QUÉ PUEDE SALVARNOS DEL ABURRIMIENTO


QUÉ PUEDE SALVARNOS DEL ABURRIMIENTO

Nada que venga de fuera o nos estimule desde fuera tiene el suficiente poder para salvar de la inercia y del aburrimiento.

Sólo el interés verdadero por las cosas salva del aburrimiento. El interés verdadero por las cosas no se despierta por la estimulación externa.

Sólo el gozo de la iniciativa del amor desinteresado salva del tedio, porque sólo él es capaz de conducirnos por los caminos de la novedad y el verdadero calor del sentir.

Sólo el interés y el amor que sale de dentro y va hacia fuera, salva. Todo amor que surja como resultado de un estirón desde fuera; todo amor que nazca por algo que consiga llegar al corazón pero viniendo de fuera es incapaz de rescatarnos de la inercia, de la repetición, de la falta de novedad, de la rutina. El amor provocado desde fuera es poco poderoso porque, en realidad, no es amor; no se interesa por lo que dice amar sino por sí mismo. El amor sólo puede nacer desde dentro porque tiene que ser libre y no es libre si es encendido desde fuera. Si el amor se enciende desde fuera, lo que se enciende es la necesidad. La necesidad mira por sí misma y no es libre.

Rûmî afirma que el mundo que vemos y sentimos desde la necesidad es un mundo hibernal y congelado. ¿Por qué? Porque la necesidad, para poderse satisfacer, tiene que simplificar, congelar, repetir estereotipando la inmensa riqueza, movimiento y novedad de lo que hay. Quien sólo ve y siente el mundo desde su necesidad, lo ve siempre fijado, enmarcado, repetitivo porque su necesidad es enmarcada, fijada y repetitiva. La necesidad es enemiga de la novedad; se aterra frente a la novedad, la riqueza y la complejidad inabarcable de lo que hay; se desespera frente a un mundo sin fronteras, delimitaciones, puntos inamovibles de referencia.

Quien sólo vive la necesidad hace de la inmensidad de variedad, riqueza, movimiento y novedad una construcción pequeña, conocida, sin sorpresas. El mundo que construye la necesidad es tedioso y aburrido. Los hombres que sólo piensan y siente para la necesidad y desde la necesidad desprecian la inmensa riqueza de lo que hay y son injustos con la sagrada maravilla en que vivimos.

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De: El camino interior: Más allá de las formas religiosas, Marià Corbí

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