberación le conducirá el Espíritu redimido por los
caminos
de Luz de la Espiritualidad Superior.
Frente a
un ciego o de un paralítico, de un sordomudo o de un psicópata,
el
hombre interrogará: ¿Por qué esta criatura nació así?
La mayoría
levantará los hombros, ante la imposibilidad de una respuesta
que no
ofenda a la Magnanimidad Divina…
Pero los
reencarnacionistas, y entre ellos los Espiritistas, tomando la
palabra
responderán, en nombre del Evangelio y del Espiritismo, “Esta criatura
nació
así porque su Espíritu pecó en otras existencias.”
La
Reencarnación explica, a la luz de la Lógica, el problema de los
rescates.
Pone en justo lugar a la Justicia Divina.
Esclarece
el problema de los rescates dolorosos, semejantes al del “ciego
de nacimiento”, de la época de Cristo y de
nuestro
Extraído
del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”
Juan 9 Reina-Valera Antigua (RVA)
ResponderEliminarY PASANDO Jesús, vió un hombre ciego desde su nacimiento.
2 Y preguntáronle sus discípulos, diciendo: Rabbí, ¿quién pecó, éste ó sus padres, para que naciese ciego?
3 Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni sus padres: mas para que las obras de Dios se manifiesten en él.
4 Conviéneme obrar las obrar del que me envió, entre tanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede obrar.
5 Entre tanto que estuviere en el mundo, luz soy del mundo.