La muerte según el espiritismo

 

La muerte según el espiritismo




Morir es abandonar la sombra para entrar en la luz”

Mientras que los materialistas ven la muerte únicamente como un estado clínico, una interrupción definitiva de  los procesos vitales que se caracteriza por un electrocardiograma plano, nosotros los espíritas, consideremos que la muerte no es un término. Nuestro cuerpo es sólo un traje del cual nos despojamos al final de cada vida; es perecedero al contrario del periespíritu, vehículo de nuestro Espíritu que es inmortal. Nosotros creemos en la pluralidad de las existencias, la palingenesia que tiene como objetivo ayudarnos a progresar, y así como vamos a los bancos de la escuela para profundizar nuestros conocimientos, existe la escuela de la vida para depurar nuestra alma. Algunos se preguntan por qué preocuparse por la muerte que parece ser un problema insondable. Se dicen que llegado el momento ya tendrán  tiempo suficiente para pensar en ella. Otros afirman que hace falta no amar la vida para interrogarse tanto sobre la muerte, o tener un espíritu muy morboso. No se trata de escapar de la vida sino de interesarse por una cuestión tan fundamental. La muerte es un evento que debería parecernos tan importante como el nacimiento. En ciertos países, el muerto es tan celebrado como el recién nacido. La muerte no debería ser un tabú pues es un camino que todo vamos a recorrer. El espiritismo le quita todo su cortejo macabro; con esta ciencia, esta filosofía, cae la máscara aterradora y detrás de la máscara se descubre otra vida. En La muerte y su misterio, Camille Flammarion recoge una cita muy pertinente del naturalista y explorador alemán Alexander von Humboldt: “Un presuntuoso escepticismo, que rechaza los hechos sin examinar si son reales es, en  ciertos aspectos, más censurable que la credulidad automática”. Efectivamente, se le puede reprochar a ciertos  científicos contemporáneos que rechacen categórica- mente la existencia de una vida después de la muerte  sin haberse abierto a los numerosos trabajos de los científicos del siglo XIX y a las pruebas que atestiguan esta realidad, como los moldeados ectoplásmicos, las fotografías de ectoplasmas, los numerosos testimonios y procesos verbales firmados por la mano de grandes científicos como Camille Flammarion, Gabriel Delanne, Gustave Geley, Pierre y Marie Curie. Las pruebas que dan testimonio de la realidad de una vida después de la muerte están dadas. El propio William Crookes decía, después de numerosas investigaciones sobre el fenómeno espírita: “No digo que eso es posible, digo que es”. Los que como William Crookes se atrevieron a  afirmar que la muerte no existía, han sido señalados con el dedo, criticados, ridiculizados y calumniados. La comunicación con los Espíritus que era, para algunos, un motivo de entretenimiento, para divertirse haciendo girar las mesas, se convertía para otros en un tema de reflexión. Allan Kardec, codificador del espiritismo, fue primero escéptico respecto a las mesas giratorias. Un día, fue invitado a una sesión y ante el fenómeno decidió descubrir su causa y estudiarla, pues, según él: “Todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente tiene una causa inteligente, el poder de la causa está en razón del tamaño del efecto”. Meticulosamente, fría y rigurosamente, como el pedagogo que era, analizó los hechos. De sus investigaciones resultaron El Libro de los Espíritus, El Libro de los Médiums y algunas otras obras más que revelan la realidad de una vida después de la muerte y la belleza de una filosofía que ofrece las claves para la evolución de nuestras sociedades. Así, podemos comprobar que el espírita no huye de la vida volcándose sobre la muerte, sino que, muy por el contrario,  la muerte lo lleva hacia el verdadero sentido de la vida. Al interesarse por la muerte, busca tomar el camino de la libertad: el estado espiritual. Como decía Spinoza: “Sentimos y experimentamos que somos eternos”. La muerte pues, según el espiritismo, es sólo un estado y no un final. Lecturas aconsejadas: La muerte de Patrick Dupouey Libro de los muertos de los antiguos egipcios de Gregoire Kolpaktchy La muerte y su misterio de Camille Flammarion Fedón de Platón El libro tibetano de los muertos de Robert A. Thurman Por Kadia Hamadou – Traducción de Ruth Neumann Publicado en la revista Le Journal Spirite en Español. La Revista del Círculo Espírita Allan Kardec de Nancy (Francia). Nº 98. Octubre – Diciembre de 2014

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Reflexión: La muerte, esa misteriosa | Zona Espírita





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