Consideraciones
morales.
61. —Nos habeis seguido en nuestras excursiones celestes y
habeis visitado en compañía nuestra las regiones inmensas del espacio.
Han desfilado bajo nuestra vista soles y soles, sistemas y
sistemas, nebulosas y nebulosas: el panorama expléndido de la armonía del
cósmos se ha ido desarrollando ante nuestros pasos, y hemos ensayado la formacion
de una idea de lo infinito, que no podemos comprender en toda su extension,
sino despues de haber adelantado mucho en el camino de nuestra perfectibilidad.
Los misterios del éter han revelado su enigma hasta ahora indescifrable- y
hemos concebido una imágen áunque descolorida de la universalidad de las cosas.
Ahora conviene detenernos y reflexionar.
62, —Bello es sin duda haber reconocido la infinidad de la
tierra y su exigua importancia en la gerarquía de los mundos; pero no lo es
ménos haber humillado ante la grandeza absoluta la presuncion humana y la
soberbia á que somos tan inclinados; pero lo es todavía mucho más, interpretar
bajo su aspecto moral, el espectáculo de que hemos sido testigos. Me refiero á la
potencia infinita de la naturaleza y á la idea que debemos formarnos de su modo
de accion en las diversas regiones del vasto universo.
63. —Habituados como estamos á juzgar de las cosas por
nuestra pobre y pequeña morada, nos figuramos que la naturaleza no ha podido ni
debido proceder en otros mundos, de un modo diferente, ni según otras reglas
que las que aquí hemos reconocido. Mas en este punto, es precisamente en el que
debemos reformar nuestro juicio.
Fijad un instante vuestra atencion en una región cualquiera
de vuestro globo y en cualquiera de las producciones de vuestra naturaleza; ¿no
reconoceréis el sello de una variedad infinita y la prueba de una actividad sin
igual? ¿No reparáis en las alas de un canario, en el pétalo de un capullo de
rosa entreabierto, una muestra de la prestigiosa fecundidad de la bella naturaleza?
Séa que vuestros estudios recaigan sobre los séres alados que cruzan los aires,
sobre la humilde violeta de los campos, ó descienda á las maravillas que se
ocultan en las profundidades del Océano; en todo y en todas partes encontraréis
la fórmula de esta verdad universal: La naturaleza omnipotente funciona segun
los lugares, los tiempos y las circunstancias; es una en su armonía general y
múltiple en sus producciones; juega con un sol como con una gota de agua;
puebla de seres vivientes un mundo inmenso, con la misma facilidad que hace nacer
la oruga del óvulo depuesto por la mariposa de otoño.
64. —Pues si tal es la variedad que la naturaleza ha podido
ostentar en todas partes en este mundo tan limitado, ¿cuánto más debeis
extender esta cualidad pensando en las perspectivas de los grandes mundos? ¿Y
cuánto más podeis ampliar esas ideas y reconocer su inconcebible extension,
aplicándola á esos mundos maravillosos que atestiguan su incomprensible perfeccion?
No veíais, pues, en torno de cada uno de los soles del
espacio, sistemas parecidos á vuestro sistema planetario; no veiais sobre estos
planetas los tres reinos de la naturaleza que vuestra razon supone en ellos y
que se observan en el vuestro; más pensad, que así como no hay rostro ni
carácter idéntico en un todo , entre los individuos de la especie humana, del
mismo modo una diversidad prodigiosa, inconcebible, reina en esas mansiones
etéreas. Porque nuestra naturaleza animada comience en el zoófito para terminar
en el hombre; porque la atmósfera alimente mediata é inmediata mente la vida
terrestre; porque el elemento líquido la renueve sin cesar , y las estaciones
hagan sucederse en esta vida los fenómenos que la caracterizan; no váyais á.
figuraros que los millones de millones de tierras que flotan en el espacio séan
parecidas á la vuestra; lejos de eso, se diferencian segun las condiciones diversas
que les han sido departidas, y segun su papel respectivo en la escena del
mundo. Son las diminutas piedras de un inmenso mosáico, las flores várias de un
jardín interminable.
Extraído del
libro “EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO”
Allan Kardec
Allan Kardec
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