La historia del
evangelio espírita
El libro fue publicado, inicialmente,
con el título de Imitación del Evangelio. Kardec explica lo siguiente: "Más
tarde, por fuerza de las observaciones reiteradas del Sr. Didier y de otras
personas, lo cambié para ‘El Evangelio según el Espiritismo’, representando
un manual de aplicación moral del Espiritismo”.
El 9 de agosto de 1863, Kardec recibió
una comunicación de sus guías espirituales, sobre la elaboración del libro. La
comunicación señalaba lo siguiente: "Ese libro de doctrina tendrá
influencia considerable, porque explica cuestiones de interés capital. No
solamente el mundo religioso encontrará en el las máximas que necesita, como
las naciones, en su vida práctica, de el sorberán instrucciones excelentes.
Hiciste bien al enfrentar las cuestiones de elevada moral práctica, del punto
de vista de los intereses generales, de los intereses sociales y de los
intereses religiosos".
Afirma José Herculano Pires, en una
nota explicativa a su traducción de El Evangelio según el Espiritismo,
que el es un “libro de cabecera, de lectura diaria obligatoria, de lectura
preparatoria de reuniones doctrinarias, debe ser encarado también como libro de
estudio, para mejor comprensión de la Doctrina”.
Kardec se limitó exclusivamente a las
enseñanzas morales de Jesús, y, en la introducción, explica el por qué de esa
opción:
“Delante de
ese código divino, la propia incredulidad se curva. Es el terreno en que todos
los cultos pueden encontrarse, la bandera bajo la cual todos pueden abrigarse,
por más diferentes que sean sus creencias. Porque nunca fue objeto de disputas
religiosas, siempre y por todas partes provocadas por los dogmas. Si lo
discutieran, las sectas habrían, de hecho, encontrado en el su propia condena,
porque la mayoría de ellas se apega más a la parte mística que a la parte
moral, que exige la reforma de cada uno. Para los hombres, en particular, es
una regla de conducta que comprende todas las circunstancias de la vida privada
y pública, el principio de todas las relaciones sociales fundadas en la más
rigurosa justicia. Es, por fin, y por encima de todo, el camino interminable de
la felicidad a conquistar, una punta del velo erguido sobre la vida futura. Es
esa parte que constituye el objeto exclusivo de esta obra”.
La primera edición fue lanzada el 15
de abril de 1864, con el nombre de Imitación del Evangelio, e informada
en el volumen del mismo mes de la Revista Espírita. En la Revista
Espírita de noviembre de 1865, Kardec informa a los lectores que estaba “en
la imprenta para aparecer en pocos días” la tercera edición de El
Evangelio según el Espiritismo. Son suyas las palabras transcritas a continuación:
“Esta edición fue objeto de una revisión completa de la obra. Además de
algunas adiciones, las principales alteraciones consisten en una clasificación
más metódica, más clara y más cómoda de las materias lo que hace su lectura y
las búsquedas más fáciles”. Esa tercera edición es considerada definitiva,
sirviendo de base para las traducciones del francés para el portugués.
Aún en la introducción, notamos el
celo y el trabajo de Kardec para confeccionar el libro, al cual el daba gran
importancia.
“Reunimos
en esta obra los tramos que pueden constituir, propiamente hablando, un código
de moral Universal, sin distinción de cultos. En las citas, conservamos todo lo
que era de utilidad al desarrollo del pensamiento, suprimiendo sólo las cosas
extrañas al asunto. Además de eso, respetamos escrupulosamente la traducción
original de Sacy, así como la división por versículos. Pero, en vez de
prendernos a una orden cronológica imposible, y sin ventaja real en semejante
asunto, las máximas fueron agrupadas y distribuidas metódicamente según su
naturaleza, de manera que unas se deduzcan de las otras, tanto como sea
posible. La indicación de los números de orden de los capítulos y de los
versículos permite recurrir a la clasificación común, si se juzga conveniente”.
El Cristianismo es universal,
imponiéndose a todas las épocas, a todos los hombres y a todas las
circunstancias. Es la verdad que transciende las culturas humanas, la cual
tiende a ser reconocida por todos los pueblos, hasta los maestros locales, como
Buda, Confucio, Mahoma y otros, fueron emisarios de la gran verdad,
consubstanciada por las enseñanzas de Jesús. Y el Espiritismo, que es el
Consolador Prometido, viene a avivar esas enseñanzas y esclarecer a muchos de
ellos, hasta entonces mal interpretados. Por lo tanto, Cristianismo y
Espiritismo se conjugan, se armonizan, se completan.
Con El Evangelio según el
Espiritismo el pensamiento religioso de la humanidad entra en una nueva
etapa, la era del espíritu que las claridades de los Espíritus, por toda la
Tierra, anuncian. El hombre, el ser en el mundo, viene siendo preparado,
generación a generación, para colocar el amor en acción, superando atavismos
pasados, en la realización de la transformación moral de sí mismo y de la
humanidad. Con el Espiritismo todo queda más fácil, y con esa monumental
doctrina, no tenemos más disculpas para dar en el aplazamiento de esa misión,
pues reconocemos, en definitiva, que a “cada uno es dado según sus obras”,
y que tras la muerte, que es sólo del cuerpo, seremos responsabilizados por los
rumbos de la sociedad humana, pues de ella formamos parte y en ella tenemos el
deber de vivir de la forma más moralizada y espiritualizada que nos sea
posible.
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