Ayádate y el cielo te ayudará


Ayádate y el cielo te ayudará



1. Pedid, y se os dará: buscad y hallaréis: llamad y se os abrirá - Porque todo el que pide recibe; y el que busca, halla; y al que llame, se le abrirá. ¿O quién de vosotros es el hombre, a quien si su hijo le pidiere pan, le dará una piedra? -¿O si le pidiere un pez, por ventura le dará una serpiente? - Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos: ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará bienes a los que se los pidan? (San Mateo, cap. VII, y. de 7 a 11).


2.  Desde el punto de vista terrestre, la máxima: "Buscad y hallaréis", es análoga a esta otra: "Ayúdate que el cielo te ayudará". Es el principio de la "ley del trabajo" y, por consecuencia, de la "ley del progreso", porque el progreso es hijo del trabajo y el trabajo pone en acción las fuerzas de la inteligencia. En la infancia de la humanidad, el hombre sólo aplica su inteligencia a buscar el alimento y los medios de preservarse de la intemperie y defenderse de sus enemigos; pero Dios le ha dado más que al animal: le ha dado "el deseo incesante de mejorar". Este deseo es el que le impulsa a buscar los medios para mejorar su posición y le conduce a los descubrimientos, a las invenciones y al perfeccionamiento de la ciencia, porque la ciencia es la que le procura lo que le falta. Por medio de estas investigaciones su inteligencia aumenta y su moral se purifica; a las necesidades del cuerpo suceden las necesidades del espíritu; después del alimento material es necesario el alimento espiritual; este es el modo como el hombre pasa del estado salvaje al de civilización. Pero como el progreso que el hombre cumple individualmente, durante la vida, es muy poco, y aun imperceptible en un gran número, ¿cómo podría, pues, progresar la humanidad, sin la preexistencia y la persistencia del alma? Si las almas se fuesen todos los días para no volver jamás, la humanidad se renovaría sin cesar con elementos primitivos, teniendo que hacerlo todo y aprenderlo todo; no habría pues, razón para que el hombre estuviese más adelantado hoy que en las primeras edades del mundo, puesto que al nacer, el trabajo intelectual estaría para empezar. El alma, por el contrario, volviendo con su progreso hecho, y adquiriendo cada vez alguna cosa más, pasa de este modo gradualmente de la barbarie a la "civilización material" y de ésta a la "civilización moral". (Véase el cap. IV, número 17.)



3. Si Dios hubiese librado al hombre del trabajo del cuerpo, sus miembros estarían atrofiados; si le hubiese librado del trabajo de la inteligencia, su espíritu hubiera quedado en la infancia, en el estado de instinto del animal; por esto ha hecho que fuera una necesidad el trabajo; le ha dicho: "Busca y hallarás, trabaja y producirás"; de este modo serás hijo de tus obras, tendrás el mérito y serás recompensado según lo que hábrás hecho.



4. Haciendo aplicación de este principio, los espíritus no vienen a ahorrar al hombre el trabajo de sus investigaciones, trayéndoles descubrimientos e invenciones enteramente hechos y prontos a producir, de modo que no tenga que hacer otra cosa que tomar lo que se le pondría en la mano, sin tener el trabajo de bajar para recoger, ni menos el de pensar. Si así fuese, el más perezoso podría enriquecerse, y el más ignorante ser sabio a poca costa, y el uno y el otro atribuirse el mérito de lo que no habrían hecho. No, "los espíritus no vienen a librar al hombre de la ley del trabajo, sino a enseñarle el objeto que debe conseguir y el camino que a él conduce, diciéndole": Marcha y llegarás. Encontrarás piedras a tu paso, pero procura quitarlas por tí mismo, pues te damos la fuerza necesaria si quieres aprovecharte de ella. ("Libro de los Médiums", cap. XXVI, núm. 291 y siguientes.)



5. Desde el punto de vista moral, las palabras de Jesús significan: Pedid la luz que debe iluminar vuestro camino, y os será dada; pedid la fuerza para resistir el mal, y la tendréis; pedid la asistencia de los buenos espíritus, y vendrán a acompañaros, y como el ángel a Tobías, os servirán de guías; pedid buenos consejos y nunca os serán rehusados; llamad a nuestra puerta y se os abrirá; pero llamad sinceramente, con fe, fervor y confianza, presentáos con humildad y no con arrogancia: sin esto quedaréis abandonados a vuestras propias fuerzas, y los mismos desengaños que tengáis serán el castigo de vuestro orgullo.



Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec

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