Las Leyes y las Fuerzas. 2


Las Leyes y las Fuerzas. 2
10. —Hay un fluido etéreo que llena el espacio y penetra los cuerpos. Este fluido es el éter o materia cósmica primitiva generadora del mundo y de los séres. Al éter van inherentes las fuerzas que han presidido á las transformaciones de la materia, las leyes inmutables y necesarias que rigen el mundo. Estas fuerzas múltiples, indefinidamente variadas segun las combinaciones de la matería, localizadas segun las masas, diversificadas en su modo de accion segun las circunstancias y los medios, son conocidas en la tierra bajo los nombres de pesadez, cohesion, afinidad, atraccion, magnetismo, electricidad activa, y los movimientos vibratorios del agente, bajo los de sonido, calor, luz, etc. En otros mundos se presentan bajo otros aspectos, ofrecen otros caracteres desconocidos en este, y en la inmensa extension de los cielos se ha desarrollado un número indefinido de fuerzas en una escala incomprensible, que nosotros no somos capaces de valuar en su grandeza, como el crustáceo en el fondo del Océano es incapaz de abrazar la universalidad de los fenómenos terrestres (1). Pues así como no hay mas que una sustancia simple, primitiva y generadora de todos los cuerpos, pero diversificada en sus combinaciones; del mismo modo todas esas fuerzas dependen de una sola ley universal diversificada en sus efectos que se encuentra en su origen, y que en los decretos eternos ha sido impuesta soberanamente á la creacion para constituir la armonía y estabilidad permanentes.
(1) Todo lo referimos á lo que conocemos, y no comprendemos lo que no está al alcance de nuestros sentidos, como el ciego de nacimiento no comprende los efectos de la luz y la utilidad de los ojos. Es posible, pues, que en otros medios el fluido cosmico tenga propiedades que se presten á combinaciones de que no tenemos ninguna idea, y determine efectos apropiados á necesidades desconocidas para nosotros, dando lugar á percepciones nuevas o á otros modos de percepcion. Nosotros no comprendemos, por ejemplo, que pueda verse sin luz y sin los ojos del cuerpo. ¿Pero quién nos dice que no existan otros agentes que la luz á que estén afectos órganos especiales? La vista somnambolica, que no es detenida ni por la distancia, ni por los obstáculos materiales, ni por la oscuridad, nos ofrece un ejemplo de eso. Supongamos que en un mundo cualquiera los seres sean normalmente lo que nuestros sonámbulos no son sino excepcionalmente, no tendrán ni nuestra luz ni nuestros ojos y sin embargo verán lo que nosotros no podemos ver. Lo mismo puede suceder con todas las demás sensaciones. Las condiciones de vitalidad y deperceptibilidad- las sensaciones y las necesidades varían según los medios.

11. —La naturaleza nunca ni en ninguna parte está en oposición consigo misma: el blason del universo no tiene más que una divisa: unidad, variedad. Subiendo la escala de los mundos, se encuentra la unidad de armonía y de creación, al propio tiempo que una variedad infinita en ese inmenso campo de las estrellas. Recorriendo los escalones de la vida desde el último de los seres hasta Dios, la gran ley de continuidad se ostenta manifiestamente; y considerando las fuerzas en sí mismas se puede firmar una serie, cuya resultante, confundiéndose con la generatriz, es la ley universal. Vosotros no sabríais apreciar esta ley en toda su extensión, puesto que las fuerzas que la representan en el campo de vuestras observaciones son muy limitadas. Sin embargo, la gravitación y la electricidad pueden considerarse como una amplia aplicación de la ley primordial que reina en los cielos.
Todas estas fuerzas son eternas—ya explicaremos esta palabra—y universales como la creación; por ser inherentes al fluido cósmico obran necesariamente en todo y en todas partes, modificando su acción por su simultaneidad o su sucesión. Predominando aquí, moderándose allí, potentes y activas en ciertos puntos, latentes en otros, mas en fin de cuenta, preparando, dirigiendo, conservando y destruyendo los mundos en sus diversos períodos de vida, gobernando los trabajos maravillosos de la naturaleza en cualquiera parte que se realicen y asegurando para siempre el eterno esplendor de la creación.



Extraído del libro “EL GÉNESIS

LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO”
Allan Kardec

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