Mediumnidad gratuita
7. Los médiums modernos - porque los apóstoles poseían
también la mediumnidad - han recibido igualmente de Dios un don gratuito, que
consiste en ser los intérpretes de los espíritus para la instrucción dc los
hombres, para enseñarles el camino del bien y conducirles a la fe, y no para
vender palabras que no les pertenecen, porque no son producto "de su
concepción, ni de sus investigaciones, ni de su trabajo personal". Dios
quiere que la luz llegue a todo el mundo, y no quiere que el más pobre quede
desheredado y pueda decir: No tengo fe porque no he podido pagarla; yo no he
tenido el consuelo de recibir la ayuda y los testimonios de afecto de los que
lloro, porque s-oy pobre. Por esta razón la mediumnidad no es un privilegio,
sino que se halla en todas partes y hacerla pagar sería desviarla de su objeto
providencial.
8. El que conozca un poco las condiciones en que se
comunican los buenos espíritus y su repulsión por todo lo que es de interés y
de egoísmo, sabe cuán poca cosa se necesita para alejarles; nunca podrá admitir
que los espíritus superiores estén a disposición del primero que llegue y les
llame, a tanto la sesión, pues el buen sentido rechaza tal pensamiento. ¿Acaso
no sería una profanación evocar a precio de oro a los seres que nosotros
respetamos o que queremos? Sin duda que de este modo pueden obtenerse
manifestaciones; pero, ¿quién podría garantir su sinceridad? Los espíritus
ligeros, mentirosos, traviesos y toda la cohorte de espíritus inferiores, muy
poco escrupulosos, vienen siempre a responder y están dispuestos a lo que se
les pregunta, sin que les dé ningún cuidado mentir. Luego, el que quiere
comunicaciones formales, debe, desde luego pedirlas formalmente, y después
penetrarse bien de la naturaleza de las simpatías del medium con los seres del
mundo espiritual. La primera condición para adquirir la benevolencia de los
buenos espíritus, es la humildad, el sacrificio la negación y el desinterés
"moral y material" más absoluto.
9. Al lado de la cuestión moral se presenta una
consideración efectiva no menos importante, que tiene relación con la misma
naturaleza de la facultad. La mediumnidad formal no puede ser ni será nunca una
profesión, no sólo porque sería desacreditada moralmente y muy pronto asimilada
a la de los que dicen la buenaventura, sino porque se opone a ella un obstáculo
material: el de ser una facultad esencialmente movible, fugitiva y variable, y
sobre cuya permanencia nadie puede tener una completa seguridad. Luego, para
explotarla, sería un recurso del todo incierto, toda vez que podría faltar en
el momento que fuese más necesaria. Otra cosa sucede con un talento adquirido
por el estudio y el trabajo y que por lo mismo, siendo una propiedad,
naturalmente se permite sacar partido de él. Pero la mediumnidad ni es un arte
ni es un talento, por lo cual no puede ser una profesión; sólo existe por el
concurso de los espíritus, y si éstos hacen falta, ya no hay mediumnidad; la
aptitud puede subsistir, pero el ejercicio está anulado. Así es que no hay
ningún médium en el mundo que pueda asegurar la producción de un fenómeno
espiritista en un momento dado. Explotar la mediumnidad, es pues, disponer de
una cosa que realmente no se tiene, y afirmar lo contrario seria engañar al que
la pagara; hay más aun, y es que el inédium no dispone de "sí mismo", sino de los espíritus
de las almas de los muertos, cuyo concurso se pone a precio. Este pensamiento
repugna instintivamente. El tráfico degenerado en abuso y explotado por el
charlatanismo, la ignorancia, la credulidad y la superstición, motivó la
prohibición de Moisés. El espiritismo moderno, comprendiendo lo formal del
asunto, por el descrédito que ha echado sobre esta explotación, ha elevado la
mediumnidad al rango de misión. (Véase el "Libro de los Médiums",
capítulo XXVIII. - Y el "Cielo a Infierno", cap. XII.)
10. La mediumnidad es una cosa santa que debe practicarse
santa y religiosamente. Si hay una clase de mediumnidad que requiere esta
condición y de un modo más absoluto, es la mediumnidad curativa. El médico da
el fruto de sus estudios, que ha hecho a costa de sacrificios, a menudo muy
penosos; el magnetizador da su propio fluido y muchas veces su salud: éstos
pueden poner precio a sus facultades; pero el médium que cura, sólo transmite
el fluido saludable de los buenos espíritus, y por lo tanto no tiene derecho de
venderlo, Jesús y los apóstoles, aunque pobres, no hacían pagar las curaciones
que operaban. Así, pues, el que no tenga de qué vivir, que busque recursos por
otra parte y no en la mediumnidad; que no consagre en ello, si es necesario,
sino el tiempo de que pueda disponer materialmente. Los espíritus ya tomarán en
cuenta su sacrificio y abnegación, mientras que se retirarán de los que esperan
hacer de esto un negocio.
Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec
Allan Kardec
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