Observaciones preliminares.


CAPITULO XV.
LOS MILAGROS DEL EVANJELIO
Observaciones preliminares.




1 .—Los hechos referidos en el Evanjelio que han
sido considerados hasta ahora como milagrosos, perte
necen en sa mayor parte al órden de los fenómenos
psíquicos, es decir, de los que tienen por causa pri
mera las facultades y los atributos del alma. Compa
rándolos con los que se han descrita y explicado en
el capitulo precedente, se reconoce fácilmente que hay
entre unos y otros identidad de cáusa y efecto. La
historia los ofrece análogos en todas los tiempos y en
todos los pueblos, porque desde que hay almas encar
nadas y desencarnadas han debido producirse los mis
mos efectos. Se puede, es verdad, negar en este pun
to la veracidad de la historia; pero hoy se producen á
nuestra vista, á voluntad por decirlo así, y por indivi
duos que nada tienen de excepcional. El sólo hecho de
la reproduccion de un fenómeno en condiciones idén
ticas, basta para probar que es posible y que está su
jeto á leyes, y por consecuencia que no es milagroso.

El principio de los fenómenos psíquicos se funda,
como hemos dicho, en las propiedades del fluido perispirital
que constituye el agente magnético; en las ma
nifestaciones de la vida espiritual durante la vida cor
poral y despues de ésta; y en fin, en el estado consti
tutivo de los Espíritus y su papel como fuerza activa
de la naturaleza. Conocidos sus elementos y compro
bados sus efectos, la consecuencia inmediata es la ne
cesidad de admitir la posibilidad de ciertos hechos, que
antes se negaban porque se les atribuía un origen so
brenatural.


2.—Sin prejuzgar nada acerca de la naturaleza de
Jesucristo, lo cual no entra entre los asuntos que nos
hemos propuesto tratar en esta obra, y no conside
rándole, por hipótesis, sino como un Espíritu supe
rior; no puede dejarse de reconocer en él uno de los
del órden mas elevado y que por sus virtudes está
muy por encima de la humanidad terrestre. Por los
inmeiisos resultados que ha producido su encarnacion
en este mundo, no pudo menos de ser aquella una de
esas misiones que sólo se confian á los mensageros di
rectos de la Divinidad, para el cumplimiento de sus de
signios. Suponiendo que no fuese Dios mismo sino un
enviado de Dios para trasmitir su palabra, sería más
que un profeta porque seria un Mesías divino.
Como hombre, tenia la organizacion de los séres
carnales; pero como Espíritu puro desprendido de la
materia, debia vivir la vida espiritual más que la vida
corporal de cuyas debilidades no participaba. Su su
perioridad sobre los hombres no dependía de las cua
lidades particulares de su cuerpo, sino de las de su Es
píritu que dominaba á la materia de una manera ab
soluta, y á la de su perispíritu tomado de la parte más
aquilatada de los fluidos terrestres. (Cap. XIV. 9).
Su alma no debia estar adhe-ida al cuerpo sino por los
lazos puramente indispensables; constantemente des
prendida, debia darle una doble vista no sólo perma
nente, sino que tambien de penetracion especial y
muy de otra manera superior á la que se observa en
los hombres ordinarios dotados de esta facultad. Lo
mismo debe decirse de todos los fenómenos que de
penden de los fliiidos perispiritales ó psíquicos. La ca
lidad de estos fluidos le daba una inmensa potencia
magnética secundada por el deseo incesante de hacer
bien y una voluntad decidida. ¿En las curaciones que
hacia obraba como médium? ¿Puede considerársele co
mo un poderoso médium curativo? No, porque el me
dium es un instrumento del cual se sirven los Espíri
tus desencargados. Luego Jesucristo no tenia necesi
dad de asistencia puesto que asistia á los demás y les
comunicaba su virtud; obraba por sí mismo, por su
poder personal y propia virtud, como pueden hacerlo
los encarnados en ciertos casos y en proporcion de
sus fuerzas. Por otra parte, ¿qué Espíritu se hubiera
atrevido á inspirarle sus propios pensamientos y en
cargarle de trasmitirlos? Si recibía algun influjo ex
traño no podía proceder sino de Dios; pues segun la
expresion de un Espíritu, era medium de Dios.

Extraído del libro “EL GÉNESIS  LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO”

Allan Kardec





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