LAS VERDADES DEL ESPIRITISMO.

LAS VERDADES DEL ESPIRITISMO.
 José Aniorte Alcaraz.

     La doctrina de los espíritus, podemos resumirla en tres puntos principales: la naturaleza del Espíritu, su destino, y las leyes superiores que rigen el Universo.

     Lo más importante para nosotros es saber, ante todo, qué somos, de donde venimos y adonde vamos.
     El ser humano tiene dos cuerpos; uno de materia grosera que lo relaciona con el mundo físico, y otro fluídico con el cual entra en comunicación con el mundo de los espíritus.

     El cuerpo físico se desvanece, se desintegra cuando se produce la muerte. El cuerpo fluídico es indestructible, pero se transforma según el estado evolutivo del Espíritu. Éste debe considerarse como el cuerpo verdadero, el molde sobre el cual se desenvuelve la vida física. Con el acoplamiento de él se modelan los órganos y agrupan las células; él es quien garantiza su funcionamiento.

     El periespíritu o cuerpo fluídico, es el agente de todas las manifestaciones de la vida, lo mismo en la Tierra como en el Espacio. Tiene toda la vitalidad y energía que necesita el cuerpo para nacer y desarrollarse.

    El Espíritu piensa, siente, es feliz o sufre, es luminoso o se envuelve en las sombras. No podemos verlo ni imaginarlo, es una fuerza mental en constante evolución, no podemos darle una forma visible porque es imposible; en esto sí que podemos decir que Dios nos hizo a su semejanza. El Espíritu puede llegar a ser un dios, participar en la creación y expansión del Universo, interpretando y cumpliendo la voluntad de Dios. Por mucha elevación y perfección que alcance el Espíritu,

a diferencia de Dios, siempre tiene sus limitaciones: el Espíritu tiene necesidad de un cuerpo fluídico para manifestarse, para encarnar y desencarnar, para trabajar, evolucionar, para tener una identidad visible que refleje su verdadera personalidad. Este cuerpo fluídico, es el periespíritu, que está compuesto de una combinación de fluidos semi-materiales, es el intermediario entre el Espíritu y el cuerpo físico; es también como un espejo que refleja y toma la verdadera imagen que el Espíritu tiene
creada en su mente. Esta imagen puede ser sublime y luminosa, enferma o animalizada. A medida que la imagen creada en la mente del Espíritu va cambiando, esta imagen reflejada en el periespíritu también va cambiando.

     El espíritu humano está destinado a habitar alternativamente dos mundos diferentes, el físico y el espiritual;  su organismo debe contener todos los elementos capaces de ponerle en relación con esos mundos, para poder lograr  en ellos su progreso espiritual.

     El alma humana tiene los gérmenes de nuevos sentimientos que emergerán y se manifestarán durante el curso de existencias futuras, ampliando cada vez más el camino que debemos seguir hacia nuestra redención espiritual. Los esfuerzos que debemos hacer para conseguir este objetivo, se encuentran en correlación con el grado de nuestro adelanto, y en correspondencia directa con el medio en que habitamos. Todo se encadena y se armoniza en la vida física, y en el orden moral de las cosas.

     El ser humano actual tiene los elementos necesarios para su grandeza futura; con su  progresión verá manifestarse a su alrededor y en todas las cosas, cualidades que aún le son desconocidas. Aprenderá a conocer fuerzas y poderes cuya existencia no puede sospechar.

     El Espíritu, con el cuerpo físico es como un prisionero en un calabozo, y el ser inteligente y seguro de sí mismo, debe vivir su vida con total normalidad, hacer de ella algo útil y provechoso, y cuando deje la prisión de la carne, podrá gozar de los beneficios obtenidos. La libertad definitiva, sólo se consigue con la muerte del cuerpo. Conociendo y estudiando estos diferentes aspectos de nuestra existencia, es como se llegará al conocimiento real de lo que en realidad somos. El hombre dejará de ser para sí mismo un misterio vivo; ya no estará como hasta hoy, ignorando las nociones precisas sobre su naturaleza espiritual y su porvenir.




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