LA VIDA EN LA TIERRA Y LA VIDA ETERNA


LA VIDA EN LA TIERRA Y LA VIDA ETERNA





“Porque eso os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué vais a comer; ni por vuestro cuerpo, qué vais a vestir. Porque la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Mirad las aves del cielo; no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros, por mucho que cavile, puede añadir una sola hora al tiempo de su vida? Y del vestido, ¿por qué os preocupáis? Mirad cómo crecen los lirios del campo, no se fatigan ni hilan; pero yo os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy es y mañana se la echa al fuego, ¿no hará más por vosotros, hombres de poca fe? No os inquietéis, diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿Cómo vestiremos?” Por todas esas cosas se afanan los paganos. Vuestro Padre celestial ya sabe que las necesitáis. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. Así que no os inquietéis por el día de mañana, que el mañana traerá su inquietud. A cada día le bastan sus problemas.”



(Mateo, VI, 25-34).





El propósito de la vida en la Tierra es el perfeccionamiento del Espíritu. Aquél que así lo comprende se eleva, se dignifica, y, libre de las dificultades materiales, sube a las alturas inaccesibles al sufrimiento, alcanzando la felicidad eterna. Aquél que así no lo quiere comprender se rebaja, se desmoraliza, y, absorbido por las malas pasiones, desciende a los abismos del dolor, para expiar y reparar las faltas, las transgresiones de las leyes divinas. El que vive de la carne, muere; el que vive del Espíritu es inmortal. Luchas, fatigas, trabajos y dolores son luces para los vivos y sepulcros para los muertos. Unos se mantienen serenos y resistentes por encima de las miserias terrestres; otros yacen bajo los escombros amontonados por el tifón inclemente de la adversidad. El que ve con los ojos de la carne, ve miserias, estertores, muerte; el que ve con los ojos del Espíritu, ve flores que se marchitan, prados devastados, riachuelos que se secan, fuentes que no echan agua, daño, mutilaciones, cadáveres putrefactos; pero ve también colores que son perfumes, luces que son fuerzas, vidas que despuntan, seres que se agitan, almas que viven y Espíritus que vivifican. En el panorama del Universo se muestran las dos caras de la Vida como el anverso y el reverso de la moneda: cada efigie tiene su valor encima o debajo de la “paz cambiante”. Nada se pierde, nada se desvaloriza en la ecuación propuesta para llegar a la incógnita de la Perfección Espiritual. La Ley ve pasar el tiempo, las generaciones, la Tierra y el cielo, pero permanece inflexible, perfeccionando las generaciones, la Tierra, el cielo, en su acción lenta, pero decisiva y depuradora. El propósito de la vida es el cumplimiento de la Ley, y el cumplimiento de la Ley, es la Perfección. Los que transgreden la Ley descienden por los lodazales de las pasiones viles a los abismos tenebrosos del dolor; pero, aguijoneados por el dolor, suben a  las cimas de las glorias inmortales. Los que cumplen y proclaman el cumplimiento de la Ley, vuelan entre las luces, colores y perfumes a las Eternas mansiones de los Espíritus Soberanos, donde la armonía, la verdad y la paz imperan en la plenitud de sus derechos divinos. La vida en la Tierra, para aquellos que en la Tierra tienen su tesoro, termina en la tumba, porque sólo con el renacimiento alcanzarán la Vida Eterna. La Vida en la Tierra, para los que acumulan tesoros en los Cielos, es la senda luminosa que une la Tierra a los Cielos, es la senda comunicativa que les permite pasar para apoderarse de ese tesoro. Los que viven en la Tierra por la Tierra, son de la Tierra; los que viven en la Tierra sin ser de la Tierra, son de los Cielos. La vida en la Tierra es efímera; la Vida en los Cielos es eterna; y la propiedad de la Vida Eterna consiste en el cumplimiento de la Ley: “Buscad el Reino de Dios y su justicia, que todo lo demás os será dado por añadidura.”






 

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