Sin caridad no hay salvación


Sin caridad no hay salvación

10. Hijos míos, en la máxima: "Sin caridad no hay salvación", están contenidos

los destinos de los hombres en la tierra y en el cielo; en la tierra, porque a la sombra de

ese estandarte, vivirán en paz; en el cielo, porque los que la hayan practicado

encontrarán gracia ante el Señor. Esta divisa es la antorcha celeste, la columna luminosa

que guía al hombre en el desierto de la vida para conducirle a la Tierra prometida; brilla

en el cielo como una aureola santa en la frente de los elegidos, y en la tierra está grabada

en el corazón de aquellos a quienes Jesús dirá: Id, a la derecha, vosotros, los bendecidos

por mi Padre. Les reconoceréis por el perfume de caridad que esparcen a su alrededor.

Nada expresa mejor el pensamiento de Jesús, nada resume mejor los deberes del

hombre, que esa máxima de orden divino: el Espiritismo no podía probar mejor su

origen que dándola por regla, porque

es el reflejo del más puro cristianismo; con semejante guía el hombre no se extraviará

nunca. Aplicáos, pues, amigos míos, a comprender su sentido profundo y sus

consecuencias, y a buscar en ellas vosotros mismos todas las aplicaciones. Someted

todas vuestras acciones a la prueba de la caridad, y vuestra conciencia os contestará: no

solamente os evitará el hacer mal, sino que os hará hacer bien, porque no basta una

virtud negativa, sino que es necesario la acción de la voluntad; para no hacer mal, basta

muchas veces la inercia y la indiferencia.

Amigos míos, dad gracias a Dios que ha permitido que pudiéseis gozar de la luz

del Espiritismo, no porque los que la poseen pueden ser los únicos que se salven, sino

porque, ayudándoos a comprender mejor las enseñanzas de Cristo, hace de vosotros

mejores cristianos. Haced, pues, que al veros se pueda decir, que verdadero espiritista y

verdadero cristiano, son una sola cosa y una misma cosa: porque todos los que practican

la caridad, son los discípulos de Jesús, cualquiera que sea el culto a que pertenezcan.

(Pablo, apóstol. París, 1860.)

La beneficencia


La beneficencia

 

15. Queridos amigos; todos los días oigo decir entre vosotros: "Soy pobre, no

puedo hacer caridad"; y veo también que os falta la indulgencia para vuestros

semejantes; nada les perdonais, y os constituís en jueces, a menudo severos, sin

preguntaros si estaríais satisfechos de que hicieran otro tanto con vosotros. ¿Acaso la

indulgencía no es también caridad? Los que sólo podéis hacer la caridad indulgente,

hacedla al menos, pero hacedla con grandeza. Por lo que hace a la

caridad material, voy a contaros una historia del otro mundo.

Dos hombres acaban de morir: Dios había dicho: "Durante la vida de esos

hombres, se pondrá en un saco cada una de sus buenas acciones, y a su muerte, se

pesarán los sacos". Cuando estos hombres llegaron a su última hora, Dios se hizo llevar

los dos sacos; el uno era grande, ancho, bien lleno, resonaba el metal que lo llenaba; el

otro era pequeño, y tan delgado, que se veían los escasos cuartos que contenía; cada

uno de estos hombres reconoció el suyo. Este es el mio, dijo el primero, lo reconozco,

he sido rico y he dado mucho. Este es el mío, dijo el otro, yo siempre he sido pobre, ¡ay

de mí!; casi no tenía nada para distribuir. Pero, ¡oh sorpresa!, puestos los dos sacos en la

balanza, el más grande se volvió ligero y el más pequeño pesó tanto, que hizo caer

mucho la balanza de su parte. Entonces Dios dijo al rico: Tú has dado mucho, verdad

es, pero has dado por ostentación y para ver figurar tu nombre en todos los templos del

orgullo, y dando, no te has privado de nada; ve a la izquierda y puedes estar contento si

tu limosna se toma en cuenta por alguna cosa. Después dijo al pobre: Tú has dado muy

poco, amigo mío; peró cada uno de los cuartos que están en la balanza, representa una

privación para ti; si no has hecho limosna, has hecho caridad, y lo mejor es que la has

hecho naturalmente, sin pensar que se tomaria en cuenta; tú has sido indulgente, no has

juzgado a tu semejante, y aun le has disimulado todas sus acciones; pasa a la derecha y

ve a recibir tu recompensa". (Un espíritu protector. Lyon, 1861).

REENCARNACIÓN Y CULTURA

REENCARNACIÓN Y CULTURA

 

Quienes, con todo, amaron mucho en el pretérito, pueden estar sufriendo

en el mundo, pero sufriendo por amor.

En las labores constructivas, en la renuncia a la vida en gloriosos mundos

mientras continúan en la Tierra ayudando a los que permanecen en la

retaguardia purgatoria.

Esas almas se adicionan de sublimados valores.

Contabilizan en el Libro de los Cielos, ilimitados créditos.

Para los que menospreciaran los bienes de la inteligencia y de la cultura,

les abre el Espiritismo, con la perspectiva de la Reencarnación, amplios

panoramas de renovación.

El “nacer de nuevo”, del maravilloso diálogo de Jesús con Nicodemo; el

“nacer del aguar y del espíritu”, (y no el “nacer” apenas simbolizando la

renovación espiritual, sin el rescate de los crímenes cometidos) constituye un

mensaje de esperanza para las almas que lloran en valles sombríos, aunque

transitorios, de los Planos Inferiores.

La Reencarnación, la llamada “bendición del recomienzo”, instruye a

todos los fracasados del camino, a todos los que fracasaron en variados

intentos.

Ofréceles la certeza de nuevas existencias de renovación y

perfeccionamiento.

Les brinda, como si fuese un cariñoso “recado de Dios”, para sus hijos

menos dichosos, oportunidades para que retornen al mundo. Sí,

verdaderamente, es la Reencarnación un amoroso servicio de Dios para la

Humanidad.

Les posibilita el retorno a las candilejas terrestres, para que con los actos

positivos del Bien, neutralicen los perniciosos efectos generados por los actos

negativos del Mal, generados en los desvaríos de la Inteligencia y en la

perversa aplicación de la Cultura no evangelizada.

Cuando se habla o escribe sobre Reencarnación, es imperioso que se

piense en la Cultura, porque sin la repetición de las experiencias, (decenas,

centenas de veces), los primeros hombres serían aún hoy, unos brutos salvajes.

¿Cómo aprendieron?

¿Con quién aprendieron?

Con el Espiritismo, que predica y difunde el intercambio espiritual entre

los mundos “moradas del Padre”, no es difícil que comprendamos cómo y con

quién aprendieron los primitivos hombres terrícolas.

MARTINS PERALVA

¿Por qué conocer el espiritismo?


¿Por qué conocer el espiritismo?


La mayoría de las personas, viviendo la vida atribulada de hoy, no está interesada en los problemas fundamentales de la existencia. Primero se preocupa por sus negocios, por sus placeres, por sus problemas particulares.

Piensa que cuestiones como la «existencia de Dios» y «la inmortalidad del alma» les corresponde a los sacerdotes, a los ministros religiosos, a los filósofos y a los teólogos. Cuando todo anda bien en sus vidas, no se acuerda de Dios, y cuando se acuerda, es apenas para hacer una oración o ir a la iglesia, como si tales actitudes fuesen simples obligaciones que todos deben desembarazarse de una forma u otra.

La religión pasa a ser una mera formalidad social, algo que las personas deben tener y nada más; a lo mucho, les sirve para descargar la conciencia, para estar bien con Dios. Tanto así, que muchos ni siquiera alimentan una firme convicción en aquello que profesan, albergando serias dudas respecto de Dios y de la continuidad de la vida después de la muerte. Pero cuando tales personas son sorprendidas por un gran problema, una desastrosa caída financiera, la pérdida de un ser querido, una enfermedad incurable (hechos que suceden en la vida de todos) no encuentran en sí mismas la fe necesaria, ni la comprensión para enfrentar el problema con coraje y resignación, cayendo invariablemente, en la desesperación.

El conocimiento espirita nos abre una visión amplia y racional de la vida, explicándola de una manera convincente y permitiéndonos iniciar una transformación íntima, aproximándonos a Dios.

Extraído del libro

Doctrina espirita para principiantes.

Perdona nuestras deudas


“Perdona nuestras deudas, así como nosotros

perdonamos a nuestros deudores”

 

La influencia trascendental del perdón puede ser valorada por un hecho

aparentemente simple: el de su inclusión por parte de Jesús, en uno de los más

importantes documentos del Evangelio, como tal lo es, “El Padre Nuestro.”

Suponemos que bastaría con esto para que no quedasen dudas en cuanto a

su valor, sobre todo, en cuando la necesidad de su práctica y de su cultivo

sincero.

Innumerables veces, hace el Maestro referencia al perdón, destacándolo

como a un valioso e indispensable imperativo para la evolución humana.

Indagado por Pedro sobre si “tuviese que perdonar siete veces”, le

responde que debía perdonar “setenta veces siete”, lo que equivale a decir:

perdonar indefinidamente. Tantas veces cuantas fueran necesarias.

No tenía Jesús, evidentemente, la intención de fijar en cuatrocientas

noventa veces, el límite para realizar su ejercicio.

Sería absurdo creer en lo indisculpable de la ofensa número cuatrocientos

noventa y uno…

Lo que el Maestro nos quiso decir fue eso: “perdonar todas las veces que

seamos ofendidos”

Diez o veinte, cien o quinientas, mil o diez mil, billones o billones de

billones…

Perdonar indefinidamente.

Cualquier persona de mediana comprensión, entenderá esto.

Cuando el mismo Pedro, olvidando el consejo del Cristo, cortó la oreja al

siervo del Sumo Sacerdote, en el Getsemaní, renovó él su enseñanza sobre le

perdón ordenando: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen

espada, a espada perecerán”

En esa ocasión, como se ve, no se limitó a enseñar el perdón, explicó

también las consecuencias, según la Ley de Causas y Efectos, según la

Reencarnación.

Cuando enseñaba el “Padre Nuestro”, a los discípulos les acentuaba: “Si,

por lo tanto, no perdonaras a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará

las ofensas”

Del “Padre Nuestro”, sólo explicó Jesús el párrafo referido al perdón, lo

cual es bien significativo en cuanto a su valor e importancia.

En otras expresivas demostraciones sin palabras, lo ejercitó a lo largo de

su ministerio en manera amplia, completa, integral, culminando con aquel:

“Padre, perdónalos pues no saben lo que hacen”, en la intercesión en favor de

sus verdugos, en el momento de la cruz.

Al incluirlo en el “Padre Nuestro”, quiso Jesús hacer un legado,

permanente y definitivo a la Humanidad.

Siendo la “oración modelo”, que abarca alabanza, ruego y

reconocimiento, todas las corrientes del Cristianismo necesitan de adoptarla.

Lo que significa, decir; diariamente, aquí o en otro lugar, sería ella recitada por

toda la humanidad terrestre.

MARTINS PERALVA

PERDÓN


PERDÓN

El concepto del perdón, según el Espiritismo, es idéntico al del Evangelio,

que es su fundamente: concesión indefinida de oportunidades para que el

ofensor se arrepienta, el pecador se recomponga, y el criminal se libere del mal

y se levante redimido, hacia la ascensión luminosa.

Quien perdona, según el concepto espírita cristiano, olvida la ofensa.

No conserva resentimientos.

No conviene al aprendiz sincero, bajo pena de ultraje a la propia

conciencia, adoptar un perdón formal, aparente y socialmente hipócrita.

Perdón formal es el que no tiene moldura evangélica.

Guarda rencor.

Se alegra con los fracasos del adversario.

Le niega el amparo moral y material.

En lo relativo a las ventajas que devienen del perdón evangélico, (y no del

formal), podemos destacar su influencia, saludable y benéfica, en toda la

trayectoria evolutiva del ser humano.

En el curso de toda la eternidad

En el plano físico y en el espiritual.

En la vida presente, en la del Espíritu y en las futuras.

Con relación a la vida presente, quien perdona obtiene la gracia de la

conciencia tranquila.

Se torna impenetrable por el mal.

Da impulso evolutivo a la propia alma.

Y finalmente, avanza en la senda del perfeccionamiento.

En lo tocante a la vida del espacio, después de la muerte física, el perdón

asegura la discontinuidad del mal.

Se evitan de esta forma, las terribles obsesiones en las regiones inferiores.

Simbiosis psíquicas, en dramas pavorosos, desarrollándose en el Espacio, en

donde almas torturadas luchan durante años o siglos.

En cuanto a las vidas futuras, el acto sincero de perdonar hoy, tiene la

facultad de posibilitar mañana, reencarnaciones felices, liberadas de

compromisos oscuros.

Reconocemos que no siempre es fácil amar al ofensor; Mas, perdonarle la

ofensa, comprendiéndole la ignorancia y la desventura, (Y no la maldad), es

menos difícil.

La referencia al perdón en el “Padre Nuestro”, (oración de todos los días),

“oración de cabecera”, como que rebela el objetivo, generoso y compasivo de

Nuestro Señor, en el sentido de cotidianamente forzarnos a pronunciar la

sublime palabra: PERDÓN.

Y, como nuestros Instructores Espirituales nos enseñan que “la disciplina

antecede a la espontaneidad, (el contacto verbal con el perdón), “Perdónanos

nuestras ofensas, así como nosotros también perdonamos a los que nos

ofenden”, nos dará, seguramente, recursos para que lo practiquemos con

benevolencia y amor.

 
MARTINS PERALVA

JESÚS Y EL PERDÓN


JESÚS Y EL PERDÓN
El perdón es uno de los capítulos más simples y al mismo tiempo uno de los más importantes de las enseñanzas de Jesús. Antes de Él no se había conferido a este tema la relevancia que merecía. El Nazareno ya sabía de los innumerables perjuicios que los resentimientos producen en el alma humana, y que solamente el perdón sería capaz de liberar al individuo de la esclavitud de sus penas y remordimientos. El Maestro apuntó a los aspectos fundamentales de esa virtud que necesitaba ser desarrollada.Conocía el atraso espiritual de la humanidad, e indicó los caminos necesarios para el cambio de paradigmas, para la aceptación de conceptos y conductas que ofrecieran al ser humano mejores condiciones para conquistar mayor felicidad. La felicidad habría de ser el resultado de la pureza espiritual, pero ¿cómo llegar a ser puro si se alimentan rencores, disgustos, remordimientos, resentimientos? Por eso dijo Jesús: "...depositad vuestra ofrenda al pie del altar e id a reconciliaros con vuestro hermano; recién después volved para presentarla". No se puede ir en busca de Dios cuando se conservan manchas en el altar de la conciencia. Reconciliémonos primero con nuestro prójimo, limpiemos nuestra conciencia, y después estaremos en mejores condiciones para hacer la ofrenda de nuestro trabajo al Creador.

a) Todos cometen errores

El Mesías se propuso que las personas tomaran conciencia de que todos cometemos errores, que cometemos faltas graves, y por ese motivo no podemos acusar severamente ni punir a nuestro prójimo sin compasión. Cuando el dijo que "...no debemos juzgar para no ser juzgados" o que "...no arrojáramos piedras al tejado del vecino cuando el nuestro es de vidrio", estaba dirigiéndose a lo más profundo del ser humano, a la conciencia. Ese punto es importante en la medida que cada uno desea ser perdonado por sus errores, aunque no siempre esté dispuesto a perdonar las faltas cometidas por sus semejantes en contra de él. Si quiero ser perdonado deberé perdonar; con la misma medida con que yo mida seré medido: estos son elementales principios de justicia. En la famosa anécdota de la mujer sorprendida en adulterio, por ejemplo, los hombres querían apedrearla y el Maestro los reprendió al decirles: "Quien nunca haya pecado que le arroje la primera piedra". Nadie osó lanzar ninguna piedra porque todos habían cometido errores. Él mismo se limitó a hacer un llamado a sus conciencias.

Jesús trataba de abrir la mente de las personas para que cumplieran las leyes de Dios, pues perdonar es un deber de los seres humanos. Quien no perdona infringe la ley y padecerá las consecuencias de sí mismo.

b) Cuantas veces perdonar.

El segundo de los puntos abordados por el Maestro Galileo se refiere a perdonar siempre. La respuesta que dio a Pedro, en cuando a que deberíamos perdonar setenta veces siete veces, establece que perdón debe ser una praxis del ser humano que no tendrá límites. El perdón no puede ser una puerta que se abra o se cierre según nuestros caprichos. El perdón es de índole trascendente, espiritual, y forma parte de los cánones de la ley divina. Aunque una sola vez omitiéramos perdonar, eso produciría una inmensa energía rencorosa suficiente para destruir la armonía de la mente. Perdonar siempre significa haber convertido al perdón en un hábito sano de higiene espiritual. Significa estar abierto a la compasión y no considerar que el perdón sea un acto reservado exclusivamente a los espíritus elevados. Jesús lo enseñó y eso indica que tenemos plenas condiciones para perdonar y ser perdonados.

c) A quién perdonar.
Jesús no hacía distinciones entre los seres humanos. Sabía que la ignorancia de las leyes de Dios era la tónica de aquella época en que predominaba la pena del talión: "ojo por ojo, diente por diente". El perdón a los enemigos era inadmisible. Sin embargo, su propuesta consistía en perdonar tanto a los amigos como a los enemigos. El mismo dio el ejemplo en ese sentido al disculpar las indecisiones de Pedro, el acto irreflexivo de Judas y a quienes lo calumniaron y persiguieron hasta matarlo. Incluso en los instantes finales de su existencia rogó a Dios: "Padre, perdónalos, no saben lo que hacen".

Tan importante como perdonar a los otros es que nos perdonemos a nosotros mismos. Nos referimos al auto-perdón de nuestros errores. Desde el punto de vista psicológico el auto-perdón evita que lleguemos a penetrar en la terrible zona del remordimiento, capaz de provocar la destrucción absoluta del sistema de equilibrio psíquico. Como consecuencia de los sentimientos de culpa muy intensos aparecen las peligrosas psicosis, enfermedades tales como la esquizofrenia y otros trastornos del comportamiento. Lógicamente se debe evitar la repetición de un error que, sin embargo, podrá ser reparado mediante un trabajo sustancial en la dirección del bien. La bondad repara las faltas; el remordimiento destruye el alma.

d) Cuando debemos perdonar.
Estamos en camino, en este viaje de perfeccionamiento. Por lo tanto el perdón debe ser realizado ahora, no después. Eso significa que éste es el momento de perdonar, y si no perdonáramos estaremos sometidos a nuevas encarnaciones depuradoras en el futuro, porque es imposible crecer espiritualmente mientras se conserva rencor en el corazón. Emmanuel nos ha recomendado sabiamente que "expulsemos del corazón todos los resentimientos". Esa advertencia tiene un significado psicológico, porque perdonar equivale a liberarse de las cadenas forjadas por la intranquilidad y el sufrimiento guardados en los archivos de la mente.

http://cespirita-amorfraternal.blogspot.com/2015/04/el-perdon.html

“Ninguna de las ovejas que el Padre Me confió, se perderá…”


“Ninguna de las ovejas que el Padre Me confió, se perderá…”

 
El problema de las aptitudes intelectuales es de gran importancia en el

estudio de la Reencarnación, y sugiere interpretaciones interesantes cuando es

estudiado a la luz de las diversas doctrinas religiosas o filosóficas.

Las religiones que enseñan a las personas de que tienen apenas una sola

existencia, o sea, las que avalan la idea de que el alma es creada en el mismo

momento que el cuerpo, tendrán sin lugar a dudas, demasiadas dificultades

para explicar, entre otras, la palpitante cuestión del conocimiento, la sabiduría,

y la erudición del conocimiento innato.

Difícilmente se puede comprender cómo una persona, en una existencia

de apenas una decena de años, pueda revelar privilegiada inteligencia y

sabiduría, como frecuentemente ocurre, sabiéndose que, siendo tan vastas las

ramas del conocimiento humano, fuera posible a un hombre, acumular tanto,

en tan corto plazo.

“Una encarnación es como un día de trabajo”, afirma, acertadamente un

amigo espiritual.

Es en función de esto, nuestra dificultad para comprender el cómo puede

un hombre realizar grandes y apreciables conquistas intelectuales, en los más

variados campos del saber, en un período de seis, siete o aún mismo, ocho

decenas de años.

Y esa dificultad aumentaría más, si catalogásemos a los hombres que, en

idénticos períodos, nada o casi nada aprendieran en los templos del saber, a

pesar del esfuerzo realizado.

Enfrentamos así, en una expectante y dolorosa alternativa: o Dios, el

Supremo Creador de todas las cosas, es parcial e injusto, porque crea y pone en

el mundo a sabios y a ignorantes, cuando a todos sus hijos debiera dar, como lo

hacen los más imperfectos padres terrenos, las mismas posibilidades, o

seremos inevitablemente llevados a aceptar la tesis de las religiones

reencarnacionistas de que cada existencia representa un hilo en la trama de una

inmensa cadena de sucesivas vidas, durante las cuales el Espíritu aprende y

crece, evoluciona y se enriquece de valores nuevos y consecutivos.

El Espiritismo es reencarnacionista, como tal enseña la doctrina de las

existencias múltiples; de las vidas que se renuevan, como lo hacen la mayoría

de las religiones antiguas.

El conjunto de las enseñanzas Espíritas, gira en torno del siguiente

enunciado filosófico: “Nacer, vivir, morir y renacer nuevamente, progresar

continuamente, tal es la Ley”.

El Espiritismo enmarcó en esa admirable sentencia su estructura

doctrinaria, ofreciendo una llave de Luz para los intrincados problemas que

vienen desafiando la argucia, la cultura, y el talento de innumerables

pensadores, en todas las épocas de la Humanidad.

La Reencarnación nos hace comprender a Dios como a la Suprema

Inteligencia y Suprema Justicia.

Nos hace comprenderlo como Infinita Perfección e Infinita Misericordia.

Dios, nos es mostrado a través de la Reencarnación, como un ser Justo y

Bueno, creando almas simples e ignorantes, con el fin de que, por el esfuerzo

propio ascienda todos los pináculos evolutivos, en el rumbo de la perfección

con Jesús.

Aceptando la Reencarnación, no tenemos dificultades en comprender la

promesa del Maestro, cuando dice “Ninguna de las ovejas que me confió Mi

Padre, se perderá.”

A la Luz de la Reencarnación, lo que era nebuloso se tornó límpido.

La interpretación del Evangelio se tornó menos difícil.

Más comprensible se volvió el pensamiento de Jesús.

Lo que era confuso e indescifrable pasó a reflejar, espontánea y

naturalmente, la meridiana claridad del buen sentido y la lógica.

La explicación palingenésica nos lleva, finalmente, a que mejor

comprendamos por qué existen sabios e ignorantes en el mundo, cruzando las

mismas calles, sufriendo los mismos dolores, respirando el mismo oxígeno, sin

que seamos, dolorosa y tristemente, compelidos a aceptarlo como un Padre que

usa, para con sus hijos, dos pesos y dos medidas.

La cultura, el conocimiento, y en fin, el progreso deviene de ese

maravilloso encadenamiento de existencias, durante las cuales el alma adquirió

y almacenó valiosos patrimonios intelectuales.

Sin las tesis reencarnacionistas, la explicación del progreso de las

humanidades queda incompleta, o por lo menos incomprensibles.

El observador imparcial, el historiador sensato y el hombre desprovisto de

preconcepto han de compartir con nosotros esta aseveración.

MARTINS PERALVA

“Ceñidos estén vuestros cuerpos y encendidas las candelas.”


“Ceñidos estén vuestros cuerpos y encendidas las candelas.”

Las condiciones en que despertaremos, en la espiritualidad, luego de la muerte corporal, depende, efectiva e inocultablemente, de nuestro estado evolutivo. Del rumbo que hubiéramos impreso a nuestros pasos. Del esfuerzo Evangélico emprendido. De la manera en que hayamos sabido emplear el tiempo. El Espiritismo teje, sobre este asunto, oportunas y valiosas consideraciones, aclarando así, el pensamiento del Maestro.

La situación del hombre, luego de la desencarnación, suscita el interés para los primeros instantes de la vida en la esfera subjetiva. En sí mismo el despertar, como fenómeno asombroso, es extraño, y sorprendentemente inesperado. La recuperación gradual de la memoria, en el periespíritu, con el consecuente recuerdo de sucesos que podrán darnos paz o desasosiego. El reencuentro con amigos y adversarios, en planos determinados por nuestro peso específico.

La respuesta de la Ley a nuestra permanencia en la fraternidad o a nuestra insensatez ante la grandeza de la vida, mediante indefinibles júbilos o insoportables tormentos. El conocimiento espontáneo o compulsorio, según las circunstancias y necesidades educativas, señalando, desde otras existencias, en los cuadros de la memoria supranormal, reminiscencias suaves y dulces, o dolorosas y amargas.

El nivel, la naturaleza, la duración de nuestras retrospecciones mentales. Todo esto, expresando la realidad inmanente, ha de condicionarse a los propios valores morales y espirituales de quien parte con rumbo a la Eternidad…

Resultará de la siembra que hayamos hecho, puesto que cosecharemos lo que sembramos. Representará la indefectible reacción de la Ley a nuestras actitudes, palabras y pensamientos en la vida terrena, en donde, desde hace cerca de dos mil años, venimos caminando bajo la Luz del Evangelio de Redención. Todo eso, repetimos, dependerá de la mayor o menor firmeza con que nos hubiéramos conducido en el mundo. La palabra de orden, por lo tanto, en cuanto estamos en el Plano Físico, debe ser: Atención, atención, atención…

Evidentemente el Maestro no pide santificación del día para la noche. Ninguno se acuesta pecador, para amanecer angelizado. Pero le es posible al hombre, acostarse vacío de ideas ennoblecedoras, esclavo del prejuicio y de la inseguridad, descreído y amorfo, y levantarse en la mañana siguiente renovado y feliz, deseoso de cambiar el sucio vestuario de la indolencia y de la irresponsabilidad, por la túnica sencilla, pero bien cuidada, del servidor esmerado. Ciertamente la santificación exige mucho, mas la buena voluntad, ayuda bastante. Existe un refrán harto conocido que repite, “La Noches es buena consejera.” Con todo, aquellos que lo divulgan ignoran, en su mayoría, la sustancia, la esencia del decir popular.

El Espiritismo hace la Luz sobre el asunto. Explica que, al dormirnos, nuestro espíritu parcialmente liberado, se reúne en ciertas ocasiones, con entidades amigas y generosas que le transmiten sabios consejos, preciosas advertencias, sugestiones benevolentes que nos hacen despertar más felices y esperanzados, más lúcidos e inspirados para la solución de los problemas de la vida.. En el juego de las apariencias en que se complacen los hombres, de hecho la noche es “buena consejera.” En la realidad, no obstante, excelentes compañeros, (cariñosos instructores espirituales), son los que nos esperan durante el reposo físico, para trazar valiosas directrices que posibiliten la ponderación de las complejas cuestiones que modulan nuestra experiencia evolutiva. Urge pues que ejerzamos la vigilancia.

Preservemos la salud del cuerpo y la Armonía del Espíritu. Santifiquemos nuestros ojos frente al mal. Eduquemos el oído. Controlemos la lengua. Imprimamos dirección evangélica a nuestros pasos. Evitemos el rencor, pues es monstruo que se proyecta más allá de la vida física. Absorbamos, en fin, el perfume que exhalan las eternas lecciones que el Divino Amigo nos legó, ciñendo nuestros cuerpos y encendiendo nuestras candelas.

Mientras nos encontramos en el mundo, nos es posible reflexionar con seguridad y actuar con relativo equilibrio. Entre tanto, luego del desenlace corporal, cuando se patentizan y evidencian los tumores espirituales y los desajustes psíquicos, el problema de la seguridad y del equilibrio se torna más difícil. Sin el refugio del vaso físico, que lo preserva de la acechanza de las sombras, el alma que no se movilizó en el bien, se repondrán obligada a una mayor dificultad. La hora de la gran transición es imprevisible. De este modo nos compete, permanecer atentos, manteniendo identificación con el Reino de Dios y Su Justicia, con el fin de que la partida y la llegada, no sean sucesos dolorosos.

Especialmente la llegada. Vivir en el bien, aprendiendo y sirviendo, amando y perdonando, para que el “adormecer” sea suave y el “despertar” sublime. Ciñámonos pues, con la túnica de la benevolencia y el perdón incondicional, para que la candela de la fe y del conocimiento superior, ilumine nuestros pasos, más allá de la muerte, asegurándonos la alegría que no se extingue. Y la felicidad que no se acaba…

Martins Peralva
Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”

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