A propósito de este esclarecimiento sobre la resurrección de Lázaro, parece oportuno pasar a estas páginas el modo de ver de los Espíritus, registrado en La Génesis Según el Espiritismo sobre las Resurrecciones. Tratando de las “resurrecciones” de la hija de Jairo y del hijo de la Viuda de Naim, narrados en los Evangelios, ellos dicen: “El hecho de la vuelta a la vida corporal, de un individuo, realmente muerto, sería contrario a las leyes de la Naturaleza. Ahora bien, no es necesario recurrir a esa derogación para explicar las resurrecciones realizadas por Cristo.
“En ciertos estados patológicos, cuando el Espíritu no está en el cuerpo, y el periespíritu sólo está unido a él por algunos puntos, el cuerpo tiene todas las apariencias de la muerte y se afirma una verdad absoluta, cuando se dice que la vida está pendiente de un hilo. Este estado puede durar más o menos tiempo; ciertas partes del cuerpo pueden incluso entrar en descomposición sin que la vida esté definitivamente extinguida. Mientras no se rompe el último hilo, el Espíritu puede, sea por una acción enérgica de su propia voluntad, sea por un influjo fluídico extraño, igualmente poderoso, ser de nuevo llamado al cuerpo. Así se explican ciertas prolongaciones de la vida contra toda probabilidad, y ciertas supuestas resurrecciones. Es la planta que brota de nuevo muchas veces por una sola de sus raíces; pero, desde que las últimas moléculas del cuerpo carnal, o este último, quede en un estado de descomposición irreparable, la vuelta a la vida es imposible”. Queda así bien entendida la resurrección de Lázaro, bajo el punto de vista científico. Víctima o no por una catalepsia, o por otra enfermedad cualquiera, el hecho es que la muerte era aparente y no real; no se había roto el último hilo, el periespíritu aún se hallaba unido al cuerpo por algunos puntos. Jesús, con su gran poder, reemplazó las deficiencias del enfermo y lo hizo volver a la vida corpórea, reconstituyéndole el organismo afectado. * Encaremos ahora el caso por el lado religioso. Siendo el objeto principal de Jesús dignificar su Doctrina, con hechos emocionantes que influyesen en el cerebro y en el corazón de sus discípulos, no quiso excluir de su tarea en la Tierra, las curas, por ser ellas las que más influyen en la conversión de infieles. Y durante toda su peregrinación en el mundo, donde quiera que encontrase un enfermo que curar, un paralítico tendido, un sediento en asfixiante disnea, un ciego, un sordo, un mudo, un leproso, con un gesto de sus divinas manos, con una palabra ungida de misericordia, con una mirada envuelta de amor y de bondad, destruía aquellos males, restaurando la salud al enfermo. Las curas de Jesús ocupan un gran capítulo de los Evangelios. Con ellas se podría escribir un libro, cuyos dictados concurrieran, sin duda, para hacer sanar a muchos enfermos que, sin fe y sin conciencia de los saludables efectos de las fuerzas superiores de la Naturaleza, cuando son bien aplicadas, harían desaparecer muchos males que afligen a infelices enfermos, que inútilmente imploran la salud que la Ciencia Académica no da, porque está absolutamente separada del Espíritu del Cristianismo. No digamos, por tanto, que esas curas se hicieron exclusivamente bajo la dirección de Jesús, o que fue Jesús el único que las hizo, en virtud de su divinidad milagrosa.
En todos los tiempos y en todos los países las curas espíritas han sido objeto de meditación y admiración. Y el propio Jesús, cuando organizó su Colegio Apostólico y envió a los Apóstoles, de dos en dos, a predicar el Evangelio, una de las principales cosas que les recomendó fue: “Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, expulsar a los demonios; gratis lo habéis recibido, dadlo gratis”. (Mateo, X, 1-9). No vienen al caso más citaciones, que no corresponden en esta breve disertación. Concluimos que, sea bajo el punto de vista científico, sea bajo el punto de vista religioso, la Resurrección de Lázaro es una de las grandes lecciones que el Joven Nazareno nos legó; es indispensable, por tanto, que la estudiemos atentamente. Dos palabras más y terminaremos. Resurrección es un término que puede ser empleado bajo el punto de vista material y espiritual. Cuando decimos que tal individuo “resucitó”, afirmamos que él reapareció, porque “resucitar” quiere decir “reaparecer”. Esa reaparición se puede dar en cuerpo carnal o en Espíritu. Por ejemplo: Lázaro “resucitó”, reapareció con su cuerpo carnal, que todos ya creían muerto. Pero los “muertos” también resucitan en cuerpo espiritual. Fue así como Moisés y Elías resucitaron en el Tabor, como Samuel resucitó en el Endor, como Jesucristo resucitó en Jerusalén y alrededores. De estos, murieron los cuerpos carnales, pero ellos resucitaron con sus cuerpos espirituales. La Inmortalidad no es atributo del cuerpo material, sino del cuerpo fluídico, celeste, espiritual. La Resurrección de Lázaro fue una manifestación física del poder de Jesús; la Resurrección de Jesús fue una gracia psíquica de la Sabiduría Divina.
Extraído del libro
https://espiritismo.es/Descargas/libros/Parabolas_de_Jesus.pdf
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