Por Ernesto H. Valentín Sánchez
Tuve que bajar mis resabiosos párpados
al entrar al recinto de brillante luz.
Acostumbradas a la oscuridad total
y a veces a una pobre media luz,
mis retinas resintieron al entrar
un sólido golpe vibratorio mayor
que mi chica capacidad visual.
Eventualmente la sorprendida visión
se fue armonizando con el esplendor
de las luces de la jerarquía superior.
Acto seguido percibí una dulce sensacion
de quietud, bienestar, bondad y amor.
Lástima que este pobre ser solo fue
como un fugaz visitante, solo para ver;
ninguna pregunta podía hacer,
solo observar y palpar por instantes
la diferencia entre mi nublado mundo
y un hermoso mundo de luz rebosante.
Tuve que regresar, volver casi sin ver,
a mi vieja estructura densa y pesada,
para completar las obligadas tareas
previamente a mi existencia asignadas.
Pero ya no era igual mi vida tosca;
mi alma había sido tocada.
- AÑO 1 • NÚMERO 3 • ABRIL 2015 https://docs.wixstatic.com/ugd/b9cae0_20f46ed750cb4dedb26e9d5c16a0e2a7.pdf
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