EL ESPIRITISMO
QUE TENEMOS
PENDIENTE
Si leemos las crónicas
del período heroico
del Espiritismo en
España, salta a la vista su expresivo compromiso
social: la lucha y la reivindicación en materia de educación y derechos de los más
desfavorecidos (voto femenino, educación laica y gratuita
para todos, etc.), algo que
iba mucho más allá del concepto de caridad que los espíritas hoy manejamos y que,
reconozcámoslo, tiene más
parecido con las católicas
“campañas del kilo” que con
el despliegue moral, ideológico y humano del pasado.
Es indudable que hace
falta un Espiritismo en la
calle, que se haga eco solidario de las voces de la
ciudadanía, porque estamos
limitados a un Espiritismo
de congresos, de charlas
y cursos, y esto está muy
bien, quien lo duda, pero
parece que estemos más
predispuestos a enseñar y
aleccionar que a compartir
territorios alejados de lo estrictamente doctrinal.
No guardo mucha fe
en ese “Espiritismo” domesticado y superficial que
sólo despierta cuando viene
nuestro conferenciante favorito, o
cuando nuestras amistades o afectos tienen algún puesto organizativo
de destaque, pero que, para todo lo
demás, se desinfla... Sinceramente, dudo que este Espiritismo tenga
mucho que aportar (hay muchos
más colectivos de otros cultos o filosofías que hacen mucho más por
el desarrollo humano y/o espiritual).
Tenemos muchas carencias internas (como individuos y como colectivo en torno a un ideal), por eso
se hace vital que cada cierto tiempo
reflexionemos sobre los pasos que
estamos dando, rectifiquemos juicios y cambiemos estrategias, porque es muy posible que con la inercia de la costumbre y la tendencia
humana al menor esfuerzo, hayamos
terminado más centrados en
lo organizativo que en lo interno, y esto, puede acarrear
desequilibrios en el futuro
si nos vamos alejando del
mensaje superior y las prácticas del corazón.
Cuando lo administrativo se hace prioritario (en detrimento del cultivo interno),
la exigencia, la desconfianza
y la crítica van tomando terreno imperceptiblemente...
¿Y la entrega al prójimo?
¿Y el perdón? ¿Y la autoeducación?...
Este Espiritismo autocomplaciente y acomodado,
burocrático y autofagocitado
en sí mismo, no es lo mejor
que podemos esperar... hay
que despertar más sensibilidad en el movimiento espírita de este país; alentar la
llama de la fraternidad entre
centros e individuos (sin fraternidad el movimiento está
muerto), y desplegar más
acción y compromiso social
para que el Espiritismo se
normalice de cara a la gente
-y de paso- adquiera el significado completo que está
llamado a cumplir.
Y no dudemos ni un momento (cada vez que toque o
sea necesario), disminuirnos
para que, en cambio, brille más el
mensaje de los Espíritus buenos.
Aún estamos a tiempo...pero
nos queda mucho menos de lo que
pensamos. LUMEN (Publicado por
“Córdoba Espírita”).
Artículo extraído y adaptado (editado) del
original de Córdoba Espírita/Grupo Espírita
de la Palma.
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