El peligro del ejemplo
El
comportamiento de los adultos, no solo en relación con los niños sino también alrededor de los niños, tiene sobre
ellos un poder mayor de lo que generalmente pensamos. El ejemplo es una
didáctica viva. Por esto mismo es peligroso. Acostumbramos decir que los niños
aprenden con facilidad las cosas malas y difícilmente las buenas. Y es verdad.
Pero la culpa es nuestra y no de los niños. Nuestros ejemplos ejercen mayor
influencia sobre ellos que nuestras palabras. Nuestra enseñanza oral es
casi siempre falsa, insincera. Enseñamos lo que no hacemos y queremos que los
niños sigan nuestras palabras. Pero
ellos no pueden hacer esto porque aprenden mucho más por la observación, por el
contagio social que por nuestra palabrería vacía.
Renouvier
decía que aprender es hacer y hacer es aprender. Nosotros mismos, los adultos,
solo aprendemos realmente alguna cosa cuando la hacemos. En la niñez el
aprendizaje está en función de su instinto de imitación. La niña imita a la madre (y a la profesora), el niño
imita al padre (y al profesor). De nada vale la madre y el padre, la profesora
y el profesor enseñaren buen comportamiento si no dieren ejemplo de lo que enseñan. Las palabras
entran por un oído y salen por el otro, pero el ejemplo queda, el ejemplo cala
en el alma infantil. Tagore, el poetapedagogo hindú, comparaba al niño con un
árbol. Decía que el niño se alimenta del suelo social por las raíces de la
especie, pero que también extrae de la atmósfera social la clorofila del
ejemplo. El psiquismo infantil es como una fronda abierta en el hogar y en la
escuela, agotando ávidamente las influencias del ambiente.
http://bvespirita.com/Pedagogia%20Espirita%20(J.%20Herculano%20Pires).pdf
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