REENCARNACIÓN O PLURALIDAD DE LAS EXISTENCIAS CORPÓREAS
El olvido del pasado es necesario para nuestro bienestar presente y para nuestro progreso; nos permite una acción más libre y nos ayuda a pasar más suavemente por las pruebas a las que nos sometemos. Si todos conservasen el recuerdo de existencias pasadas, con la nitidez que se desea, ese recuerdo, como es natural, se asociaría al recuerdo de todas las personas con quien vivimos y conoceríamos no sólo nuestra vida anterior, sino la de los que nos rodean, principalmente si los seres con quien convivimos hubiesen convivido con nosotros en la precedente vida. Y ¿qué resultaría de eso? No es difícil prever la serie de perturbaciones y contrariedades a las que quedaríamos sometidos. La vida de todos sería indagada por unos y otros. Herodes o Caifás, por ejemplo, si estuviesen en nuestro medio, tendrían que soportar el desprecio de todos, y quién sabe si no les sería negado el pan y el agua. Supongamos que se diese el caso de que el lector fuese la reencarnación de Herodes, y se recordase de su existencia en el tiempo de Jesús. ¿No sería una vida de llantos, de humillación, de desesperación que tendría el amigo que pasar, sin necesidad alguna, perjudicando hasta sus quehaceres actuales y su progreso? El perdón que Dios nos concede, es el olvido de las faltas; si no existiese ese olvido, viviríamos bajo el dolor punitivo de los crímenes practicados, pues es cierto que los practicamos, dada la inferioridad en que todos nos hallamos. ¿No es el remordimiento el que nos hiere de dolor? He aquí por qué Dios, en sus grandes designios, no permite que nos recordemos de nuestras existencias pasadas. Entretanto, existen algunos que se acuerdan, no sólo de su pasada existencia, sino de diversas vidas que tuvieron en la Tierra. Hay otros a los que les es revelada la existencia anterior. Y no son pocos los que se acuerdan de su vida del pasado. Teófilo Gautier, Alexandre Dumas, afirmaron haberse recordado de sus existencias pasadas. Lamartine llegó a describir lugares, ríos, valles y su propia casa en Judea, donde vivió en una vida anterior, sin que en esos lugares hubiese estado en su última existencia. Juliano, el Apóstata, afirmaba haber sido Alexandre de Macedonia; Pitágoras decía acordarse de varias existencias, citando aquellas en que fue Herneotinio, Euforbio y por fin uno de los argonautas. No es necesario citar más nombres. Cada uno de nosotros revela lo que fue; por eso unos nacen con disposición para el bien, otros para el mal. El “pecado original” consiste en los errores y faltas de nuestra pasada encarnación, errores que necesitamos corregir para obtener la felicidad que deseamos. Y Dios nos concede siempre medios y tiempo para ese trabajo de perfeccionamiento. El Señor no apaga, a quien quiera que sea, la lámpara de la esperanza; nuestros trabajos, nuestros dolores y nuestras fatigas nunca son olvidados por el buen Dios. No cabe en esta obra otras consideraciones aun más persuasivas sobre el estudio de la reencarnación cara a la Ciencia, por ejemplo, el del Espiritismo Experimental. El lector estudioso debe, a ese respecto, consultar los libros de Gabriel Dellane: Evolución Anímica, El Espiritismo Ante la Ciencia y La Reencarnación; y de León Denis: En lo Invisible y El Problema del Ser, del Destino y del Dolor; y de Rochas: Las Vidas Sucesivas y la Exteriorización de la Motilidad.
Extraído del libro
https://espiritismo.es/Descargas/libros/Parabolas_de_Jesus.pdf
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