EL
SENTIDO DEL PERDÓN
En
la literatura clásica budista se cuenta como en alguna ocasión el
Buda se encontraba
sentado bajo la sombra de un árbol dialogando con
sus discípulos más cercanos,
cuando de pronto un hombre se le
acercó y sorpresivamente le escupió en la cara. El
Buda entonces le
dijo: “¿Qué sigue? ¿qué es lo que ahora quieres decirme?”
El
hombre se mostró perplejo para con la respuesta y
cuestionamientos del Buda, ya que
él mismo nunca anticipó que al
escupir sobre alguien pudiera éste responder con dicho
cuestionamiento. En el pasado ya había insultado a otras personas,
quienes
reaccionaban dominadas por el enojo, o con cobardía,
externando una falsa sonrisa,
tratando así de comprar su aprobación.
Sin embargo, el Buda no era como ninguno de
esos hombres, no estaba
enojado ni ofendido, como tampoco mostraba debilidad o
miedo. Tan
sólo replicó “¿Qué sigue?” Sin manifestar reacción emocional
alguna.
Naturalmente,
los discípulos del Buda se llenaron de ira y así reaccionaron.
Ananda, su
asistente personal, dijo: “¡Esto es demasiado y no lo
podemos tolerar. El hombre debe
ser castigado ya que de otra manera
todo mundo comenzará a hacer cosas similares!”
Sorpresivamente
el Buda le dijo: “¡Mantente en silencio Ananda, el hombre no me ha
ofendido como tú ahora lo haces! Él es alguien nuevo, un
extraño. Debe haber
escuchado de alguna persona algo acerca de mí,
que soy un ateo, un hombre peligroso
quien distrae a la gente de su
sendero, un revolucionario, quizá un corruptor. Así, debe
haber formado una idea y opinión acerca de mi persona. Por tanto no
me ha escupido,
sino lo ha hecho sobre la noción errónea que tiene
de mí. Ha escupido sobre la idea
ilusoria que de mi persona ha
formado, ya que no me conoce de forma alguna. Por
tanto ¿cómo puede
pensarse que ha escupido sobre mí?”
Así
el Buda afirmó, “si lo piensas detenidamente, ha escupido sobre su
propia mente.
Yo no soy parte de ella y puedo apreciar que este pobre
hombre debe tener algo más
que decir, ya que finalmente esta es una
forma de decir algo. El escupir es una forma
de comunicación. Hay
momentos cuando sentimos que el lenguaje es impotente: en el
amor
intenso, en el enojo candente, el odio y la plegaria. Existen
instantes en donde el
lenguaje es insuficiente y nos vemos dominados
por la necesidad de hacer algo.
Cuando estás enojado o intensamente
molesto, golpeas a la persona, le escupes,
comunicas algo. Puedo
entenderlo, por lo que debe tener algo adicional que decir y así
le
pregunto “¿Qué sigue?, ¿qué es lo que ahora quieres decirme?”
El
hombre, más perplejo que antes, escuchó al Buda decir a sus
discípulos: “Estoy más
ofendido con ustedes porque me conocen,
por años han vivido conmigo y aún así
reaccionan.”
Confuso
y lleno de preguntas el hombre volvió a su casa, no pudo dormir en
toda la
noche. Cuando uno ve o interactúa con un Buda se hace
imposible dormir de la misma
manera que lo hacíamos antes. Una y
otra vez se vio acosado por el recuerdo de la
experiencia, no podía
explicarse a sí mismo lo que había sucedido, temblaba y sudaba
por
todo su cuerpo. Nunca se había topado con un hombre como este,
alguien capaz de
transformar a la totalidad de su mente de sus
patrones y su pasado.
A
la mañana siguiente, el hombre de nueva vez buscó al Buda,
postrándose ahora ante
sus pies. El despierto le
vio con ojos compasivos y así le preguntó: “¿Qué sigue?,
¿qué
es lo que ahora quieres decirme?, esta es también una manera de
expresar algo que no
puedo ser dicho con el lenguaje. Cuando te
acercas y tocas mis pies, estás intentando
comunicarme algo que no
puede ser externado de forma ordinaria, para lo que todas
las
palabras son un tanto estrechas, incapaces de contener la totalidad
del significado.”
Ahora el Buda volteó a su discípulo Ananda y le
dijo: “Mira Ananda, este hombre ha
vuelto, me está diciendo algo,
se trata de una persona de profunda emotividad.”
El
hombre dirigió su mirada al Buda y le dijo: “¡Perdóname por lo
que te hice ayer!”
El
Buda le replicó: “¿Perdonarte? Si ya no soy el mismo hombre a
quien le hiciste eso.
Así como el Ganges continua fluyendo nunca
siendo el mismo, cada hombre es un
río.
El hombre al que ayer le
escupiste ya no está aquí presente, me parezco a él pero no
soy el
mismo. ¡Mucho es lo que ha transcurrido en estas últimas 24 horas!
¡El río ha
fluido tanto! Por ello, no puedo perdonarte ya que no
guardo rencor alguno para
contigo.
“Tu
también eres alguien nuevo, puedo ver que no eres el mismo hombre
quien se me
acercó el día de ayer para escupirme. Hoy ante mí te
postras tocándome los pies.
¿Cómo puede pensarse que eres el mismo
hombre? No eres entonces igual, olvidemos
lo pasado. Esas dos
personas, tanto el hombre quien escupió, así como el que fue
escupido, ya no existen más. ¡Por ello acércate más querido
amigo y hablemos de otra
cosa!”
FOTO: IDLRV