LA RELIGIÓN DE LOS HOMBRES Y LA RELIGIÓN DE DIOS 2
La religión de los hombres consiste en dogmas y misterios
que la conciencia rechaza y el sentimiento repudia. La Religión de Dios derriba
las barreras de lo sobrenatural y afirma que nunca dijo, ni dirá la última
palabra, porque es de evolución permanente. La religión de los hombres
esclaviza a las almas, esclaviza la inteligencia, anula la razón, condena el
análisis, la investigación y el libre examen. La Religión de Dios manda al
individuo, como Pablo, a examinarlo todo, crecer con todo el conocimiento,
hacer el estudio crítico de lo que le fuera presentado para separar lo bueno de
lo malo y no tener tropiezo en el “día de Cristo”. La religión de los hombres
no tiene espíritu: para ella el Evangelio es letra muerta, no tiene la Palabra
de Jesús; sus santos son de madera y barro; sus virtudes, de incienso y
alhucema; sus obras son jolgorios, fiestas ruidosas, de juegos, de fanfarrias;
sus ornamentos, de cintas y papeles de colores. La Religión de Dios es
vivificada por el Espíritu de la Vida Eterna, es accionada por las Revelaciones
Sucesivas, se basa en la Palabra de Jesús, en los Evangelios, en las Epístolas
Apostólicas. Sus santos son Espíritus vivos, puros, o que se están purificando
y que vienen a comunicarse con los hombres en la Tierra, para guiarlos a la
Verdad; sus virtudes son las curas de los enfermos realizadas por esos Espíritus,
las manifestaciones de materializaciones, de transportes, de fotografía, que
vienen a dar la certeza de la Inmortalidad y a establecer la Verdadera Fe. La
religión de los hombres es la aflicción, la desesperación, la muerte; al
enfermo sólo le ofrece la confesión auricular; al agonizante, la extremaunción
y después de la muerte el DeProfundis con las consecuentes misas, que
constituyen un gravamen eterno para la familia del muerto. La Religión de Dios
es el consuelo, la esperanza, la vida: al enfermo le da remedios, fluidos
divinos para calmar el sufrimiento; al agonizante le revela el Reino de la
Inmortalidad y afirma que la Vida continúa independiente de la vida en la
Tierra; da de gracia la
misericordia, envuelve al paciente en amor y a todos
recomienda la oración gratuita como medio de auxiliar a los que sufren. La
religión de los hombres está compuesta de una jerarquía que comienza en el
pequeño cura de aldea para elevarse a través de las dignidades de canónigo,
monseñor, obispo, arzobispo, cardenal, al caporal mayor, el Sumo Pontífice
Infalible, el Papa; cada cual se distingue por la tonsura, vestimenta, rubís,
pedrería de esmeraldas, brillantes, diamantes y ropajes de seda, de púrpura, de
holanda: obligando al hábito a hacer al monje. La Religión de Dios es
suministrada por el Espíritu, por intermedio de los dones espirituales de los
que habla el gran Apóstol de la Luz en su gloriosa Epístola, hoy de divulgación
mundial; ella no distingue al religioso, al cristiano, por el hábito, por la capa,
por la sotana, por los anillos, por la corona, por la mantilla, por los
rosarios, por las medallas, por las cruces, porque cualquier hipócrita puede
utilizar esas insignias; pero reconoce al cristiano, al religioso por el
carácter, por el criterio, por la fe que de él emana, por la caridad que lo
caracteriza, por la esperanza no fingida que manifiesta. La religión de los
hombres persigue, anatematiza, sirve y ampara a sus propios perseguidores,
detractores, calumniadores y adversarios. La religión de los hombres se ilumina
a la luz del aceite, de la cera, de la electricidad. La Religión de Dios es la
Luz del Mundo y de todo el Universo. La religión de los hombres es insípida,
corruptible; utiliza la sal material. La Religión de Dios es la sal de la Tierra:
conserva, transforma y purifica. La religión de los hombres tiene iglesias de
piedra, de tierra, de cal, de hierro, de madera. La Religión de Dios tiene por
Iglesia, como dice el Apóstol, almas, espíritus vivificantes.
Las iglesias de los hombres son de materia inerte, caen al
embate de los vientos, de las tempestades, de las corrientes. Contra la Iglesia
de Dios los elementos no prevalecen; ella es imperecible y se nos muestra cada
vez más viva, más luminosa. La religión de los hombres es la opresión, el
orgullo, el egoísmo, la mercancía. La Religión de Dios es la de la libertad, de
la humildad, del amor, del desinterés. La religión de los hombres no es la
Religión de Dios: la religión de los hombres es de los hombres y para los
hombres. La Religión de Dios es la Luz Universal que proclama la Verdad, el
Camino y la Vida, repitiendo la Palabra del incomparable sabio y santo,
Jesucristo: Amad a vuestros enemigos; orad por los que os calumnian; que
vuestra justicia sea mayor que la de los escribas y fariseos; amad a Dios y al
prójimo, porque en este amor se fundan la Ley y los Profetas; sed perfectos
como perfecto es vuestro Padre Celestial.
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