PARA
LOS OBSESOS
81. PREFACIO. La obsesión es la acción
persistente que un mal Espíritu ejerce sobre un individuo. Presenta caracteres
muy diferentes, desde la simple influencia moral, sin señales exteriores
sensibles, hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades
mentales. Oblitera todas las facultades medianímicas; en la mediumnidad por la
escritura, se conoce por la obstinación de un Espíritu en manifestarse, con
exclusión de todos los otros. Los Espíritus malos pululan alrededor de la
Tierra a consecuencia de la inferioridad moral de sus habitantes. Su acción
malhechora forma parte de lasplagas que la Humanidad sufre en este mundo. La
obsesión, como las enfermedades y todas las tribulaciones de la vida, debe,
pues, ser considerada como una prueba o una expiación, y aceptada como tal. De
la misma manera que las enfermedades son resultado de las imperfecciones
físicas que hacen al cuerpo accesible a las influencias perniciosas exteriores,
la obsesión lo es siempre de una imperfección moral que lo expone a un mal
Espíritu. A una causa física se opone una fuerza física: a una causa moral, es
preciso oponer otra fuerza moral. Para precaver las enfermedades se fortifica
el cuerpo; para precaverse de la obsesión, es preciso fortificar el alma. De
ahí, para el obseso la necesidad de trabajar por su propia mejoría, lo que
muchas veces basta para librarse del obsesor, sin el socorro de personas
extrañas. Este socorro se hace necesario cuando la obsesión degenera en
subyugación y en posesión, porque, entonces, el paciente pierde a veces su
voluntad y su libre albedrío. La obsesión es casi siempre el resultado de una
venganza ejercida por un Espíritu y lo más a menudo tiene su origen en las
relaciones que el obseso tuvo con él en una existencia precedente. (Cap. X,
número 6; cap. XII, números 5 y 6). En los casos de obsesión grave, el obseso
está
como envuelto e impregnado de un fluido
pernicioso que neutraliza la acción de los fluidos saludables y los rechaza. De
este fluido es preciso desembarazarle, y un mal fluido no puede ser rechazado
por otro fluido malo. Por una acción idéntica a la del médium de curación en
los casos de enfermedad, es menester expulsar el fluido malo con la ayuda de un
fluido mejor, que en cierto modo produce
el efecto de un reactivo. Esta es la acción mecánica, pero no basta; también y
sobre todo, es necesario obrar sobre el ser inteligente, con el cual es preciso
tener el derecho de hablar con autoridad y esta autoridad corresponde sólo a la
superioridad moral: cuanto más grande es ésta, tanto mayor es la autoridad. Eso
no es todo; para asegurar la liberación es preciso llevar al Espíritu perverso
a renunciar a sus malos designios; es menester hacer nacer en él el
arrepentimiento y el deseo del bien, con ayuda de instrucciones hábilmente
dirigidas, en las evocaciones
particulares hechas con vista a su educación moral; entonces, puede
tenerse la doble satisfacción de librar a un encarnado y de convertir a un
Espíritu imperfecto. La tarea se hace más fácil cuando el obseso, comprendiendo
su situación, presta su concurso con la voluntad y la oración; no sucede lo
mismo cuando
éste seducido por el Espíritu engañador se
hace ilusiones sobre las cualidades del que le domina, complaciéndose en el
error en que le tiene este último, porque entonces, lejos de secundar, rechaza
toda asistencia. Es el caso de la fascinación, siempre infinitamente más
rebelde que la subyugación más violenta. (El libro de los médiums, cap. XIII).
En todos los casos de obsesión, la oración es un poderoso auxiliar para obrar
contra el Espíritu obsesor.
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