Caraetérea de los milagros.
CAPITULO XIII
16.—Admitiendo que Dios ha podido,
por razones
que no están al alcance de nuestra
inteligencia, pres
cindir accidentalmente de las leyes que
ha estableci
do, esas leyes no son inmutables. Pero
al ménos, será
racional pensar que El y solo El tiene
ese poder; ni se
podría admitir sin negarle la
omnipotencia , que sea
dado al Espíritu del mal deshacer la
obra de Dios ha
ciendo por su parte prodigios capaces
de seducir á sus
mismos escogidos: lo cual implicaría
un poder igual al
suyo. Esto es sin embargo, lo que se
enseña. Si Sata
nás tiene poder para interrumpir el
curso de las leyes
naturales, que son la obra divina, será
más poderoso
que Dios; y Dios no será omnipotente.
Si es que Dios, le
delega este poder, como se dice, para
inducir mas fá
cilmente á los hombres al mal, Dios no
tiene la sobe
rana bondad. En ambos casos resulta la
negacion de
uno de los atributos sin los cuales
Dios no seria Dios.
Es verdad que la Iglesia distingue los
buenos mila
gros que proceden de Dios de los malos
milagros que
proceden del Diablo. Pero cómo
distinguirlos? Que un
milagro sea declarado oficialmente ó
no, no por eso
deja de ser una derogacion de las leyes
que proceden
de Dios solo: si un individuo es curado
milagrosamen
te, sea por la intervencion de Dios ó
del Diablo, no
por eso la curacion será menos
positiva. Preciso es
que se tenga muy pobre idea de la
inteligencia huma
na para tener la esperanza de que tales
doctrinas pue
dan ser aceptadas en nuestros dias.
Reconocida la posibilidad de ciertos
hechos tenidos
por milagrosos, es forzoso deducir que,
sea el que
quiera el origen que se les atribuya,
son efectos natu
rales de que Espíritus, encarnados ó
no, pueden usar
como de todo, como de su propia
inteligencia y de
sus conocimientos científicos para el
bien ó para el
mal, segun su bondad ó su perversidad.
Un sér per
verso, haciendo uso de su saber, puede
hacer cosas
que parezcan prodigiosas á los
ignorantes que las ob
serven; pero cuando estos efectos
tienen por resulta
do un bien cualquiera, seria ilógico
atribuirles un orí
gen diabólico.
17.—Mas, se dice; la religion se
funda sobre he
chos que no se han explicado ni pueden
explicarse.
Que no se han explicado tal vez; pero
que sean in
explicables, ya es otra cosa. ¿Se
conocen los descubri
mientos y adelantos que nos reserva el
porvenir? Sin
hablar de la creacion que es sin duda
alguna el mayor
de todos los milagros y que ha entrado
ya en el do
minio de la ley universal ¿no se ven
ya reproducidos
bajo la accion del Magnetismo, del
sonambulismo y
del Espiritismo, los éxtasis, las
visiones, las aparicio
nes, la vista á grandes distancias,
las curaciones ins
tantáneas, el arrobamiento, las
comunicaciones ora
les y de otra clase con los seres del
mundo invisible;
fenómenos todos conocidos de tiempo
inmemorial,
considerados antes como maravillosos y
que hoy se ha
demostrado que pertenecen al orden de
las cosas na
turales, segun la ley constitutiva de
los séres? Los li
bros sagrados están llenos de hechos
de este género,
calificados de sobrenaturales; pero
como se encuen
tran análogos y más maravillosos aún
en todas las re
ligiones paganas de antigüedad, no se
sabe cuál de
ellas llevaría la preeminencia, si la
verdad de una re
ligion dependiera del número y de la
naturaleza de es
tos hechos.
18.—Pretender que lo sobrenatural es
el funda
mento necesario de toda religion, que
es la clave de la
bóveda cristiana, es sostener una
tésis peligrosa; si se
hacen descansar las verdades del
cristianismo sobre la
base de lo maravilloso únicamente, se
le dá un apoyo
muy deleznable, del que cada dia se
desprenden nue
vas piedras. Esta tésis, de la cual
teólogos eminentes
se han hecho defensores, conduce
directamente á esta
conclusion: que en un tiempo dado no
habrá religion
posible, ni áun la cristiana, en
cuanto lo tenido por
sobrenatural se haya demostrado como
natural ; pues
por más argumentos que se aduzcan , no
será posible
sostener la creencia de que un hecho
sea milagroso,
cuando se haya probado que es natural;
luego la prueba
de que un hecho no es una excepcion de
las leyes natu
rales, es concluyente si se demuestra
que es efecto de
esas leyes, y desde que puede
reproducirse por la me
diacion de un individuo cualquiera cesa
de ser privi
legio de los santos. No es lo
sobrenatural lo que una
religion necesita, sino el principio
espiritual, que
sin razon se confunde con lo
maravilloso, y sin el cual
no hay religion posible.
El Espiritismo considera á la religion
cristiana des
de un punto de vista muy elevado; le da
una base más
sólida que los milagros; las leyes
inmutables de Dios
que rigen el principio espiritual lo
mismo que el ma
terial; cuya base desafía al tiempo y
á la ciencia, por
que el tiempo y la ciencia no pueden
hacer mas que
sancionarla y robustecerla.
Dios no es menos digno de nuestra
admiracion , de
nuestra gratitud, de nuestra veneracion
y de nuestro
respeto por no haber derogado jamás
sus leyes, gran
des sobre todo por su inmutabilidad. No
hay necesidad
de lo sobrenatural para tributar á
Dios el culto que le
es debido. ¿Acaso no es la naturaleza
bastante gran
diosa é imponente por sí misma, que
sea preciso agre
gar algo á ella para probar el poder
supremo de su
autor? La religion encontrará tantos
menos incrédu
los cuanto más sancionada esté en
todos sus puntos
por la razon. El cristianismo no tiene
que perder na
da en ello y si mucho que ganar , pues
si algo le ha
podido comprometer en la opinion de
ciertas gentes,
ha sido el abuso de lo maravilloso y
sobrenatural con
que se ha pretendido sobrecargarlo.
Extraído
del libro “EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN
EL ESPIRITISMO”
Allan
Kardec
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