Reto: OREMOS POR 40 DÍAS
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Señor,
mi oficio es humilde. No tiene buena imagen ante la gente que llaman
importante.
Pero
es mi trabajo y yo lo amo porque me da el pan para mí y para los
míos. Mi tarea y la
de mis compañeros limpia cada día la cara de
la ciudad. Sin nosotros todo sería suciedad
y
basura. Por eso, lo
que hago cada día es necesario en la vida ciudadana. No soy un
parásito ni un antisocial, aunque mis ropas no sean lujosas ni estén
siempre limpias. Soy
un miembro útil de la sociedad.
Pienso,
Señor de mirada limpia, que tú quieres la limpieza en todo nuestro
ser. No sólo en
los cuerpos y en las calles. También y sobre todo,
Señor, quieres nuestro corazón limpio. Y
nuestras intenciones y
sentimientos. Leo en tu evangelio: “La lámpara de tu cuerpo es tu
ojo. Si el ojo es bueno el cuerpo ve; pero si es malo, el cuerpo anda
ciego. Pero, ¿qué
pasará si la luz que tienen dentro se
oscuridad?
¿En qué oscuridad andarás?” (Mateo 6, 22-23).
Señor
de los ojos claros, haz que tu imagen en mí sea cada día más
nítida, de modo que
quienes se acerquen a mi reconozcan algo de ti
en mí. Porque sé que soy imagen de tu
gloria. No quiero ni debo
sentirme inferior a nadie aunque tenga títulos o dinero.
Mejor,
dame el valor de la mujer Verónica para defender y limpiar tu rostro
afeado en
muchos hermanos míos marginados de modo que ningún ser
humano se vea reducido a la
condición de <<desechable>>.
Al
terminar este rato junto a ti, Señor, con mucha alegría oigo lo que
dijo Ireneo, un
cristiano
santo y sabio del siglo II: La gloria de
Dios es el hombre viviente.
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