LA CREACION PRIMERA 2
15. —El principio absoluto de las cosas remonta pues hasta
Dios: su aparición sucesiva en el dominio de la existencia constituye el orden
de la creación perpetua. ¡Qué inmortal podría decir las magnificencias desconocidos
y soberbiamente veladas bajo la noche de las edades, que se desarrollaron en
aquellos tiempos antiguos en que ninguna de las maravillas del universo actual
axistia; en aquella época primitiva en que habiéndose hecho oír la voz del
Señor, los materiales que debían en lo futuro reunirse simétricamente y por sí mismos
para formar el templo de la naturaleza, se encontraron de repente en el seno de
los vacíos infinitos; cuando a esa voz misteriosa que toda criatura venera y
ama como la de una madre, notas harmoniosamente concertadas se produjeron para
irá vibrar juntas, y modular el concierto de los vastos cielos!
El mundo en su nacimiento no fue creado en su virilidad y en
su plenitud de vida. No: el poder creador no se contradice nunca, y como todas
las cosas, el universo nació niño. Investido de las leyes, más arriba mencionadas,
y del impulso inicial inherente a su formación misma, la materia cósmica
primitiva dio nacimiento á torbellinos, á aglomeraciones de este fluido difuso,
á aglomeraciones de materia nebulosa, que se dividieron por sí mismas, y se
modificaron á lo infinito, para formar en las regiones inconmensurables de la
extensión diversos centros de creaciones simultáneas ó sucesivas.
En razón de las fuerzas que predominaron en uno ú otro y de
la circunstancias ulteriores que presidieron á su desarrollo, estos centros
primitivos se hicieron focos de una vida especial: los unos menos diseminados
en el espacio y más ricos en principios y fuerzas principiaron desde luego su
vida astral propia: los otros, ocupando una extensión ilimitada no se condensaron
sino con extrema lentitud ó se subdividieron en centros secundarios.
16. —Refiriéndonos a algunos millones de siglos antes de la
época actual nuestra tierra no existía; nuestro sistema solar mismo no había
empezado aun las evoluciones de la vida planetaria, y sin embargo ya
esplendentes soles iluminan el éter; ya planetas habitados dan la vida y la
existencia á una multitud de seres que nos han precedido en la carrera humana;
las producciones opulentas de una naturaleza desconocida y los fenómenos maravillosos
del cielo despliegan bajo otras miradas los cuadros de la inmensa creación. Mas
que digo. Ya no existen los esplendores que en otros tiempos hicieron palpitar
el corazón de otros mortales a impulsos del pensamiento del poder infinito. ¡Y
nosotros, seres diminutos que venimos después de una eternidad de vida, nos
creemos contemporáneos de la creación!
Comprendamos mejor la naturaleza, vuelvo a decir. Sepamos
que la eternidad está detrás como delante de nosotros; que el espacio es el
teatro de una sucesión y de una simultaneidad inimaginable de creaciones. Tales
nebulosas que distinguimos apenas en las profundidades de los cielos, son
aglomeraciones de soles envía de formación; tales otras son vías lácteas de mundos
habitados; y otras, en fin, teatro de catástrofes inmensas y de desmejoramiento.
Sepamos que, así como estamos en medio de una infinidad de mundos, del mismo
modo estamos en medio de una infinidad de duraciones anteriores y ulteriores;
que la creación universal no es para nosotros; y que debemos reservar esta
palabra a la formación aislada de nuestros diminutos glóbulos.
Extraído del libro
“EL
GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO”
Allan Kardec
Allan Kardec
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