REENCARNACIÓN O PLURALIDAD DE LAS EXISTENCIAS CORPÓREAS 1

REENCARNACIÓN O PLURALIDAD DE LAS EXISTENCIAS CORPÓREAS


“Los discípulos le preguntaron: ¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías debe venir antes? Él respondió: Elías vendrá antes a ponerlo todo en orden. Pero yo os digo: Elías ha venido ya y no lo han reconocido, sino que lo han tratado a su antojo. Así también el Hijo del Hombre ha de padecer por parte de ellos. Entonces entendieron los discípulos que les había hablado de Juan el Bautista.”

(Mateo, XVII, 10-13).


La reencarnación es uno de los principios fundamentales del Cristianismo. La idea de que Juan Bautista era el Espíritu de Elías reencarnado, se hizo tan firme en los discípulos de Jesús que no admitían, absolutamente, ninguna duda al respecto. Y es de notar que el Señor no disuadió a sus discípulos de ese pensamiento; al contrario, lo confirmó categóricamente: “Y si queréis admitirlo, él es Elías, el que había de venir.” (Mateo, XI, 14-15). Y el Maestro añade: “Quien tenga oídos para oír, oiga.” En los tiempos de Jesús, como suele suceder hoy, existía mucha gente sin oídos para oír estas cosas; la Palabra del Nazareno era, pues, dirigida únicamente a quien tenía oídos para oír. La reencarnación de las almas, dijimos en otro capítulo, es la glorificación de la Justicia Divina, mientras que la doctrina de la vida única destruye todos los atributos del Creador. Además, esa doctrina destaca las cualidades buenas o malas, como propias al Espíritu y no al cuerpo y dice que, por el progreso, los buenos serán aún mejores y los malos se volverán buenos, dependiendo esa adquisición del trabajo que cada uno de nosotros desarrolle para beneficio propio. El cuerpo no es más que un agente, un instrumento para la manifestación de esas cualidades. Al dejar el cuerpo, el Espíritu lleva consigo todo lo que tiene de bueno o de malo, y, durante las sucesivas encarnaciones, él se depura, corrigiendo la maldad y perfeccionándose en la bondad. El Espíritu es semejante a un operario que contrata una obra, y el cuerpo es el instrumento que él utiliza para ejecutar el servicio. Cuando pierde o rompe la herramienta, el operario adquiere otra u otras, hasta ejecutar la obra; el Espíritu, cuando el cuerpo muere, toma otro cuerpo, u otros cuerpos, tantos como sean necesarios para terminar la tarea. El Supremo Artífice del Universo da a sus operarios tantos instrumentos, tantos cuerpos como sean necesarios para que ellos cumplan sus misiones. ¡Bonita doctrina! Dirán unos; bellas enseñanzas, dirán otros; pero todo eso no pasa de ser palabras, palabras que están bien, pero solamente son palabras; y preguntan: “Si así fuese seguramente nos recordaríamos de nuestra existencia o de nuestras existencias pasadas.” Responderemos también con una interrogación: ¿quién puede penetrar en las profundidades del subconsciente? La facultad de la memoria ha sido asunto de estudio de los filósofos y de todos los tiempos y, actualmente, aunque se haya hecho mucha luz sobre esos pliegues oscuros de la conciencia, la facultad de la memoria tiene sus caprichos que sólo después de que hayamos evolucionado podremos descubrir. Por ejemplo: en esta misma existencia nos hemos alimentado del seno materno y no nos recordamos de este acto practicado por nosotros mismos. Incluso después de adultos, aprendemos de memoria un discurso, una poesía, que recitamos en una reunión, y en el transcurso de los años nos olvidamos de las palabras, de las frases y hasta del tema sobre el que versó aquella disertación. ¡Hay hechos que ocurren en nuestra vida de los que no tenemos ni el más leve recuerdo! ¿Cómo recordar hechos que pasaron en otras vidas, que tuvimos en otros cuerpos, los cuales, seguramente, eran diferentes en perfección de los que tenemos hoy?


Extraído del libro 

https://espiritismo.es/Descargas/libros/Parabolas_de_Jesus.pdf

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