No Creáis A Todo Espíritu

 No Creáis A Todo Espíritu 

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Amados míos, no creáis a todo Espíritu; sino verificad si los Espíritus son de Dios; porque muchos falsos profetas se han levantado en el mundo. (San Juan, Primera epístola, 4:1.) 

Los fenómenos espíritas, lejos de dar crédito a los falsos Cristos y a los falsos profetas, como algunas personas se complacen en manifestar, vienen, por el contrario, a darles el golpe definitivo. 

No pidáis al espiritismo milagros ni prodigios, porque declara formalmente que no los produce.

 Del mismo modo que la física, la química, la astronomía y la geología han revelado las leyes del mundo material, el espiritismo viene a revelar otras leyes que hasta ahora no se conocían: las que rigen las relaciones entre el mundo corporal y el mundo espiritual. 

Estas leyes, tanto como las de la ciencia, son leyes de la naturaleza. Al darnos la explicación de un determinado orden de fenómenos, que eran incomprensibles hasta el día de hoy, el espiritismo destruye lo que aún permanecía en el dominio de lo maravilloso. 

Por lo tanto, aquel que se sintiera tentado de explotar los fenómenos espíritas para aprovecharse de ello, haciéndose pasar por un Mesías de Dios, no conseguiría abusar por mucho tiempo de la credulidad ajena, pues pronto sería desenmascarado. 

Por otra parte, como ya se ha dicho, esos fenómenos por sí solos nada prueban. 

Una misión se demuestra por medio de efectos morales, lo que no le es dado producir a cualquiera.

Ese es uno de los resultados del desarrollo de la ciencia espírita, pues esta, al investigar la causa de algunos fenómenos, levanta el velo de muchos misterios. 

Sólo están interesados en combatirla los que prefieren la oscuridad en vez de la luz. 

No obstante, la verdad es como el sol: disipa incluso las más densas tinieblas. 

El espiritismo revela otra categoría mucho más peligrosa de falsos Cristos y falsos profetas, que no se encuentra entre los hombres sino entre los desencarnados: la de los Espíritus embusteros, hipócritas, orgullosos y pseudosabios, que de la Tierra han pasado a la erraticidad, y adoptan nombres venerados. Así, con la máscara detrás de la cual se ocultan, intentan favorecer la aceptación de las más extravagantes y absurdas ideas. Antes de que se conocieran las relaciones mediúmnicas, esos Espíritus ejercían su acción de un modo menos ostensible, a través de la inspiración, de la mediumnidad inconsciente, auditiva o parlante. 

Es considerable el número de los que en diversas épocas, pero sobre todo en estos últimos tiempos, se han presentado como alguno de los antiguos profetas, como Cristo, o como María, su madre, y también como Dios. San Juan previene a los hombres en contra de ellos cuando dice: “Amados míos, no creáis a todo Espíritu, sino verificad si los Espíritus son de Dios; porque muchos falsos profetas se han levantado en el mundo”. 

El espiritismo nos provee de los recursos para ponerlos a prueba, al enunciar las características por medio de las cuales se reconoce a los Espíritus buenos, características siempre morales, nunca materiales*. 

Así, para conocer la diferencia que existe entre los Espíritus buenos y los malos, es posible aplicar, principalmente, las siguientes palabras de Jesús: “Se conoce la calidad del árbol por su fruto; un árbol bueno no puede producir frutos malos, y un árbol malo no puede producir frutos buenos”. Se evalúa a los Espíritus por la calidad de sus obras, del mismo modo que se evalúa un árbol por la calidad de sus frutos. *. – Acerca de la manera de diferenciar a los Espíritus, véase El libro de los médiums, capítulo XXIV y siguientes. (N. de Allan Kardec.) Por Allan Kardec. Publicado en el libro “El Evangelio según el Espiritismo”. Puedes descargarte una copia gratis desde este enlace de la Confederación Espiritista Argentina Obras de Allan Kardec – Espiritismo Confederación Espiritista Argentina (ceanet.com.ar)

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