Revista Espírita (Allan Kardec) Noviembre de 1864
Ya os hablamos muchas veces de las diversas pruebas y expiaciones; pero, ¿no descubrís nuevas diariamente? Son infinitas, como lo son los vicios de la Humanidad, y os cabe a vosotros establecer su nomenclatura. Pero como nos reclamáis un hecho, voy a intentar instruiros. Todo no son pruebas en la existencia. La vida del Espíritu continúa, como ya se os ha dicho, desde que nace hasta el infinito; para algunos la muerte no pasa de simple accidente, que en nada influye sobre el destino de aquel que muere. Un azulejo que cae, un ataque de apoplejía, una muerte violenta, muchas veces apenas separan al Espíritu de su envoltorio material; pero el envoltorio periespiritual conserva, al menos en parte, las propiedades del cuerpo que acaba de sucumbir. Si yo pudiera, en un día de batalla, abrir los ojos que poseéis, pero de los cuales no podéis hacer uso, veríais muchas luchas continuando, muchos soldados lanzándose al ataque, defendiendo y atacando los reductos, escucharíais sus hurras y gritos de guerra, en medio del silencioso y triste velo que sigue a un día de matanza. Terminado el combate vuelven a sus hogares para abrazar a sus viejos padres y a sus ancianas madres que los esperan. Para algunos ese estado a veces dura mucho, es una continuidad de la vida terrestre, un estado mixto entre la vida corporal y la vida espiritual. ¿Por qué, si fueron simples y honestos, sentirían el frio de la tumba? ¿Por qué pasarían bruscamente de la vida a la muerte, de la claridad del día a la noche? Dios no es injusto y deja a los pobres de espíritu ese placer, esperando que vean su estado por el desarrollo de sus propias facultades, y que puedan pasar tranquilamente de la vida material a la vida real del Espíritu. Consolaos pues, vosotros, que tenéis padres, madres, hermanos o hijos que se extinguieron sin lucha. Tal vez se les permita aproximar sus labios a vuestras frentes. Enjugad las lágrimas: el llanto es doloroso para vosotros y ellos se admiran viendo que lloráis; os rodean el cuello con sus brazos y os piden sonreír. Sonreíd pues a estos invisibles y orad para que cambien el papel de compañeros por el de guías; para que abran sus alas espirituales que les permitan volar hacia el infinito y traeros sus suaves emanaciones. Yo no digo, observen bien, que todas las muertes repentinas lleven al Espíritu a caer en ese estado. No, pero no hay uno solo cuya materia no tenga que luchar con el Espíritu que vuelve en sí. Tras el duelo la carne se rasga, el Espíritu se oscurece en el instante de la separación, y en la erraticidad reconoce la verdadera vida. Voy a contaros, en pocas palabras, sobre aquellos para los cuales este estado es una prueba. ¡Oh! ¡es doloroso! ellos se creen vivos y bien vivos, con un cuerpo capaz de sentir y disfrutar de los placeres de la tierra, y cuando sus manos quieren tocar se desvanecen, y cuando acercan sus labios a un vaso o una fruta esos labios se aniquilan; ven, quieren tocar, pero no pueden sentir ni tocar. El paganismo ofrece una bella imagen de ese suplicio al presentar a Tántalo con sed y con hambre y jamás podía tocar con sus labios la fuente de agua, que susurraba a sus oídos, o la fruta que parecía madura para él. ¡Hay maldiciones y anatemas en los gritos de esos desgraciados! ¿Qué han hecho para soportar este sufrimiento? Preguntad a Dios: es la ley que fue escrita por él. Quien mata por la espada morirá por la espada; quien profanó al prójimo, a su vez será profanado. La gran ley del talión estaba escrita en el libro de Moisés y aún está en el gran libro de la expiación. Orad pues incesantemente por los que llegan a la hora final; sus ojos se cerrarán, dormirán en el espacio como duermen en la Tierra y, al despertar, encontrarán no un juez severo sino un padre compasivo, que les señalará nuevas obras y nuevos destinos. San Agustín (Sociedad de Paris, 21 de julio de 1864 – Médium: Sr. Vézy)
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El Taller Mediumnico.Un día maravilloso de mucho aprendizaje.
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