Uno de los más extraordinarios hijos de Suecia, contribuyó notablemente a la ciencia y filosofía de su país y de Europa. En los últimos 30 años de su existencia se dedicó a las visiones interiores, a la mediumnidad y a la clarividencia que se habían desarrollado en él. En abril de 1774, en Londres, afirmó: «El Señor abría los ojos de mi espíritu para ver, estando perfectamente despierto, lo que sucedía en el otro mundo y para conversar, con plena conciencia, con los ángeles y los Espíritus». Nos informa Immanuel Kant, en la obra Sueños de un Visionario, que en 1756 Swedenborg se encontraba con unos amigos en Gothenborg a 400 Km. de Estocolmo; a las 18h., el vidente anunció que había estallado un incendio en dirección de su misma casa. A las 20h., demostró una gran perturbación por los daños producidos; ¡Pero en ese momento se calmó y exclamó con alegría que el incendio se detuvo tres puertas antes que la suya! Dos días después se confirmó la noticia llegada de Estocolmo.
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