El
Cerdito Marrón
Había
un lindo cerdito llamado Ventura. Era muy amado en la casa. Andaba
por el
patio
detrás de los niños, jugaba con la gata y con el perro.
Sin
embargo, Ventura no se sentía feliz, era muy goloso y siempre
codiciaba unas
naranjas
maduras que vio en un patio lejos de su casa. Se lo contó a sus
amigos y Totó, el
perro
le dijo:
-
Guau, guau ¿No sabes que las frutas son del vecino?
-
Miau, miau – le aconsejaba Mimí, la gatita - Recuérdate que es
muy feo tomar las
cosas
que no te pertenece.
Ventura
bajaba la cabeza avergonzado porque sabía que sus amigos tenían la
razón
y
que a nadie le gustaban los bichitos que tomasen las cosas que no
eran suyas.
Suspiraba
y prometía mil veces que no tocaría las naranjas... ¡Pero estaban
tan
maduritas!
Un
día Ventura decidió pasear solito, cruzó el patio y caminó por la
carretera.
Corría
detrás de una mariposa, frotaba una rica tierra y se alejó sin
darse cuenta. De
repente,
se detuvo preocupado porque nuebes gruesas aparecían en el cielo y
un viento
frío
comenzó
a soplar. Se acercaba una tormenta.
Ventura
se asustó cuando escuchó el primer trueno.
-
Tengo que volver a casa - dijo
Se
dio vuelta y comenzó a correr, cruzando por un campo porque el
camino era más
corto
pero se lastimó en un alambre.
No
paraba de llover y Ventura tuvo que buscarse un lugar para esperar
que se fuera
la
tormenta. Se encongió debajo de un árbol.
La
tormenta se fue pronto y Ventura se levantó para irse a casa.
De
repente, sintió un olorcito conocido. Se levantó la nariz.
-
¡Qué maravilla!
Allí
estaban las naranjas que tanto codiciaba. ¡Y cómo eran maduritas y
con un
olorcito!
Ventura
no se detuvo, subió en el naranjo, extendió la patita, listo para
tomarse la
más
madura de las naranjas.
Entonces
le pasó algo. Se resbaló en el tronco del árbol, se desequilibró
y se cayó en
un
tacho lleno de tinta marrón.
-
¿Qué pasó? ¿Dónde me caí? – gritó muy asustado.
Saltó
fuera del tacho, sacudiéndose pero de nada le sirvió sacudirse. Se
puso marrón
y
siquiera recordó las naranjas. Trató de irse pronto a casa para
limpiarse.
Lo
peor es que nadie lo reconoció pintado de marrón y huyeron
temiéndolo.
Mimí
casi le rasguñó la nariz y Totó casi le mordió la colita.
Lo
reconocieron apenas cuando les habló y todos le tuvieron lástima
por lo que le
pasó.
Lo llevaron a lavar, lo fregaron, lo fregaron pero la tinta se quedó.
Ya
nadie lo llama de Ventura, ahora se lo conocen como “El Cerdito
Marrón”.
Eso
lo ponía triste porque era como un recuerdo de lo que había hecho.
Cuento
adaptado de la página
http://www.techs.com.br/meimei/historias/historia21.htm
FOTO: IDLRV
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