La pasión
de Jesús
El Espiritismo no nos abre camino para que desertemos del mundo.
Si bien es conveniente evitar los abusos del siglo, no podemos llegar a la exageración de querer vivir fuera de él. Usufructuemos la vida que Dios nos da, respirando el mismo aire que los demás seres, nuestros hermanos.
Para atender a nuestra conciencia podemos dispensar la virtud intachable que forja la santidad ficticia.
No seamos sombras vivas ni transformemos nuestros hogares en tumbas adornadas con filigranas de adoración.
Nuestra fe no es un campo cerrado a la espontaneidad.
Encarnados y desencarnados necesitamos ser prudentes, aunque eso no indica que debamos reprimir las expansiones sanas o que por eso no nos abracemos unos a otros. La abstinencia del mal no impone restricciones al bien.
Del mismo modo que la virtud jactanciosa es un defecto como cualquier otro, la austeridad afectada es una ilusión similar a cualquier otra.
No hagamos de la vida privada una torre de marfil para encerrar los principios superiores, o un estrado de exhibición para entronizar el punto de vista.
La convicción espirita no es insensible ni impertinente.
Ser inflexible en el deber no impone la frialdad del corazón. Eludamos el proselitismo lindero con el fanatismo, pero no por eso alimentemos en los otros la aversión por nuestra fe.
Así como el rol de víctima es siempre el mejor y el más confortable, no por eso a título de representarlo podemos forzar nuestra existencia, de modo de transformar en verdugos a la fuerza a los que nos rodean.
No seamos policías del Evangelio, sino candidatos a servidores cristianos.
Ni caridad vanidosa que agrave la severidad del prójimo, ni sequedad del corazón que marchite la alegría de vivir.
Quien destila hielo, en breve se desenvolverá en una atmósfera glacial.
La creencia confinada en el orgullo desencadena desastres tan grandes como los creados por el materialismo.
No seamos compañías tediosas.
Una sonrisa de bondad no compromete a nadie.
La fe espírita reside en el justo término medio entre el bien y la virtud.
Ni el silencio perpetuo de la casi muerte, que destroza la espontaneidad, ni el hablar medroso de la inhibición al borde del ridículo.
Ni los ojos bajos de la santidad artificial, ni el ansia impulsiva de imponerse a cualquier precio.
Ni complicidad con el error que parezca vicio; ni connivencia con el mal que tenga la forma de aparente elevación.
Fe espirita es liberación espiritual. No predica la reserva calculada que anula la comunicabilidad e incomoda a los otros, ni recomienda la rigidez de hábitos que esteriliza la vida sencilla. Ni tristeza sistemática ni entusiasmo pueril.
Abstengámonos de la falsa idea religiosa susceptible de repetir los desvíos de existencias anteriores, en las cuales ejercitamos el misticismo agobiante. Desmantelemos los tabúes de la superioridad mentirosa, convencidos de que también existe el orgullo de parecer humilde.
El Espiritismo nos ofrece la verdadera confianza, razonada y renovadora; por eso el espírita no está condenado a la actividad inexpresiva o vegetante. Caridad es el dinamismo del amor. Evangelio es alegría. No es el sistema para restringir las ideas o frenar las manifestaciones: es la vacunación contra el convencionalismo absorbente.
Busquemos al pueblo —la verdadera pasión de Jesús—, convivamos con él, sintamos sus dolores y prestémosle servicio sin intenciones ocultas, de conformidad con el “amaos los unos a los otros”: la principal rutina para nuestra emancipación.
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Según la religión cristiana, la pasión de Cristo, también llamada la pasión de Jesús, se refiere a la agonía y sufrimiento que Jesús de Nazaret padeció desde su oración en el huerto de Getsemaní (justo antes de ser capturado) hasta su muerte en la cruz.
ResponderEliminarLa palabra pasión, desde el punto de vista etimológico, proviene del término latino passio, el cual a su vez deriva de pati, que quiere decir 'aguantar', 'sufrir' o 'padecer'.
En tal sentido, la pasión de Cristo remite a los sufrimientos que Jesús, centro de la fe cristiana, tuvo que padecer tras ser condenado a muerte por parte de las autoridades, que interpretaron su mensaje religioso como una amenaza para el status quo.
En el cristianismo, la pasión y muerte de Jesús de Nazaret se interpreta como vehículo de salvación ya que conduce a la resurrección de Jesús. A su vez, la resurrección confirma a Jesús como hijo de Dios y anima la fe de los cristianos en la vida eterna.
La pasión de Cristo también es interpretada como expresión de la coherencia de Jesús con su mensaje. Pero muy especialmente, es interpretada como un signo del amor de Jesús por sus hermanos en Dios, ya que Jesús se entrega voluntariamente a sus captores, salvando la vida de quienes lo acompañaban e irradiando su amor a todos los creyentes.
Desde el punto de vista teológico, la pasión y muerte de Jesús, entendida como el sacrificio por excelencia por el que todos los pecados son perdonados, invalida y suprime el concepto de sacrificio tradicional.
Por lo tanto, para el creyente cristiano, el sacrificio se circunscribe al ámbito simbólico y espiritual como expresión del amor a Dios y a los hermanos, ya que no existe sacrificio mayor que el de Jesús. Un ejemplo de sacrificio simbólico sería privarse de alguna comida para brindarla a un necesitado.
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La película La pasión de Cristo
ResponderEliminarLa pasión de Cristo es también una película estrenada el 2004 y dirigida por Mel Gibson, que relata las últimas doce horas de agonía de Jesús. Toma en cuenta los textos apócrifos y, en particular, las visiones de Anna Katharina Emmerick (1774–1824), quien habría recibido detalles de la pasión a través de revelaciones del mismo Jesús.
La película La pasión de Cristo, en inglés The passion of Christ, tiene como actores principales a Jim Caviezel como Jesús de Nazaret y a Maia Morgenstern como la Virgen María. Para dar más realismo, la película fue rodada en arameo, latín y hebreo, las lenguas corrientes en tiempos de Jesús.