La reencarnación fue borrada del cristianismo


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      Si Jesús Cristo y los primeros cristianos aceptaban la reencarnación, nos preguntamos entonces, por qué esta verdad se perdió en algún momento y por qué no forma parte de la teología cristiana oficial hoy en día.

La respuesta a esa pregunta hay que comenzar a buscarla en los eventos históricos que siguieron al Primer Concilio de Nicea en el año 325 AC, cuando el emperador romano Constantino decidió convertir el cristianismo en la religión oficial del imperio.

Sobre este tema se ha escrito mucho recientemente gracias al trabajo de historiadores y eruditos, los cuales han contribuido a una mejor comprensión de los orígenes del cristianismo apoyándose en nuevos documentos de gran valor histórico como son los códices gnósticos descubiertos en Nag Hammadi (Egipto) en 1945, que incluyen varios nuevos Evangelios, y a los Pergaminos del Mar Muerto encontrados en Qumrán a partir de 1947.

Por ejemplo, el libro Children’s Past Lives, de Carol Bowman y Steve Bowman en el capítulo 14,
“Dogma bites man”, resume muy claramente cómo ocurrió ese proceso


 EL DOGMA MUERDE AL HOMBRE

El asombroso carisma de Jesús Cristo y su ministerio de buena-nueva cambió profundamente las vidas de los que lo conocieron y siguieron. El entusiasmo y espíritu de los primeros cristianos se extendió por el Oriente Medio hasta que lo que comenzó como un inspirado culto de judíos en la polvorienta Judea creció hasta convertirse en un movimiento religioso revolucionario que abarcó todo el imperio romano.

A medida que las ideas se dispersaban, se colaban a través de las prácticas y teologías de las religiones existentes y tomó formas que Jesús no hubiera reconocido —especialmente la institución del sacerdocio para mediar entre el hombre y Dios.

Durante los primeros tres siglos de la era cristiana, no existía una sola doctrina cristiana, la teología y doctrina cristiana —interpretaciones de las enseñanzas de Cristo mezcladas con ideas de otras filosofías y religiones—eran intensamente debatidas al menos por los primeros trescientos años.

Muchos de los pilares de la fe que los cristianos toman por dado hoy eran, durante este largo período de flujo, simplemente otro punto de vista más entre muchos.

Es un hecho que algunas sectas cristianas y escritores aceptaban la reencarnación como una extensión de las enseñanzas de Cristo. Orígenes de Alejandría, uno de los aclamados Padres de la Iglesia y descrito por San Gregorio como “el Príncipe de la enseñanza cristiana en el tercer siglo”, escribió:

“Cada alma viene a este mundo fortalecida por las victorias y debilitada por las derrotas de sus vidas anteriores”.

Entonces, si la reencarnación era una idea en circulación entre los primeros cristianos, ¿por qué ha desparecido de la religión cristiana tal y como la conocemos hoy?

A principios del siglo IV, las más fuertes facciones cristianas pugnaban unas con otras por influencia y poder, mientras que al mismo tiempo el imperio romano se desmoronaba. En el año 325 aC, en una movida para tratar de renovar la unidad del imperio, el dictador absoluto Emperador Constantino convocó a los líderes de las facciones Cristianas en pugna al Concilio de Nicea.

Él les ofreció lanzar todo su poder imperial a favor de los cristianos si ellos resolvían sus diferencias y acordaban un credo único.

Las decisiones que se hicieron en este concilio crearon la fundación de la Iglesia Católica Romana. (al poco tiempo, los libros de la Biblia serían editados y “corregidos” también).

A favor de la unidad, todas las creencias que entraran en conflicto con el nuevo credo serían descartadas; en el proceso las facciones y los escritos que soportaban la reencarnación fueron desechados.

Entonces, con el aplauso y el apoyo de los líderes cristianos, Constantino procedió a eliminar las religiones competidoras, haciendo su dominio personal sobre el imperio aún más absoluto.

El resultado de este matrimonio entre Iglesia e imperio estatal trajo como resultado una nueva Iglesia hecha a la imagen del autocrático imperio romano.

Éste es el porqué de que, según algunos historiadores, la Iglesia exalta la autoridad central no cuestionada, impone un único credo dogmático, y trabaja tan duro para eliminar las ideas divergentes. Esto es muy importante porque la reencarnación cayó fuera del credo oficial.

Aparentemente algunos cristianos continuaron creyendo en la reencarnación aun después del

Concilio de Nicea, porque en el año 553 aC la Iglesia tuvo la necesidad de enfrentar de nuevo el concepto de la reencarnación y condenarlo explícitamente.

En el Segundo Concilio de Constantinopla el concepto de la reencarnación, unido con otras ideas bajo el término “preexistencia del alma”, fue decretado como un crimen merecedor de la excomunión y condenación (anatema).

Cita: “Si alguna persona afirma la fabulosa preexistencia del alma, y afirma la monstruosa restauración que sigue; que esa persona sea anatema.”

¿Por qué la Iglesia se esfuerza tanto en desacreditar la reencarnación? El impacto psicológico de la reencarnación puede ser la mejor explicación.

Una persona que cree en la reencarnación asume responsabilidad por su propia evolución espiritual a través del renacer.

Él o ella no necesitan sacerdotes, confesionarios o rituales para evitar la maldición (ideas estas que por cierto no son parte de las enseñanzas de Jesús).

Esa persona necesita solamente ocuparse de sus propios actos hacia él mismo y hacia los demás.

Creer en la reencarnación elimina el miedo al infierno eterno que la Iglesia usa para disciplinar a su rebaño. En otras palabras,

la reencarnación directamente socava la autoridad y el poder de la dogmática Iglesia.

No es de extrañar entonces que la reencarnación ponga a los defensores de la fe tan nerviosos.

A pesar del decreto del 553, la creencia en la reencarnación persistió entre los creyentes de fila.

Hicieron falta otros mil años y mucho derramamiento de sangre para completamente borrar la idea.

A principios del siglo XIII, los cátaros, una devota e iluminada secta de cristianos que creían en la reencarnación, floreció en Italia y en sur de Francia. El Papa lanzó una cruzada para detener semejante herejía, medio millón de personas fueron masacradas, villas completas de una sola vez, y los Cataros fueron totalmente barridos del mapa.

Esta purga impuso el tono de la brutal Inquisición que comenzaría pronto. No sólo la creencia en la reencarnación era causa de persecución, sino cualquier idea metafísica que cayera fuera del dogma de la Iglesia.

La criminal eficiencia de la Inquisición demostró ser efectiva. La persecución por parte de la Iglesia institucional amedrentó nuestra psiquis colectiva y nos rodeó de una cerca invisible que separa lo que es seguro de lo que es peligroso de creer.

Desde entonces, las personas que albergan ideas prohibidas han aprendido a mantener esos pensamientos para ellos mismos.

Nuestra memoria cultural aún recuerda el miedo a la represión por ser asociado públicamente con cualquier práctica de ocultismo, por usar los poderes psíquicos, o por creer en la reencarnación.

He aquí la fuente del doble estándar moral.

No es sorpresa entonces que muchas personas hoy creen en la reencarnación privadamente pero temen que si se hace público, serán atacados por ser diferentes o raras (la palabra moderna para herejía).

Tal vez si comprendemos de donde viene ese miedo, podremos negarle su control sobre nosotros y apagar esa cerca invisible. Entonces cuando nuestros niños hablen de vidas pasadas, podamos seguir nuestro corazón y no nuestros miedos —y le creamos.

Tomado del libro “La Sociedad Espiritista Cubana”

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