1848 y 1869: Fechas Memorables
1848 y 1869: Fechas Memorables
Vicios, Defectos y Virtudes
Vicios, Defectos y Virtudes
3- El, PARAISO PERDIDO. (1)
El, PARAISO PERDIDO. (1)
15.—Bajo una imágen pueril y á veces ridicula, si
se atiende á la forma, la alegoría oculta á veces las
verdades más profundas. ¿Puede darse fábula al pare
cer más absurda que la de Saturno, un dios devoran
do las piedras que se figura son sus hijos? Pero al mis
mo tiempo ¿qué puede imaginarse más profundamente
filosófico y verdadero que esas figuras, desentrañando
su sentido moral? Saturno es la personificacion del
tiempo, y como todas las cosas son obra del tiempo,
es padre de todo lo que existe y todo tambien lo des
truye. Saturno devorando piedras, es el emblema de
la destruccion por el tiempo de los cuerpos más duros,
que son sus hijos, pues que con el tiempo se han for
mado. ¿Y quién escapa de la destruccion del tiempo,
segun esta misma alegoría? Júpiter, el emblema de la
inteligencia superior, del principio espiritual, que es
indestructible. Esta imágen es tan natural, que en el
lenguaje moderno, sin alusion á la fábula antigua, se
dice de una cosa deteriorada por su antigüedad que ha
sido devorada por eMiempo, que el tiempo la ha cor
roido ó desolado.
16.—Toda la mitología pagana es en realidad un
extenso estudio alegórico de las diversas fases buenas
y malas de la humanidad. Para quien sabe desentra
ñar su espíritu, es un curso completo de la más alta
filosofía, como lo son por su estilo las fábulas moder
nas. Lo absurdo era tomar la forma por el fondo. Pero
los sacerdotes paganos no enseñaban mas que la for
ma, séa que algunos no supiesen más, ó séa que tuvie
sen interés en mantener á los pueblos en creencias que
favoreciendo su dominacion, les eran más productivas
que la filosofía. La veneracion del pueblo á la forma,
era una fuente inagotable de riquezas, por los donati
vos acumulados en los templos, las ofrendas y sacri
ficios hechos á los Dioses, en provecho de sus repre
sentantes ó ministros. Un pueblo ménos crédulo hu
biera dado ménos á las imágenes, á las estátuas, á los
emblemas y á los oráculos, y Sócrates fue condenado
como impío á beber la cicuta, por haber querido secar
esa fuente, poniendo la verdad en lugar del error. A
la sazon no estaba aún en uso el quemar vivos á los
hereges, pero quinientos años despues Cristo fue con
denado á infamante muerte como impío, porque como
Sócrates, quiso sustituir el espíritu á la letra y porque
su doctrina esencialmente espiritual, destruía la su
premacía de Ios-escribas, fariseos y doctores de la ley.
17. —Lo mismo sucede con el Génesis, en el cual
hay grandes verdades morales bajo figuras mate
riales, que, tomadas á la letra, serian tan absurdas co
mo si en nuestras fábulas se tomaran al pié de la letra
las escenas y los diálogos que se atribuyen á los ani
males.
Adam es la personificacion de la humanidad; su fal
ta individualiza la debilidad del hombre, en quien pre
dominan los instintos materiales á los que no sabe re
sistir.
El árbol, como árbol de la vida, es el emblema de
la vida espiritual; como árbol de la ciencia, es el de
la conciencia que el hombre adquiere del bien y del
mal por el desarrollo dé su inteligencia y del libre al
bedrío, en virtud del cual escoge entre ambos; indica
el estado aquel en que el alma del hombre, dejando de
ser guiada solo por el instinto, toma posesion de su li
bertad y contrae la responsabilidad de sus actos.
El fruto del árbol es el emblema del objetivo de los
deseos materiales del hombre; es la alegoría de todo
apetito desordenado; resume bajo una misma figura
los motivos de inclinacion al mal; y comer de él, es
sucumbir á la tentacion (1). Crece en medio del jar
din de delicias, para dar á entender que la seduccion
está en el fondo mismo del placer, y recordar al mis
mo tiempo que si el hombre da la preferencia á los go
ces materiales, se apega á la tierra y se aparta del ca
mino de su destino espiritual.
La muerte con que se le amenaza si infringe la pro
hibicion que se le hace, es un aviso de las consecuen
cias inevitables, tanto físicas como morales, que acar
rea la violacion de las leyes divinas grabadas en su
conciencia. Es evidente que no se trata aquí de la
muerte corporal, puesto que, despues de su pecado,
Adam vivió aún mucho tiempo; sino de la muerte es
piritual, es decir, de la pérdida de los bienes que re
sultan del adelantamiento moral, de cuya pérdida es
imágen la inmediata expulsion del jardín de delicias.
La serpiente está lejos de representar hoy el tipo de
la astucia. Es, pues, en este pasage, con relacion ásu
forma, más que á su carácter, una alusion á la perfi
dia de los malos consejos que se arrastran como la
serpiente y de los cuales muchas veces, por esta ra
zon, no se desconfia. Por otr.i parte, si la serpiente
fue condenada á arrastrarse sobre su vientre, pur ha
ber engañado á la muger, se deduciría que antes ten
dría piernas, en cuyo caso no seria serpiente. ¿A qué
fin imponer á la credulidad sencilla de los niños como
verdades, alegorías tan evidentes, y que falseaudo su
juicio, les hacen luego mirar los libros sagrados como
un tejido de fábulas absurdas?
(1) En ningun texto el fruto del árbol prohibido esti
especificado
por la manzana, solo en las versiones infantiles se
encuentra esta palabra. La palabr i del texto hebreo es peri, que tiene las
mismas
acepciones que en frances la pal bra pomme, sin
determinacion d»
especie, y que puede tomarse en sentido material, moral v
alegorico,
propio y figurado. Entre los israelitas no hay
interpretacion obliga
toria; cuando se encuentra una palabra que tiene varias
acepciones,
cada cual le aplic < la que le parece más propi ), á
condicion de que
no sea contraria al sentido gramatical. La palabra peri ha
sido tra
ducida al latin por mahim, que se dice de la manzana y de
toda es
pecie de fruta: cuya palabra malum es derivada de la griega
melon,
participio del verbo melo, que significa interesar, poner
cuidado,
atraer.
Extraído del libro “EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL
ESPIRITISMO”
Allan Kardec
LOS PASOS DE JESÚS
LOS PASOS DE JESÚS
“Os he dicho estas cosas estando con vosotros; pero el defensor, el Espíritu Santo, el que el Padre enviará en mi nombre, él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho.”
(Juan, XIV, 25-26).
La Religión de Jesús es la eterna Religión de la Luz y de la Verdad. Ella no se limita a la práctica de simples virtudes, tal como los hombres creen. Abarcando los amplios horizontes de la Vida Espiritual, nos enseña los medios indispensables para adquirir la Inmortalidad. La Religión de Jesús no desaparece en la tumba, sino que se eleva como un Sol majestuoso más allá del sepulcro; donde todo parece sumergirse en tinieblas, en la nada, la Verdad y la Vida se manifiesta con todo su fulgor. ¡La Religión de Jesús no es la Religión de la Cruz, sino la Religión de la Luz! ¡No es la Religión de la Muerte, sino la de la Vida! ¡No es la Religión de la Desesperanza, sino la de la Esperanza! ¡No es la Religión de la Venganza, sino la de la Caridad! ¡No es la Religión de los Sufrimientos, sino la de la Felicidad! La muerte, la desesperación, el martirio, los sufrimientos, son oriundos de las religiones humanas, así como la Cruz es el instrumento de suplicio inventado por los verdugos de la vieja Babilonia, de la Roma Primitiva, cuyos señores masacraban cuerpos y almas, infringiendo los preceptos del Decálogo. La Religión de Jesús no es la Religión de la Fuerza, sino la Religión del Derecho. Cuando las multitudes absortas se acercaban al Maestro querido, para oír sus prédicas investidas de Fe, perfumadas de Caridad y resplandecientes de Esperanza, nunca el Joven Nazareno
les hizo señales con una cruz; nunca pretendió poner sobre los hombros de sus infelices hermanos el peso del madero infamante. Por el contrario, los atraía con su mirada piadosa, con sus exhortaciones sublimes y con sus amorosos consejos; para todos tenía palabras de perdón, de afecto y de consuelo. A los afligidos y desanimados les decía: “Venid a mí, vosotros que estáis sobrecargados; aprended de mí, que soy humilde y manso de corazón; llevad sobre vosotros mi yugo, que es suave, mi carga, que es ligera, y tendréis descanso para vuestras almas.” La gran misión de Jesús fue destruir todas las cruces que el mundo había levantado; arrasar todos los calvarios. Él fue el portador del bálsamo para todas las heridas, del consuelo para todas las aflicciones, de la luz para todas las tinieblas. Sólo aquél que tuvo la dicha de recorrer las páginas del Nuevo Testamento y acompañar los pasos de Jesús desde su nacimiento hasta su muerte y gloriosa resurrección, bien podrá valorar en qué consiste la Doctrina del Resucitado. Es admirable ver al Gran Evangelizador en medio de la plebe harapienta, repartiendo, con todos, los tesoros de su amor. Les hablaba la lengua del Cielo; los convidaba a la regeneración, a la perfección; les hacía percibir el futuro lleno de promesas saludables; los animaba a buscar las cosas de Dios; finalmente, procuraba grabar en aquellas almas, turbadas por el sufrimiento, el benévolo reflejo de la Vida Eterna, que Él tenía por misión ofrecer a todas las almas. Jesús no fui el emisario de la espada, el gladiador que lleva el luto y la muerte a la familia y a la sociedad; sino el Médico de las Almas, el Príncipe de la Paz, el Mensajero de la Concordia; el Gran Exponente de la Fraternidad y del Amor a Dios. A lo largo de los caminos pedregosos por donde pasó, por las ciudades y aldeas, el Maestro animaba a sus oyentes a ser buenos, les mostraba los tesoros del Cielo y a todos les garantizaba el auxilio de ese Dios Invisible, cuyo amparo se extiende a los pájaros del cielo y a los lirios de los campos.
Tras su admirable Sermón de la Montaña, y para demostrar la acción de sus palabras, cura a un leproso que, postrado a sus pies, lo adora, diciendo: “¡Señor, si quieres, puedes curarme!” En su viaje por Cafarnaum, un centurión se aproxima a él y le pide que cure a su criado: el ejército celestial se pone en movimiento y el enfermo se restablece. Llegando a la ciudad de Cafarnaum, entra en casa de Pedro y encuentra en la cama, presa de una fiebre maligna, a la suegra de este. Inmediatamente, a la imposición de sus manos compasivas, la pobre anciana se levanta. Acompañado de sus discípulos, en una barca en el Mar de Galilea, se desencadena una tempestad, el viento sopla fuerte y las olas se encrespan. Los discípulos, llenos de pavor, llaman al Maestro, y a una palabra suya los vientos cesan y el mar se calma. Cuando llegan a la otra orilla, él retira una legión de Espíritus malignos que obsesaban a un pobre hombre. Al salir nuevamente de la tierra de los gadarenos y de vuelta a Cafarnaum, unos hombres se aproximan al Nazareno y le llevan un paralítico que yacía en una camilla. El enfermo recibe el perdón de sus faltas y el hombre, curado, da gracias a Dios. Jairo, uno de los dirigentes de la sinagoga, sabiendo los grandes prodigios realizados por Jesús, corre a su encuentro y le pide que libere a su hija de la muerte. Mientras Jesús camina hacia la casa de Jairo, una mujer que sufría, hacía doce años, molestias incurables, le toca la túnica y sana. Llegando el Maestro a la casa del fariseo, libra a la jovencita de las garras de la muerte. Cuando Jesús sale de la casa de Jairo, dos ciegos corren tras el Maestro, clamando: “Hijo de David, ten misericordia de nosotros” Sus ojos se abren y ellos salen a divulgar, en Galilea, las grandes cosas que el Señor les hizo. En el mismo instante un grupo de hombres le traen al hijo de Dios un mudo endemoniado; Jesús expulsa al Espíritu maligno y el mudo recupera el habla. Y en proporción que las gracias eran dadas, la multitud crecía, porque en ellas crecía la Palabra de Dios; y Jesús andaba por todas partes anunciando a todos el Reino de Dios: contaba parábolas, hacía comparaciones y, bajo la forma de alegoría, propagaba en las almas la Voluntad Suprema para que todos, evitando obstáculos, pudiesen, con el auxilio divino, liberarse de los sufrimientos oprimentes por los que pasaban. Durante un largo período de tres años consecutivos, Jesús, todo dedicado a la gran misión que tan bien desempeñó, no perdió un solo momento para dejar bien clara su tarea liberadora. Gran Reformador Religioso, derogó todos los cultos, todos los ritos, todos los sacramentos de invención humana, que sólo han servido para dividir a la Humanidad, formar sectas, constituir partidos, en perjuicio de la unificación de los pueblos, de la fraternidad que él supo proclamar bien alto. Y fue por eso que fariseos y escribas, sacerdotes, doctores de la Ley y pontífices congregados en complot maléfico, hostigaron a la muchedumbre bestializada contra el Cariñoso Rabino, y, unidos a los Herodes, a los Caifases, a los Pilatos y Tartufos; unos por malevolencia sanguinaria, otros por ambición y orgullo, otros por avaricia, vil mercancía, cobardía y servilismo, llevaron al Afectuoso Evangelizador al Patíbulo infamante, torturándolo hasta la muerte. Pero el triunfo de la Verdad no se hizo esperar; cuando todos creían muerto al Redentor del Mundo, cuando creían haber extinguido su Doctrina de Amor, he aquí que la Piedra del Sepulcro, donde habían depositado el cuerpo de Mozo Galileo, estremece al toque de los luminosos Espíritus; la cavidad de la roca se muestra vacía; Jesús se aparece a María Magdalena, resuena por todas partes el eco de la Resurrección. Triunfante de las calumnias, de las injurias, de los tormentos, de los suplicios, de la muerte, el Hijo Amado de Dios recomienza sus valiosas lecciones, embalsamando a sus queridos discípulos con los efluvios de la Inmortalidad, únicos que nos garantizan Fe viva, Esperanza sincera y Caridad eterna. No valió la prevención de los sacerdotes, la orden de Pilatos; no valieron los sellos que lacraban el sepulcro ni los soldados que lo guardaban; en el amanecer del primer día de la semana todo fue derribado, y Cristo, resucitado, volvió a la arena mundial, victorioso en la lucha contra sus terribles verdugos. Y en su narrativa llena de sencillez, dice el Evangelio, por todos los Evangelistas, que Cristo Jesús apareció después de muerto, se comunicó con los once apóstoles, se apareció a los demás discípulos, y, después, a más de quinientas personas de las cercanías de Jerusalén; les explicó nuevamente las Escrituras, les repitió la Doctrina, que no puede quedar encerrada en una tumba, ni en una Iglesia; delante de ellos realizó fenómenos estupendos, como la Maravillosa Pesca, les anunció todas las cosas que debían suceder, les garantizó la venida del Consolador, les prometió, además de eso, su asistencia hasta la consumación de los siglos, no sólo a ellos, sino a todos los que siguiesen sus pasos y se elevó a las altas regiones del Espacio, desde donde velaría por nosotros. La Religión de Jesús no consiste en dogmas y promesas falaces; es la Religión de la Realidad. Religión sin manifestaciones y comunicaciones de los Espíritus, es la misma cosa que una ciudad sin habitantes o una casa sin moradores. La Religión consiste justamente en esa comunión de Espíritus, en ese auxilio recíproco, en ese afecto mutuo. ¿Por qué es Cristo nuestra esperanza y nuestra fe? ¿Por qué le dedicamos amor, respeto y veneración? ¿Por qué le confiamos nuestras aflicciones? ¿Por qué le hacemos oraciones? ¿Por qué le dedicamos admiración y le rendimos gracias? Porque sabemos que Él puede y viene a iluminarnos la vida, a fortalecernos la creencia, nos protege y nos ampara, nos auxilia y acaricia, como un padre dedicado proporcionaría la felicidad y el bienestar a sus hijos. Pues siendo Cristo las primicias del Espíritu, como lo afirma el Apóstol Pablo; estando nosotros seguros de que Él resucitó, apareció, se comunicó, ¿por qué no pueden hacer lo mismo aquellos Espíritus que fueron nuestros amigos y parientes, aquellos que vivían con nosotros, manteniendo mutuo cariño?
En la Epístola a los Corintios, el Apóstol de la Luz, dice: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó y es nula nuestra fe.” La resurrección de Cristo implica la resurrección de los muertos; y si fuese contraria a la Ley de Dios, la manifestación, la aparición, la comunicación de los muertos, Jesús hubiera infringido esa Ley; hubiera ido al encuentro de su primer mandamiento, que dice que tenemos la obligación de obedecer a nuestro Padre Celestial, a amarLo de todo nuestro corazón, entendimiento y alma y con todas nuestras fuerzas. Pero ya que Cristo se apareció y se comunicó, es una señal segura de que la Ley de Dios consiste en la comunicación de los Espíritus. ¿Jesús no invocó, en el Tabor, a los Espíritus de Moisés y Elías? Esta es la Religión de Jesús, pues se basa en hechos irrefutables; esta es la Religión de la Fraternidad, porque tiene por base el amor verdadero, que no termina en la tumba; seguir los pasos de Jesús es lo bastante para que seamos guiados por Él y venzamos también como Él venció, la muerte, como el triunfo de la Resurrección.
“Os he dicho estas cosas estando con vosotros; pero el defensor, el Espíritu Santo, el que el Padre enviará en mi nombre, él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho.”
(Juan, XIV, 25-26).
La Religión de Jesús es la eterna Religión de la Luz y de la Verdad. Ella no se limita a la práctica de simples virtudes, tal como los hombres creen. Abarcando los amplios horizontes de la Vida Espiritual, nos enseña los medios indispensables para adquirir la Inmortalidad. La Religión de Jesús no desaparece en la tumba, sino que se eleva como un Sol majestuoso más allá del sepulcro; donde todo parece sumergirse en tinieblas, en la nada, la Verdad y la Vida se manifiesta con todo su fulgor. ¡La Religión de Jesús no es la Religión de la Cruz, sino la Religión de la Luz! ¡No es la Religión de la Muerte, sino la de la Vida! ¡No es la Religión de la Desesperanza, sino la de la Esperanza! ¡No es la Religión de la Venganza, sino la de la Caridad! ¡No es la Religión de los Sufrimientos, sino la de la Felicidad! La muerte, la desesperación, el martirio, los sufrimientos, son oriundos de las religiones humanas, así como la Cruz es el instrumento de suplicio inventado por los verdugos de la vieja Babilonia, de la Roma Primitiva, cuyos señores masacraban cuerpos y almas, infringiendo los preceptos del Decálogo. La Religión de Jesús no es la Religión de la Fuerza, sino la Religión del Derecho. Cuando las multitudes absortas se acercaban al Maestro querido, para oír sus prédicas investidas de Fe, perfumadas de Caridad y resplandecientes de Esperanza, nunca el Joven Nazareno
les hizo señales con una cruz; nunca pretendió poner sobre los hombros de sus infelices hermanos el peso del madero infamante. Por el contrario, los atraía con su mirada piadosa, con sus exhortaciones sublimes y con sus amorosos consejos; para todos tenía palabras de perdón, de afecto y de consuelo. A los afligidos y desanimados les decía: “Venid a mí, vosotros que estáis sobrecargados; aprended de mí, que soy humilde y manso de corazón; llevad sobre vosotros mi yugo, que es suave, mi carga, que es ligera, y tendréis descanso para vuestras almas.” La gran misión de Jesús fue destruir todas las cruces que el mundo había levantado; arrasar todos los calvarios. Él fue el portador del bálsamo para todas las heridas, del consuelo para todas las aflicciones, de la luz para todas las tinieblas. Sólo aquél que tuvo la dicha de recorrer las páginas del Nuevo Testamento y acompañar los pasos de Jesús desde su nacimiento hasta su muerte y gloriosa resurrección, bien podrá valorar en qué consiste la Doctrina del Resucitado. Es admirable ver al Gran Evangelizador en medio de la plebe harapienta, repartiendo, con todos, los tesoros de su amor. Les hablaba la lengua del Cielo; los convidaba a la regeneración, a la perfección; les hacía percibir el futuro lleno de promesas saludables; los animaba a buscar las cosas de Dios; finalmente, procuraba grabar en aquellas almas, turbadas por el sufrimiento, el benévolo reflejo de la Vida Eterna, que Él tenía por misión ofrecer a todas las almas. Jesús no fui el emisario de la espada, el gladiador que lleva el luto y la muerte a la familia y a la sociedad; sino el Médico de las Almas, el Príncipe de la Paz, el Mensajero de la Concordia; el Gran Exponente de la Fraternidad y del Amor a Dios. A lo largo de los caminos pedregosos por donde pasó, por las ciudades y aldeas, el Maestro animaba a sus oyentes a ser buenos, les mostraba los tesoros del Cielo y a todos les garantizaba el auxilio de ese Dios Invisible, cuyo amparo se extiende a los pájaros del cielo y a los lirios de los campos.
Tras su admirable Sermón de la Montaña, y para demostrar la acción de sus palabras, cura a un leproso que, postrado a sus pies, lo adora, diciendo: “¡Señor, si quieres, puedes curarme!” En su viaje por Cafarnaum, un centurión se aproxima a él y le pide que cure a su criado: el ejército celestial se pone en movimiento y el enfermo se restablece. Llegando a la ciudad de Cafarnaum, entra en casa de Pedro y encuentra en la cama, presa de una fiebre maligna, a la suegra de este. Inmediatamente, a la imposición de sus manos compasivas, la pobre anciana se levanta. Acompañado de sus discípulos, en una barca en el Mar de Galilea, se desencadena una tempestad, el viento sopla fuerte y las olas se encrespan. Los discípulos, llenos de pavor, llaman al Maestro, y a una palabra suya los vientos cesan y el mar se calma. Cuando llegan a la otra orilla, él retira una legión de Espíritus malignos que obsesaban a un pobre hombre. Al salir nuevamente de la tierra de los gadarenos y de vuelta a Cafarnaum, unos hombres se aproximan al Nazareno y le llevan un paralítico que yacía en una camilla. El enfermo recibe el perdón de sus faltas y el hombre, curado, da gracias a Dios. Jairo, uno de los dirigentes de la sinagoga, sabiendo los grandes prodigios realizados por Jesús, corre a su encuentro y le pide que libere a su hija de la muerte. Mientras Jesús camina hacia la casa de Jairo, una mujer que sufría, hacía doce años, molestias incurables, le toca la túnica y sana. Llegando el Maestro a la casa del fariseo, libra a la jovencita de las garras de la muerte. Cuando Jesús sale de la casa de Jairo, dos ciegos corren tras el Maestro, clamando: “Hijo de David, ten misericordia de nosotros” Sus ojos se abren y ellos salen a divulgar, en Galilea, las grandes cosas que el Señor les hizo. En el mismo instante un grupo de hombres le traen al hijo de Dios un mudo endemoniado; Jesús expulsa al Espíritu maligno y el mudo recupera el habla. Y en proporción que las gracias eran dadas, la multitud crecía, porque en ellas crecía la Palabra de Dios; y Jesús andaba por todas partes anunciando a todos el Reino de Dios: contaba parábolas, hacía comparaciones y, bajo la forma de alegoría, propagaba en las almas la Voluntad Suprema para que todos, evitando obstáculos, pudiesen, con el auxilio divino, liberarse de los sufrimientos oprimentes por los que pasaban. Durante un largo período de tres años consecutivos, Jesús, todo dedicado a la gran misión que tan bien desempeñó, no perdió un solo momento para dejar bien clara su tarea liberadora. Gran Reformador Religioso, derogó todos los cultos, todos los ritos, todos los sacramentos de invención humana, que sólo han servido para dividir a la Humanidad, formar sectas, constituir partidos, en perjuicio de la unificación de los pueblos, de la fraternidad que él supo proclamar bien alto. Y fue por eso que fariseos y escribas, sacerdotes, doctores de la Ley y pontífices congregados en complot maléfico, hostigaron a la muchedumbre bestializada contra el Cariñoso Rabino, y, unidos a los Herodes, a los Caifases, a los Pilatos y Tartufos; unos por malevolencia sanguinaria, otros por ambición y orgullo, otros por avaricia, vil mercancía, cobardía y servilismo, llevaron al Afectuoso Evangelizador al Patíbulo infamante, torturándolo hasta la muerte. Pero el triunfo de la Verdad no se hizo esperar; cuando todos creían muerto al Redentor del Mundo, cuando creían haber extinguido su Doctrina de Amor, he aquí que la Piedra del Sepulcro, donde habían depositado el cuerpo de Mozo Galileo, estremece al toque de los luminosos Espíritus; la cavidad de la roca se muestra vacía; Jesús se aparece a María Magdalena, resuena por todas partes el eco de la Resurrección. Triunfante de las calumnias, de las injurias, de los tormentos, de los suplicios, de la muerte, el Hijo Amado de Dios recomienza sus valiosas lecciones, embalsamando a sus queridos discípulos con los efluvios de la Inmortalidad, únicos que nos garantizan Fe viva, Esperanza sincera y Caridad eterna. No valió la prevención de los sacerdotes, la orden de Pilatos; no valieron los sellos que lacraban el sepulcro ni los soldados que lo guardaban; en el amanecer del primer día de la semana todo fue derribado, y Cristo, resucitado, volvió a la arena mundial, victorioso en la lucha contra sus terribles verdugos. Y en su narrativa llena de sencillez, dice el Evangelio, por todos los Evangelistas, que Cristo Jesús apareció después de muerto, se comunicó con los once apóstoles, se apareció a los demás discípulos, y, después, a más de quinientas personas de las cercanías de Jerusalén; les explicó nuevamente las Escrituras, les repitió la Doctrina, que no puede quedar encerrada en una tumba, ni en una Iglesia; delante de ellos realizó fenómenos estupendos, como la Maravillosa Pesca, les anunció todas las cosas que debían suceder, les garantizó la venida del Consolador, les prometió, además de eso, su asistencia hasta la consumación de los siglos, no sólo a ellos, sino a todos los que siguiesen sus pasos y se elevó a las altas regiones del Espacio, desde donde velaría por nosotros. La Religión de Jesús no consiste en dogmas y promesas falaces; es la Religión de la Realidad. Religión sin manifestaciones y comunicaciones de los Espíritus, es la misma cosa que una ciudad sin habitantes o una casa sin moradores. La Religión consiste justamente en esa comunión de Espíritus, en ese auxilio recíproco, en ese afecto mutuo. ¿Por qué es Cristo nuestra esperanza y nuestra fe? ¿Por qué le dedicamos amor, respeto y veneración? ¿Por qué le confiamos nuestras aflicciones? ¿Por qué le hacemos oraciones? ¿Por qué le dedicamos admiración y le rendimos gracias? Porque sabemos que Él puede y viene a iluminarnos la vida, a fortalecernos la creencia, nos protege y nos ampara, nos auxilia y acaricia, como un padre dedicado proporcionaría la felicidad y el bienestar a sus hijos. Pues siendo Cristo las primicias del Espíritu, como lo afirma el Apóstol Pablo; estando nosotros seguros de que Él resucitó, apareció, se comunicó, ¿por qué no pueden hacer lo mismo aquellos Espíritus que fueron nuestros amigos y parientes, aquellos que vivían con nosotros, manteniendo mutuo cariño?
En la Epístola a los Corintios, el Apóstol de la Luz, dice: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó y es nula nuestra fe.” La resurrección de Cristo implica la resurrección de los muertos; y si fuese contraria a la Ley de Dios, la manifestación, la aparición, la comunicación de los muertos, Jesús hubiera infringido esa Ley; hubiera ido al encuentro de su primer mandamiento, que dice que tenemos la obligación de obedecer a nuestro Padre Celestial, a amarLo de todo nuestro corazón, entendimiento y alma y con todas nuestras fuerzas. Pero ya que Cristo se apareció y se comunicó, es una señal segura de que la Ley de Dios consiste en la comunicación de los Espíritus. ¿Jesús no invocó, en el Tabor, a los Espíritus de Moisés y Elías? Esta es la Religión de Jesús, pues se basa en hechos irrefutables; esta es la Religión de la Fraternidad, porque tiene por base el amor verdadero, que no termina en la tumba; seguir los pasos de Jesús es lo bastante para que seamos guiados por Él y venzamos también como Él venció, la muerte, como el triunfo de la Resurrección.
Extraído del libro
https://espiritismo.es/Descargas/libros/Parabolas_de_Jesus.pdf
Amor, Alimento De Las Almas
Amor, Alimento De Las Almas
Nueva Revisión 2018 libro de Génesis de Gustavo N Martínez es Basura Espiritual
Nueva Revisión 2018 libro de Génesis de Gustavo N Martínez es Basura Espiritual
Este video es una Nueva Revisión 2018 del libro de Génesis de la Confederación Espirita de Argentina, CEA de Gustavo N. Martínez su traductor, es Basura Espiritual, pues contiene una mera interpretación del Traductor... con cambio del orden de ideas del original, incluyendo el cambio de palabras que se habían expresado de una forma y el traductor lo cambia a su manera. Ejemplo el término "Sentido Litúrgico", fue cambiado a "Sentido Sagrado", en el capítulo I, Caracteres de la Revelación Espirita. Estos religiosos espiritualistas no pueden seguir metiendo su mano en las traducciones de los Libros Codificados. Los Espiritualistas de la Confederación Espirita de Argentina CEA, ni el Consejo Espirita Internacional, ni la Federación Espirita de Brasil FEB, ni la Federacion Espirita de España FEE, ni Divaldo Pereira Franco, ni Gustavo N. Martínez, ni han entendido que el Espiritismo pertenece a la humanidad.
La Caratula con imágenes religiosas y de Jesús, en la traducción de referencia 2018, no es conforme a la Revisión 1ra del Libro de Génesis. El Espiritismo no es una Religión. El Espiritismo es Moralizador y Consolador al mundo, según expresado en Génesis Capitulo I, ítem #42.
Porque no respetar el contenido original, y reservar el atornillar un sentido religioso. Sabemos
que la CEA, en sus inicios sin aval espiritual vincularon la Religión al Espiritismo en contra de las instrucciones de Allan Kardec ...
El que aprecia más el sufragio de los hombres que el de Dios, prueba que tiene más fe en los hombres que en Dios, y que la vida presente es más apreciable para él que la vida futura; ó lo que es lo mismo, -que no creé en la vida futura; si dice lo contrario, obra como si no creyese en lo que dice.
Interesante, aquí vemos la manipulación de la adulteración fragante. Donde el Consejo Espirita Internacional CEI se valieron a sabiendas de una copia adulterada por ellos mismos.
Aquí está la MALDAD y la INFAMIA... con la adulteración del Libro de Génesis, otra vez en 2018.
https://youtu.be/_nJcTtw8e9w
2- El, PARAISO PERDIDO. (1)
2 El,
PARAISO PERDIDO. (1)
8. Y habiendo oido la voz del Señor Dios que se pasea
ba en el paraiso al aire despues del medio dia, escondióse
Adam y su mujer de la presencia del Señor Dios en medio
del ár bol del paraiso.
9. Y llamó al Señor Dios á Adam, y díjole: ¿En dónde
estás?—10. El respondió: Oí tu voz en el paraiso: y tuve
temor, porque estaba desnudo, y escondíme. — 11. Y díjo
le: ¿Y quien te ha dicho que estabas desnudo, sino el ha
ber comido del árbol, de que te mandé, que no comieras!
—12. Y dijo Adam: La mujer, que me diste por compa
ñera, me dió del árbol, y comí. —13. Y dijo el Señor Dios
á la mujer: ¿Porqué has hecho esto? Ella respondió: La
serpiente me engañó, y comí.
14. Y dijo el Señor Dios á la serpiente: Por cuanto has
hecho esto, maldita eres entre todos los animales, y bes
tias de la tierra: sobre tu pecho andarás, y tierra come
rás todos los dias de tu vida.—15. Enemistades pondré
entre tí y la mujer, y entre tu linage y su linage: ella
quebrantará tu cabeza, y tu pondrás asechanzas á su cal
cañar.
16. Dijo así mismo á la mujer: Multiplicaré tus dolores
y tus preñeces: con dolor parirás los hijos, y estarás bajo
la potestad de tu marido y él tendrá dominio sobre tí.
17. Y á Adam dijo: Por cuanto oiste la voz de tu mu
jer, y comiste del árbol, de que te habia mandado, que
no comieras, maldita será la tierra en tu obra: con afanes
comerás do ella todos los dias de tu vida. —18. Espinas y
abrojos te producirá, y comeras la yerba de la tierra. —
19. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que
vuelvas á la tierra de la que fuiste tomado: porque polvo
eres, y en polvo te convertirás.
20. Y llamó Adam el nombre de su mujer Eva, por
cuanto era madre de todos los vivientes.
21. Hizo tambien el Señor Dios á Adam y á su mujer
unas túnicas de pieles, y vistiólos: —22. Y dijo: Hó aquí
Adam, como se ha hecho uno de nos, sabiendo el bien y
el mal, ahora pues, porque no alargue quizá su mano, y
tome tambien del árbol de la vida, y coma, y viva para
siempre. (Él dijo, Jehová Eloini: He aquí, el hombre
ha sido como uno de nosotros para el conocimiento
del bien y del mal; y ahora puede extender la mano y
tomar del árbol de la vida (veata pen ischlach yado ve
lakach mehetz hachayim); y comerá y vivira eterna
mente.
23. Y echóle el Señor Dios del Paraiso del deleite, pa
ra que labrase la tierra, de la que fué tomado.
24. Y echó fuera á Adam, y delante del paraíso puso
querubines (1) y espada que arrojaba llamas, y andaba al
rededor para guardar el camino del árbol do la vida.
(1) Del hebreo cherub, keroub, buey, charab, labrar. Angeles
del segundo coro de la primera gerarquía, que se
representaban con
cuatro alas, cuatro caras, y piés de buey
Extraído del libro “EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL
ESPIRITISMO”
Allan Kardec
LAS CONVERSIONES EN LA HORA DE LA MUERTE
LAS CONVERSIONES EN LA HORA DE LA MUERTE
“Jesús contestó: ¿No tiene doce horas el día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque le falta la luz.”
(Juan, XI, 9-10).
Uno de los hechos significativos que se han observado en las religiones de los hombres, y muy especialmente en la Iglesia Romana, es el de la conversión del hereje cuando se le aproxima la muerte. Esos hechos son incluso comunes, sea porque el rebelde a la creencia, al aproximarse la hora fatal se agarra a todas las tablas que él cree que son de salvación y se declara convertido; sea porque, incluso contra la voluntad del delincuente, y cuando se trata de un personaje de renombre, la Iglesia lo convierte. El hecho es que escritores materialistas, librepensadores, que pasaron la vida entera negando los “santísimos sacramentos” de la Iglesia, y hasta vivieron en actitud hostil a los reverendísimos prelados, en la ante-visión de la muerte se aproximan, o se dice que se aproximan a la Religión de Roma, y, algunos, a la Religión Protestante. Parece una ley fatal, que en Psicología podría llamarse inversión de ideas, esa que separa a los sabios y pensadores personalistas de la Iglesia, e, in-extremis, los une de nuevo, tras el bautismo de la pila. El fenómeno, entretanto, es perfectamente explicable. El individuo que pertenecía a la Iglesia por herencia o donación, que le hicieron sus antepasados, llegando a la edad de la razón, no está conforme con los artículos de fe que le fueron impuestos; se considera, o lo consideran excomulgado, y en la expansión del genio, sea en el Arte, en la Ciencia o en la Filosofía, apunta con certeras flechas los dogmas sacerdotales. Y cuando el entusiasmo declina y desaparece, como una llama, por falta de combustible, vuelve a su punto de partida, inconsciente, como era antes cuando era dilecto hijo de la Iglesia. Entretanto, conviene no olvidar que ningún sabio, filósofo, artista o letrado, cuando en plena celebración de sus ideas geniales, tomó en serio el problema del ser y del destino, e incluso en sus palabras escritas y verbales, cuando alguien hacía referencia a la divinidad, no se mantenía a la altura de un verdadero hijo de Dios. Esta proposición es digna de anotar. Cada uno de ellos, destacándose lo más posible en su esfera de acción, creaba una religión personal que, forzosamente, tenía que ser absorbida por otra del mismo género, humana, que contase con mayor influencia, mayor número de individuos, como mantenedores materiales y morales de tal sistema. El número es siempre vencedor, la fuerza mayor vence a la menor; mientras la acción perdura, perdura la reacción, pero cuando aquella declina, esta vence; y así la religión del número ha vencido. El poeta en la expansión de su entusiasmo, el músico y el pintor absorbidos por la melodía de sonidos y la armonía de los colores, el filósofo absorto con la ética de los individuos, el sabio fascinado por las maravillas de la creación, el letrado extasiado con las letras, encerrado en las bibliotecas, cada cual compenetrado de las funciones que exalta su personalidad, se olvidan de los deberes espirituales para consigo, para con su semejante y para con Dios. Entonces cada uno crea su dios, a quien levanta altares, donde ellos mismos son alabados como creadores, en detrimento del Creador. Cuando llega el momento de la desilusión, en que la musa se desvanece, los oídos se cierran, la vista se oscurece, la razón se adormece, la Ciencia se degenera y la sabiduría no corresponde a las exigencias del alma, desaparece el dios que crearon, se derrumban los altares, y ellos, retrocediendo a la creencia hereditaria, llaman a las puertas de las Iglesias, que se honran en tener como hijos, aunque estén muertos, a tan grandes personalidades. No es el alma, en busca de la salvación, la que a la Iglesia causa regocijo, sino la honra del nombre del muerto, la que le satisface el orgullo. La vejez es como la infancia: se entrega inconscientemente, forzada por las circunstancias, como el recién nacido al bautismo sectario. En la víspera de la muerte física, como en el comienzo de la vida terrena, el hombre, que no descubrió los horizontes del alma, de la Inmortalidad, no indagó los arcanos celestes, las magnificencias de Dios, es siempre el mismo: infantil en su nacimiento, infantil en su decrepitud. “Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque le falta la luz.” No es el Arte, la Poesía, la Ciencia, la Filosofía, la elocuencia, la sabiduría terrena lo que dan la luz espiritual; no son los títulos honoríficos, brillantes y solemnes los que abren los ojos del alma; no es el agua, ni la sal, el óleo y media docena de palabras en lengua muerta, sino el estudio imparcial de la religión, estudio exento de preconceptos y de personalismo; es el estudio humilde con el propósito de conocer la verdad para abrazarla, es la sumisión a los designios de Dios, Causa Primera de todo cuanto existe. La ley fatal del libre albedrío, del estudio, del trabajo, del libre-examen y sobre todo de la vivencia cristiana obliga a grandes y pequeños, a sabios e ignorantes. ¿No tiene doce horas el día? Pues, estudia, trabaja, examina e investiga mientras te favorece la razón, para que, cuando te falten las fuerzas y la muerte se acerque a ti, no te atemorice ni te trague en las tinieblas.
“Jesús contestó: ¿No tiene doce horas el día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque le falta la luz.”
(Juan, XI, 9-10).
Uno de los hechos significativos que se han observado en las religiones de los hombres, y muy especialmente en la Iglesia Romana, es el de la conversión del hereje cuando se le aproxima la muerte. Esos hechos son incluso comunes, sea porque el rebelde a la creencia, al aproximarse la hora fatal se agarra a todas las tablas que él cree que son de salvación y se declara convertido; sea porque, incluso contra la voluntad del delincuente, y cuando se trata de un personaje de renombre, la Iglesia lo convierte. El hecho es que escritores materialistas, librepensadores, que pasaron la vida entera negando los “santísimos sacramentos” de la Iglesia, y hasta vivieron en actitud hostil a los reverendísimos prelados, en la ante-visión de la muerte se aproximan, o se dice que se aproximan a la Religión de Roma, y, algunos, a la Religión Protestante. Parece una ley fatal, que en Psicología podría llamarse inversión de ideas, esa que separa a los sabios y pensadores personalistas de la Iglesia, e, in-extremis, los une de nuevo, tras el bautismo de la pila. El fenómeno, entretanto, es perfectamente explicable. El individuo que pertenecía a la Iglesia por herencia o donación, que le hicieron sus antepasados, llegando a la edad de la razón, no está conforme con los artículos de fe que le fueron impuestos; se considera, o lo consideran excomulgado, y en la expansión del genio, sea en el Arte, en la Ciencia o en la Filosofía, apunta con certeras flechas los dogmas sacerdotales. Y cuando el entusiasmo declina y desaparece, como una llama, por falta de combustible, vuelve a su punto de partida, inconsciente, como era antes cuando era dilecto hijo de la Iglesia. Entretanto, conviene no olvidar que ningún sabio, filósofo, artista o letrado, cuando en plena celebración de sus ideas geniales, tomó en serio el problema del ser y del destino, e incluso en sus palabras escritas y verbales, cuando alguien hacía referencia a la divinidad, no se mantenía a la altura de un verdadero hijo de Dios. Esta proposición es digna de anotar. Cada uno de ellos, destacándose lo más posible en su esfera de acción, creaba una religión personal que, forzosamente, tenía que ser absorbida por otra del mismo género, humana, que contase con mayor influencia, mayor número de individuos, como mantenedores materiales y morales de tal sistema. El número es siempre vencedor, la fuerza mayor vence a la menor; mientras la acción perdura, perdura la reacción, pero cuando aquella declina, esta vence; y así la religión del número ha vencido. El poeta en la expansión de su entusiasmo, el músico y el pintor absorbidos por la melodía de sonidos y la armonía de los colores, el filósofo absorto con la ética de los individuos, el sabio fascinado por las maravillas de la creación, el letrado extasiado con las letras, encerrado en las bibliotecas, cada cual compenetrado de las funciones que exalta su personalidad, se olvidan de los deberes espirituales para consigo, para con su semejante y para con Dios. Entonces cada uno crea su dios, a quien levanta altares, donde ellos mismos son alabados como creadores, en detrimento del Creador. Cuando llega el momento de la desilusión, en que la musa se desvanece, los oídos se cierran, la vista se oscurece, la razón se adormece, la Ciencia se degenera y la sabiduría no corresponde a las exigencias del alma, desaparece el dios que crearon, se derrumban los altares, y ellos, retrocediendo a la creencia hereditaria, llaman a las puertas de las Iglesias, que se honran en tener como hijos, aunque estén muertos, a tan grandes personalidades. No es el alma, en busca de la salvación, la que a la Iglesia causa regocijo, sino la honra del nombre del muerto, la que le satisface el orgullo. La vejez es como la infancia: se entrega inconscientemente, forzada por las circunstancias, como el recién nacido al bautismo sectario. En la víspera de la muerte física, como en el comienzo de la vida terrena, el hombre, que no descubrió los horizontes del alma, de la Inmortalidad, no indagó los arcanos celestes, las magnificencias de Dios, es siempre el mismo: infantil en su nacimiento, infantil en su decrepitud. “Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque le falta la luz.” No es el Arte, la Poesía, la Ciencia, la Filosofía, la elocuencia, la sabiduría terrena lo que dan la luz espiritual; no son los títulos honoríficos, brillantes y solemnes los que abren los ojos del alma; no es el agua, ni la sal, el óleo y media docena de palabras en lengua muerta, sino el estudio imparcial de la religión, estudio exento de preconceptos y de personalismo; es el estudio humilde con el propósito de conocer la verdad para abrazarla, es la sumisión a los designios de Dios, Causa Primera de todo cuanto existe. La ley fatal del libre albedrío, del estudio, del trabajo, del libre-examen y sobre todo de la vivencia cristiana obliga a grandes y pequeños, a sabios e ignorantes. ¿No tiene doce horas el día? Pues, estudia, trabaja, examina e investiga mientras te favorece la razón, para que, cuando te falten las fuerzas y la muerte se acerque a ti, no te atemorice ni te trague en las tinieblas.
Extraído del libro
https://espiritismo.es/Descargas/libros/Parabolas_de_Jesus.pdf
Jesús no viene por 2nda vez, Hablemos De ESPIRITISMO, Martes 6 nov 2018, Soy Espirita
Jesús no viene por 2nda vez, Hablemos De ESPIRITISMO, Martes 6 nov 2018, Soy Espirita
Jesús no viene por 2nda vez, Hablemos De ESPIRITISMO, Martes 6 nov 2018, Soy Espirita.
Temas discutidos: La Biblia y sus contradicciones, la segunda Venida de Jesus nunca ocurrira, Leon Denis el Padre del Espiritualismo Moderno, no era Espiritista.
https://youtu.be/JV-EJbj4slE
El, PARAISO PERDIDO. (1)
El, PARAISO PERDIDO. (1)
El, PARAISO PERDIDO. (1)
13. —Capítulo III. —8. Y habia plantado el Señor
Dios un paraíso de deleite desde el principio; en el que
puso al hombre, que habia formado. —9. Y produjo el Se
ñor Dios de la tierra todo árbol hermoso á la vista, y sua
ve para comer: el árbol tambien de la vida en medio del
paraíso (2), y el árbol de ciencia de bien y de mal. (He
hizo salir Jehováh Eloim, de la tierra (mín haadama)
todo árbol bello d la vista y bueno de comer, el árbol
de vida (vehetz hachaiym) en medio del jardín, y él
árbol de la ciencia del bien y del mal.
15. Tomó pues el Señor Dios al hombre, y púsole en el
paraíso del deleite, para que lo labrase y guardase. —16.
Y mandóle, diciendo: De todo árbol del paraíso comerás.
(Y ordenó, Jeováh Eloim, al hombre, (hal haadam) di
ciendo: De todo árbol del jardin (hagan) puedes co
mer.) —17. Mas del árbol de ciencia 'de bien y de
mal no comas; porque en cualquier dia que comieres de
él, morir morirás. (Y del árbol de la ciencia del bien y
del mal (oumehetz hadaat tob vara) no comerás, porque
el dia en que comieies morirás.)
14. —Capítulo III. — 1. Pero la serpiente era mas astu
ta que todos los animales de la tierra que habia hecho ei
Señor Dios. La cual dijo á la mujer: ¿ Por qué os mandó
Dios, que no comieseis de todo árbol del paraíso? (Y la
serpiente era astuta, más que todos los animales ter
restres que habia hecho Jehováh Eloim; dijo tí la mu
jer: (el haischa) Es que ha dicho el, Floim; no come
reís de ningun árbol del jardín?—2. A lo cual respon
dió la muj;r: De la fruta de los árboles, que hay en el
paraiso, comemos. (Ella, la muger, dijo rí la serpiente;
del fruto (miperi) de los árboles del jardín podemos
comer.)—3. Mas de la fruta del árbol, que esta en medio
del paraiso, nos mandó Dios que no comiéramos, y que no
lo tocáramos,' porque no muíamos. —4. Y dijo la serpiente
á la mujer: De ninguna manera morir morireis —5. Por
que sabe Dios, que en cualquier dia que comiereis de él,
serán abiertos vuestros ojos: y sereis como dioses, sabien
do el bien y el mal.
(1) A continuacion de algunos versículos se ha puesto la
traduc
cion literal del texto hebreo, que revela con más fidelidad
el pensa
miento primitivo. El sentido alegorico resalta así con mucha
mas
claridad.
(2) Paraíso, del latín paradina, tomado del griego
paradeisos,
jardin, vergel, sitio plantado de árboles. La palabra hebrea
emplea
da en el Genesis e> hagan que tiene la misma significacion.
6. Vió pues la mujer, que el árbol era bueno para co
mer, y hermoso á los ojos, y agradable á la vista: y to
mó de su fruto, y comió: y dió á su marido, el cual co
mió. (Ella vió, la mujer, que era bueno el árbol como
alimento, y que era apetecible el árbol para compren
der (leaskil) y tomó de su fruto, etc.
Extraído del libro “EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL
ESPIRITISMO”
Allan Kardec
VIDA Y DESTINO
VIDA Y DESTINO
“Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se salvará; entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.”
(Juan, X, 8-10).
La vida es una lucha tenaz, un caminar incesante para la realización del destino. El destino es la luz que, cuanto más nos aproximamos a ella, más ilumina y resalta los horizontes de la vida. La vida material tiene el naciente y el ocaso: nace con las caricias promisorias de la aurora; muere oculta en las tinieblas de la noche. ¡Y la vida nace y renace tantas veces como las arenas del mar y los átomos del aire! En la Tierra imperan las alternativas: el día extiende su luminoso lienzo de gasa, iluminando, a los ojos humanos, las bellezas de la Naturaleza; la noche nubla las alegrías y las esperanzas con su manto tenebroso. En lo alto brillan las estrellas, pero aumentan las nubes; ahora, el aire derrama fluidos en los pétalos de las rosas y de los jazmines, perfumando la atmósfera; ahora, resuenan los rayos concentrando la savia de las plantas en el tallo trémulo de terror. En las fases tan diversas de la vida terrestre, a la pureza del alma suceden las pasiones malsanas, y, a estas, la enfermedad y la vejez abrumadora. Mientras rubios niños corren y saltan en los prados aterciopelados de musgos y sombreados por la arboleda, y los jóvenes fascinados por las grandezas y dominados por la sensualidad se internan en los lodazales, los viejos y desvalidos curvados por el peso de los años y de los dolores, caminan hacia la tumba con la esperanza del renacimiento.
En la alegría y en la tristeza, en la abundancia y en la miseria, en la vejez y en la juventud, en la salud y en la enfermedad, en la sabiduría y en la ignorancia, en la vida y en la muerte, el Espíritu puede detener su marcha ascensional hacia la Verdad, pero no se libra de su destino. En las laderas de las montañas también surgen claridades y descienden chispas luminosas. La luz del destino proyecta auroras desde el nacimiento hasta la muerte y resalta, en su plenitud, los horizontes de la Vida Eterna. Tengamos fe: la vida es una lucha tenaz para la conquista de la perfección; el destino es grandioso y crea promisorias felicidades. ¡Todo camina hacia la luz! En el camino recorrido por Cristo, brillan las verdades precursoras del destino; Él es la luz que alumbra a los hombres el derrotero de la perfección; en él está la Vida de todas las grandes almas; Él es el Camino, la Verdad y la Vida; Él nos guía hacia el destino y el destino es la Vida Eterna, donde reinan las más eternas felicidades. Tengamos fe y caminemos con la Luz de la Vida por el camino trazado por Jesús; Buen Pastor, Él quiere que tengamos vida, y nos la da en abundancia.
“Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se salvará; entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.”
(Juan, X, 8-10).
La vida es una lucha tenaz, un caminar incesante para la realización del destino. El destino es la luz que, cuanto más nos aproximamos a ella, más ilumina y resalta los horizontes de la vida. La vida material tiene el naciente y el ocaso: nace con las caricias promisorias de la aurora; muere oculta en las tinieblas de la noche. ¡Y la vida nace y renace tantas veces como las arenas del mar y los átomos del aire! En la Tierra imperan las alternativas: el día extiende su luminoso lienzo de gasa, iluminando, a los ojos humanos, las bellezas de la Naturaleza; la noche nubla las alegrías y las esperanzas con su manto tenebroso. En lo alto brillan las estrellas, pero aumentan las nubes; ahora, el aire derrama fluidos en los pétalos de las rosas y de los jazmines, perfumando la atmósfera; ahora, resuenan los rayos concentrando la savia de las plantas en el tallo trémulo de terror. En las fases tan diversas de la vida terrestre, a la pureza del alma suceden las pasiones malsanas, y, a estas, la enfermedad y la vejez abrumadora. Mientras rubios niños corren y saltan en los prados aterciopelados de musgos y sombreados por la arboleda, y los jóvenes fascinados por las grandezas y dominados por la sensualidad se internan en los lodazales, los viejos y desvalidos curvados por el peso de los años y de los dolores, caminan hacia la tumba con la esperanza del renacimiento.
En la alegría y en la tristeza, en la abundancia y en la miseria, en la vejez y en la juventud, en la salud y en la enfermedad, en la sabiduría y en la ignorancia, en la vida y en la muerte, el Espíritu puede detener su marcha ascensional hacia la Verdad, pero no se libra de su destino. En las laderas de las montañas también surgen claridades y descienden chispas luminosas. La luz del destino proyecta auroras desde el nacimiento hasta la muerte y resalta, en su plenitud, los horizontes de la Vida Eterna. Tengamos fe: la vida es una lucha tenaz para la conquista de la perfección; el destino es grandioso y crea promisorias felicidades. ¡Todo camina hacia la luz! En el camino recorrido por Cristo, brillan las verdades precursoras del destino; Él es la luz que alumbra a los hombres el derrotero de la perfección; en él está la Vida de todas las grandes almas; Él es el Camino, la Verdad y la Vida; Él nos guía hacia el destino y el destino es la Vida Eterna, donde reinan las más eternas felicidades. Tengamos fe y caminemos con la Luz de la Vida por el camino trazado por Jesús; Buen Pastor, Él quiere que tengamos vida, y nos la da en abundancia.
Extraído del libro
https://espiritismo.es/Descargas/libros/Parabolas_de_Jesus.pdf
Espiritismo Y Supersticiones
Espiritismo Y Supersticiones
Escuchando a mi Padre #7
Escuchando a mi Padre
#7
(Mes enero 2019)
Hoy estuve compartiendo con mi padre. Él me estaba
preparando Arroz con tocino. Y en la
espera entramos una excelente conversación. La cual quiero compartí contigo
algunas de ellas.
1. Una pequeña chispa, puede encender un gran
fuego.
a.
SANTIAGO
3:5 Así también la lengua es un
miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque
enciende un pequeño fuego!
2. El que no desea que lo engañen, que no
engañe.
a.
1 Juan
3:7 Hijitos, no os engañe ninguno; el que hace justicia, es justo, como él
también es justo.
b.
Santiago
1:22 Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí
mismos.
3. El arco iris sólo ocupa el tramo que Dios le
manda.
a.
Génesis
9:12-17 Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que hago entre yo y
vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por todas las generaciones:
pongo mi arco en las nubes y será por señal del pacto entre yo y la tierra. Y
acontecerá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se verá el arco en las
nubes, más. y me acordaré de mi pacto que hay entre yo y vosotros y entre todo
ser viviente de toda carne; y nunca más se convertirán las aguas en diluvio
para destruir toda carne. Cuando el arco esté en las nubes, lo miraré para
acordarme del pacto eterno entre Dios y todo ser viviente de toda carne que
está sobre la tierra. Y dijo Dios a Noé: Esta es la señal del pacto que he
establecido entre yo y toda carne que está sobre la tierra.
b.
Ezequiel
1:28 que parecía el arco del cielo que está en las nubes el día que llueve,
así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza
de la gloria del SEÑOR. Y yo lo vi, y caí sobre mi rostro, y oí voz de uno que
hablaba.
4. Para hacer el mal, no hay hombre pequeño.
a.
Génesis
6:5 Y vio el SEÑOR que la malicia
de los hombres era mucha sobre la tierra, y que todo el intento de los
pensamientos del corazón de ellos ciertamente era malo todo el tiempo.
5. Una lengua callada hace sabia una cabeza.
a.
Santiago
3: 9-10 Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella
maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen
bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
b.
Santiago
3: 6 También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros
órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno,[a] prende a su
vez fuego a todo el curso de la vida.
c.
Eclesiastés
3:7 tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de
callar, y tiempo de hablar
6. La lengua que come sal, no puede escupir
dulce.
a.
Santiago
3: 11 ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada?
b.
Efesios
4:29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea
buena para edificación, para que dé gracia a los oyentes.
Iris de la Rosa Vélez
31 marzo de 2018
Si esta lectura ha sido de mucha ayuda, por favor
compártela.
Espero vuestros comentarios y sugerencias.
Un fuerte abrazo.
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