Diluvio universal.
9. —Moisés profesaba evidentemente las creencias .
mas primitivas respecto á la Cosmogonía. Como los sa
bios de su tiempo, creia en la solidéz de la bóveda ce
leste, y en depósitos superiores de aguas. Este pensa
miento se vé expresado sin alegorías ni ambigüedad
en el pasage siguiente (versículos 6 y 7:) «Dijo tam
bien Dios: que sea hecho el firmamento en medio de
las aguas; y divida aguas de aguas. —Y hizo Dios el
firmamento, y dividió las aguas que estaban debajo del
firmamento de aquellas que estaban sobre el firma
mento.» (véase el capítulo V. Sistemas antiguos y
modernos acerca de los mundos, núms. 3, 4, 5.)
Una antigua creencia hacia considerar el agua co
mo el principio, el elemento generador primitivo; y
por esto, sin duda, no habla Moisés de la creacion de
las aguas que parece existían ya . «Las tinieblas cu
brían el abismo», es decir, las profundidades del espa
cio que la imaginacion se representaba vagamente
ocupado por las aguas y en las tinieblas antes de la
creacion de la luz, por lo cual sin duda dice Moisés
que «el Espíritu de Dios era llevado sobre las aguas.»
La tierra se supone formada en medio de las aguas y
habia que aislarla, para lo cual se supuso que Dios ha
bia hecho el firmamento, bóveda sólida que separaba
las aguas de lo alto de las que habian quedado sobre
la tierra.
Para comprender ciertas partes del Génesis, hay
que colocarse forzosamente en el punto de vista de las
ideas cosmogónicas del tiempo del cual es reflejo.
10. —Esta doctrina no es sostenible hoy, dados los
progresos de la Física y de la Astronomía (1); no obs
tante, Moisés atribuye esas palabras al mismo Dios, y
como expresan un hecho evidentemente falso , de dos
cosas una; ó Dios se equivocó en el relato que hizo de
su obra, ó bien ese relato no es una revelacion divina.
No siendo admisible la primera suposicion, hay que
convenir en la segunda, esto es , que expresó sus pro
pias ideas. (Capítulo 1." núm. 3.)
(1) Por grosero que sea el error de tal creencia, no por
eso se de
ja de inculcarla en nuestros dias á los niños en las
escuelas, y de pro
clamarla en los pulpitos como verdad sagrada. Con mucho
recelo al
gunos preceptores se atreven á aventurar alguna
interpretacion ó ex
plicacion que atenúe su falsedad, aun en el ánimo de los
niños, par
no precipitarlos fatalmente en la incredulidad. Cómo se
evitaré que
ésta sobrevenga mas tarde?
11. —Moisés está más en lo cierto cuando dice que
Dios formó al hombre con barro de la tierra (2). La
ciencia nos muestra, en efecto, (cap. X), que el cuer
po del hombre está compuesto de elementos tomados
de la materia inorgánica, ó si se quiere del barro de la
tierra.
La muger, formada de una costilla de Adam, es
una alegoría pueril en apariencia si se la toma á la le
tra, pero profunda si se toma el sentido. Tiene por ob
jeto enseñar que la muger es de la misma naturaleza
que el hombre, y por consecuencia igual á él ante
Dios, y no una criatura estraña hecha como las de
más para ser esclavizada y tratada como cosa de me
nos valer. Salida de su propia carne, la idea de la
igualdad es más saliente, que si hubiese sido formada
del mismo barro; esto es decir al hombre que la mujer
es su igual, á quien debe amar como parte de sí
mismo.
(2) De la voz hebrea- haadam, hombre, se ha hecho el
nombre
Adam; y haadma, tierra, tienen la misma raiz.
12. —Esa creacion milagrosa é instantánea, tenia
algo de fantástico que debia herir la imaginacion de
espíritus incultos que ninguna idea tenían de las
leyes generales, siendo por lo tanto incapaces de abra
zar el conjunto y comprender lo infinito. El espectá
culo del universo sacado de la nada en algunos dias
por un solo acto de la voluntad creadora, era para
ellos la prueba más explendente del poder de Dios. En
efecto, ¿qué pintura más sublime y más poética de ese
acto podía darse, que las palabras: «Dijo Dios: que la
luz sea, y la luz fué.» Dios les hubiera parecido me
nos grande y poderoso, creando el universo por el
cumplimiento lento y gradual de las leyes naturales;
necesitaban aquellas imaginaciones obtusas algo de
maravilloso que saliese de las vías ordinarias; pues de
otro modo hubiesen dicho que Dios no era más hábil
que los hombres. Una teoría científica y razonada de
la creacion, los hubiera dejado fríos é indiferentes.
Los hombres primitivos son como los niños, á quie
nes no conviene dar otro alimento intelectual que
aquel que su inteligencia pueda comprender. Hoy,
iluminados por la antorcha de la ciencia, descartemos
los errores materiales de la recitacion de Moisés, mas
no le reconvengamos por haber hablado el lenguaje
de su tiempo, sin lo cual no se le hubiese comprendido
ni aceptado.
Respetemos esas enseñanzas que hoy nos parecen
pueriles, así como respetamos los apólogos que han
divertido y aleccionado nuestra infancia, y abierto
nuestra inteligencia, enseñándonos á pensar. Con esos
cuadros ha inculcado Moisés en el corazon de los pri
meros hombres la fé en Dios y en su poder, fé senci
lla que más tarde debia depurarse á la luz de la cien
cia. Porque sepamos hoy leer de corrido, no despre
ciemos la cartilla y el caton en que aprendimos á de
letrear.
No desechemos el Génesis biblico; al contrario, es
tudiémosle á fondo, como lo hacemos con la historia
de la infancia de los pueblos. Es una epopeya rica en
alegorías, cuyo sentido oculto conviene desentrañar, y
que es preciso comentar y explicar con el auxilio de
las luces de la razon y de la ciencia. Y al hacer re
saltar las bellezas poéticas y las instrucciones envuel
tas en el lenguaje figurado, no temamos demostrar
los errores que contenga en interés mismo de la reli
gion. Se la respetará más cuando esos errores no sean
impuestos á la fé como verdades, y Dios aparecerá á
nuestros ojos más grande y más poderoso, cuando se'
conozca en toda su extension lo maravilloso de sus
obras, y la profunda sabiduría de sus leyes que cuan
do su nombre está asociado á errores manifiestos.
Extraído del libro “EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL
ESPIRITISMO”
Allan Kardec
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