7.—No se tardó en apercibirse del movimiento aparente de las
estrellas que se mueven en masa de oriente a occidente, levantándose por la
noche y desapareciendo a la mañana conservando sus posiciones respectivas. Esta
observación no tuvo al pronto otra consecuencia que confirmar la idea de una
bóveda sólida que arrastraba las estrellas en su movimiento de rotación.
Estas ideas primitivas, ideas pueriles, han hecho durante
períodos milenarios el fondo de las creencias religiosas y han servido de base a
todos los sistemas antiguos de Cosmogonía.
8. —Mas tarde se comprendió por la dirección del movimiento
de las estrellas y su vuelta periódica en el mismo orden que la bóveda celeste
no podía ser una semiesfera puesta sobre la tierra; sino una esfera entera
hueca en cuyo centro se encontraba la tierra, siempre plana ó á lo más convexa
y solo habitada en su faz superior. Esto era ya un adelanto. ¿Pero sobre qué
descansaba la tierra? No tendría objeto útil referir aquí todas las
suposiciones ridículas creadas por la imaginación, a partir de los índus que la
creían sostenida por cuatro elefantes blancos, y otros sobre las inmensas alas
de un buitre estupendo. Los más sabios confesaban que nada sabían.
9. —En tanto, una opinión generalmente admitida en las
teogonias paganas, colocaba en los lugares bajos, dicho de otro modo, en las
profundidades de la tierra, ó por bajo de ella, no se sabe dónde, la ignorada
de los reprobos á que llamaron infiernos, es decir, lugares inferiores, y en
los lugares altos, más allá de la región de las estrellas, la morada de los bienaventurados.
La palabra infierno se ha conservado hasta nuestros días, bien que haya perdido
su significado etimológico desde que la Geología ha des alojado de las entrañas
de la tierra el lugar de los suplicios eternos, y demostrado la Astronomía que
no hay arriba ni abajo en el espacio infinito.
Extraído del libro “EL GÉNESIS
LOS
MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO”
Allan Kardec
Allan Kardec
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