Reto: OREMOS POR 40 DÍAS
17
Amen
Oración
por los Enemigos
Bendice
a mis enemigos, Señor. Yo también los bendigo y no los maldigo.
Mis
enemigos me han llevado a tus brazos más que mis amigos.
Mis
amigos me han atado a la tierra, mis enemigos han hecho que me
desprenda de ella y
han destruido mis aspiraciones en este mundo.
Mis
enemigos han hecho que sea un extranjero en los reinos de la tierra y
que habite como
forastero en este mundo.
Del
mismo modo que un animal perseguido por los cazadores encuentra un
refugio más
seguro que un animal despreocupado, yo, perseguido por
mis enemigos, encontré el
santuario más seguro oculto bajo tu
tabernáculo, donde ni amigos ni enemigos pueden
matar mi alma.
Bendice
a mis enemigos, Señor. Yo también los bendigo y no los maldigo.
Ellos
han confesado mis pecados ante el mundo en mi lugar.
Me
han castigado cuando yo he dudado en castigarme.
Me
han atormentado, cuando he intentado huir de los sufrimientos.
Me
han reprendido, cuando yo me envanecía.
Me
han escupido, cuando estaba lleno de arrogancia.
Bendice
a mis enemigos, Señor. Yo también los bendigo y no los maldigo.
Cuando
me he creído sabio, me han llamado necio.
Cuando
me he colocado por encima de los hombres, se han burlado de mí como
si
fuera
un enano.
Cuando
he querido ser el primero, me han postergado.
Cuando
he corrido a enriquecerme, me lo han impedido con puño de hierro.
Cuando
he pensado que podía dormir tranquilo, me han despertado de mi sueño
Cuando
he intentado construirme una casa para pasar una vida larga y
tranquila, la han
derruido y me han echado de ella.
En
verdad, mis enemigos me han liberado de las ataduras del mundo y han
hecho que
alargue la mano para tocar la orla de tu túnica.
Bendice
a mis enemigos, Señor. Yo también los bendigo y no los maldigo.
Bendícelos
y multiplícalos; multiplícalos y vuélvelos aún más contra mí,
para que mi huida
hacia ti sea sin retorno, mi esperanza en los
hombres se desvanezca como una telaraña,
una serenidad total empiece
a reinar en mi alma, mi corazón se convierta en la tumba de
esas dos
malvadas hermanas, la arrogancia y la ira, pueda atesorar mi tesoro
en el cielo y
por fin me vea libre del autoengaño que me ha enredado
en la terrible maraña de esta vida
ilusoria.
Mis
enemigos me han enseñado lo que casi nadie sabe: que el único
enemigo que tiene un
hombre en este mundo es él mismo.
Uno
sólo odia a sus enemigos cuando no se da cuenta de que no son
enemigos, sino
amigos crueles.
Me
resulta muy difícil decir quién me ha hecho más bien y quien me ha
hecho más mal en
este mundo: mis amigos o mis enemigos.
Por
lo tanto, bendice, Señor, tanto a mis amigos como a mis enemigos.
Un
siervo maldice a sus enemigos, porque no entiende, pero un hijo los
bendice, porque sí
que entiende y sabe que sus enemigos no pueden
quitarle la vida. Por eso, anda sin miedo
entre ellos y ruega por
ellos a Dios.
Bendice
a mis enemigos, Señor. Yo también los bendigo y no los
maldigo.
Amen
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