Educando
al Pensamiento 7
Objetivos:
- Prevención del suicidio
- Educación
Procedimiento:
- Pides permiso a Dios.
- Leer en voz alta la lectura asignada [El Libros de los Espíritus].
- Meditar y/o analizar lo leído.
- Dar Gracias.
Lectura
VI.-
Hastío de la vida.- Suicidio
957.
El suicidio, ¿qué consecuencias acarrea, en general, sobre el
estado del Espíritu?
-
Las consecuencias del suicidio son muy diversas. No existen penas
fijas, y en todos los casos son siempre relativas a las causas que lo
han ocasionado. Pero una consecuencia a la que el suicida no puede
escapar es la contrariedad.
Por otra parte, la suerte que corren no es la misma para todos.
Depende de las circunstancias. Algunos expían de inmediato su falta,
y otros en una nueva existencia, que será peor que aquella cuyo
curso natural han interrumpido.
En
efecto, muestra la observación que las consecuencias del suicidio no
resultan siempre iguales. Pero hay las que son comunes a todos los
casos de muerte violenta y resultado de la brusca interrupción de la
vida. Está, en primer lugar, la más prolongada y más tenaz
persistencia del lazo que une al Espíritu con el cuerpo, puesto que
ese vínculo casi siempre se halla en toda su fuerza en el instante
en que es roto, mientras que en los casos de muerte natural se ha ido
debilitando gradualmente y con frecuencia se halla ya desatado antes
que se extinga por entero la vida. Las resultas de tal estado de
cosas son la prolongación de la turbación espírita, y luego, el
engaño que durante un tiempo más o menos largo induce al Espíritu
a creer que se cuenta
todavía en el número de
lo vivientes.
La
relación que persiste entre el Espíritu y el cuerpo produce en
algunos suicidas una especie de repercusión del estado del cuerpo
sobre el Espíritu, el cual siente así, a pesar suyo, los efectos de
la descomposición de la materia, que le hacen experimentar una
sensación llena de angustias y de horror, y ese estado podrá
prolongarse por tanto tiempo cuanto debiera haber durado la vida que
ellos han interrumpido. Tal efecto no es general. Pero en ningún
caso el suicida se halla libre de las consecuencias de su falta de
valor, y tarde o temprano expiará su culpa, de una manera u otra.
Así pues, ciertos Espíritus, que habían sido muy infelices en la
Tierra, declararon haberse suicidado en su existencia anterior, y
también haberse sometido voluntariamente a nuevas pruebas para
intentar sobrellevarlas con más resignación. En algunos, se trata
de una especie de apego a la materia, de la que en balde tratan de
desembarazarse para volar hacia mundos mejores, pero cuyo acceso les
está impedido. En la mayoría de ellos sobreviene la pena de haber
hecho algo inútil, puesto que no experimentan con eso más que
desilusión.
La
religión, la moral y todas las filosofías condenan el suicidio como
contrario a la ley natural. Todas ellas nos dicen, en principio, que
no nos asiste el derecho de abreviar voluntariamente nuestra propia
vida. Pero, ¿por qué no tenemos ese derecho? ¿Por qué no somos
libres de poner término a nuestros sufrimientos? Estaba reservado al
Espiritismo demostrar, con el ejemplo de los que sucumbieron a él,
que el suicidio no es sólo una falta en cuanto constituye infracción
a una ley moral, consideración ésta que para algunos individuos es
de poco peso, sino un acto estúpido, pues nada se gana con él, sino
todo lo contrario. Y no es la teoría la que nos lo enseñe, son los
hechos que el Espiritismo pone ante nuestros propios ojos. 127
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El argumento espírita contra el suicidio no es sólo moral, como se
observará, sino también biológico, afirmándose en el principio de
ligazón entre el Espíritu y el cuerpo. La muerte, como fenómeno
natural, tiene sus leyes, las cuales el Espiritismo descubrió por
medio de una rigurosa investigación. El sufrimiento del suicida se
produce por la arbitraria violación de esas leyes: Es como arrancar
por la fuerza una fruta verde del árbol. Las estadísticas
demuestran que la incidencia del suicidio es mayor en los países y
las épocas en que la ambición y el materialismo se acentúan,
provocando más abusos y la excitación de las pasiones. La falta de
una organización social justa y de una educación
para todos es la causa de los crímenes y los suicidios. “…
abolid los abusos de vuestra sociedad y vuestros prejuicios, y no
tendréis ya suicidios”. [N. de J. H. Pires.]
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