Bienaventurados los afligidos
18. Cuando Cristo dijo: "Bienaventurados los afligidos, porque
ellos serán
consolados", no entendía decirlo por los que sufren en general,
porque todos los que
están en la tierra sufren, ya habiten el palacio, ya la cabaña; pero
¡ah! pocos sufren bien,
pocos comprenden que sólo las pruebas que se sobrellevan bien son las
que conducen al
reino de Dios. No tener valor es una falta; Dios os niega los consuelos
porque no tenéis
ánimo. La oración es un sostén para el alma, pero no basta; es menester
que esté
apoyada en una fe viva en la bondad de Dios. Se os ha dicho a menudo que
no impone
una pesada carga sobre espaldas débiles, sino que la carga es
proporcionada a las
fuerzas, así como la recompensa será proporcionada a la résignación y al
valor; la
recompensa será más preciosa cuan to mayor haya sido la aflicción, pero
esta
recompensa es necesario merecerla, y por esto la vida está llena de
tribulaciones. El
militar que no entra en fuego, no está contento, porque el descanso del
campamento no
le procura el ascenso; sed, pues, como el militar, y no deseéis un
descanso que
debilitaría vuestro cuerpo y embotaría vuestra alma. Cuando Dios os
envíe la lucha,
quedad satisfechos. Esta lucha no es el fuego de la batalla, sino las
amarguras de la vida
en la que muchas veces se necesita más valor que en un combate
sangriento, porque
habrá quien se mantenga firme en frente del enemigo y se dejará vencer
por una pena
moral. El hombre no tiene recompensa para esta clase de valor, pero Dios
le reserva
coronas y un lugar glorioso. Cuando tengáis un motivo de pena o de
contrariedad,
procurad haceros superiores a él, y cuando lleguéis a dominar los
impulsos de la
impaciencia, de la cólera o de la desesperación, podréis decir con justa
satisfacción: "He
sido el más fuerte".
"Bienaventurados los afligidos", puede, pues, traducirse de
este modo:
Bienaventurados aquellos que tienen ocasión de probar su fe, su firmeza,
su perseverancia
y su sumisión, a la voluntad de Dios, porque tendrán centuplicados los
goces que les
faltan en la
tierra, y después del trabajo vendrá el descanso. (Lacordaire,
Havre, 1863).
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados
ResponderEliminarCuando uno se lamenta por aquellos que se arrepienten, el llanto es un acto consciente y doloroso; cada pecador debe llorar. Es verdad que generalmente lloramos por los que murieron, pero de hecho, el inicuo ya no es una criatura viviente, sino muerta. Él está llorando por sí mismo, entonces, volverá a la vida; llora impulsado por un sincero arrepentimiento y es consolado con amoroso perdón. En esta Bienaventuranza, Jesús nos exhorta a liberarnos del pecado con solicitud, que siempre acecha con sus seducciones; entonces, después de habernos vuelto ligeros y ágiles en el camino hacia la cumbre, podemos avanzar cada vez más rápido, impulsados por el aliento del alma purificada, a la luz perfecta de la verdad.
Bendito es el llanto que es una consecuencia de la admisión de los pecados, ese llanto que es efecto y no causa errores y deseos en los que uno ha caído. El dolor del alma no puede ser considerado extraño a la esencia misma de Bienaventuranza, ya que el alma deplora la vida que se gasta en el vicio.
https://digilander.libero.it/speran/spa/cammino.htm